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Columnista - 29 agosto, 2016

Votar, un acto de fe

En medio de la euforia colombiana, esa que nace de atravesar el puente antes de llegar al río, una periodista acuciosa le preguntó al alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo: “¿Y los niños, los jóvenes reclutados y los secuestrados, que no han sido mencionados en ningún punto del acuerdo, cuándo van a ser liberados?” […]

En medio de la euforia colombiana, esa que nace de atravesar el puente antes de llegar al río, una periodista acuciosa le preguntó al alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo: “¿Y los niños, los jóvenes reclutados y los secuestrados, que no han sido mencionados en ningún punto del acuerdo, cuándo van a ser liberados?” Él contestó: “Eso hay que preguntárselo a las FARC”.

¡Ay, los niños; ay, los jóvenes; ay, los desaparecidos, ay las víctimas, no se acordaron de ellos! Otro ’pensador bogotano’ dijo al respecto: “Cuando las FARC se desmovilicen ellos regresarán a sus casas”, ¡Ay, los retenidos, no los tuvieron en cuenta!

Y se hicieron muchas preguntas, y se siguen haciendo, y hubo vestidos blancos, globos blancos, palomas blancas, blanca la escena (recordé a Alfonsina Storni: “Tú me quieres blanca”) que se confundía con los recuerdos negros azuzados por las imágenes en retrospectivas de la televisión sobre los desmanes y tragedias del pasado lejano y del pasado reciente que cometieron los subversivos.

El alborozo sigue, el ‘panegírico’ de Uribe no convenció, Roy Barrera esta pergeñando uno de sus poemas pétreos palabra puesta de moda en el discurso del guerrillero Márquez que elogió a Raúl Castro, a Chávez, a Maduro, a De La Calle, pero no a nuestro presidente Santos, ¿raro, verdad? Y siguió y sigue el maremágnum de alegrías, protestas, vivas y expectativas, entonces me animé a leer los puntos del acuerdo: largos, larguísimos, y descubrí que no tenía para que forzar la vista porque una voz somnífera de un excelente locutor de Radio Nacional los lee, por internet, claro, (descubrí que es delicioso que le lean a uno, especialmente cuando se sufre de insomnio).

No he terminado de leer o de escuchar los puntos del acuerdo, porque me entretuve en la entrevista que hizo la Gurisatti al Comandante del Ejército, General Mejía, y nada que hablaron de los niños reclutados. ¡Ay los niños! Son tres mil en manos de la guerrilla, ¿o se dice ex guerrilla? ¿Qué va a ser de ellos, cómo van a olvidar lo inculcado en los campos guerrilleros? ¿Hay algún programa especial de sicólogos, de sociólogos, en fin, de reeducarlos en un esquema para la paz y que olviden la guerra? Nadie contesta.

Al frente está el plebiscito, la primera vez que oí eso fue cuando mi inolvidable tía Franca me contó que la primera vez que votó fue en el plebiscito para aprobar lo del Frente Nacional, y se reía al decirme que fue con mi madre, con mis tías, a la plaza de Villanueva, que estaban nerviosas a pesar de que solo tenían que hacerlo por el sí o por el no.

Bueno, a pesar de esta barahúnda de conceptos, de globos blancos, de olvido de los niños, de largas lecturas, hay que votar, yo invito a hacerlo, vote, después de leer los puntos del acuerdo y aunque sea con un pañuelo en la nariz, vote, tápesela y vote, ya sea por el No o por el Sí, porque usted vive en una democracia y si no lo hace no puede ni alegrarse, ni quejarse, hágalo como un acto de fe, al fin y al cabo, Colombia misma es un gran acto de fe.

Columnista
29 agosto, 2016

Votar, un acto de fe

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

En medio de la euforia colombiana, esa que nace de atravesar el puente antes de llegar al río, una periodista acuciosa le preguntó al alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo: “¿Y los niños, los jóvenes reclutados y los secuestrados, que no han sido mencionados en ningún punto del acuerdo, cuándo van a ser liberados?” […]


En medio de la euforia colombiana, esa que nace de atravesar el puente antes de llegar al río, una periodista acuciosa le preguntó al alto comisionado para la paz, Sergio Jaramillo: “¿Y los niños, los jóvenes reclutados y los secuestrados, que no han sido mencionados en ningún punto del acuerdo, cuándo van a ser liberados?” Él contestó: “Eso hay que preguntárselo a las FARC”.

¡Ay, los niños; ay, los jóvenes; ay, los desaparecidos, ay las víctimas, no se acordaron de ellos! Otro ’pensador bogotano’ dijo al respecto: “Cuando las FARC se desmovilicen ellos regresarán a sus casas”, ¡Ay, los retenidos, no los tuvieron en cuenta!

Y se hicieron muchas preguntas, y se siguen haciendo, y hubo vestidos blancos, globos blancos, palomas blancas, blanca la escena (recordé a Alfonsina Storni: “Tú me quieres blanca”) que se confundía con los recuerdos negros azuzados por las imágenes en retrospectivas de la televisión sobre los desmanes y tragedias del pasado lejano y del pasado reciente que cometieron los subversivos.

El alborozo sigue, el ‘panegírico’ de Uribe no convenció, Roy Barrera esta pergeñando uno de sus poemas pétreos palabra puesta de moda en el discurso del guerrillero Márquez que elogió a Raúl Castro, a Chávez, a Maduro, a De La Calle, pero no a nuestro presidente Santos, ¿raro, verdad? Y siguió y sigue el maremágnum de alegrías, protestas, vivas y expectativas, entonces me animé a leer los puntos del acuerdo: largos, larguísimos, y descubrí que no tenía para que forzar la vista porque una voz somnífera de un excelente locutor de Radio Nacional los lee, por internet, claro, (descubrí que es delicioso que le lean a uno, especialmente cuando se sufre de insomnio).

No he terminado de leer o de escuchar los puntos del acuerdo, porque me entretuve en la entrevista que hizo la Gurisatti al Comandante del Ejército, General Mejía, y nada que hablaron de los niños reclutados. ¡Ay los niños! Son tres mil en manos de la guerrilla, ¿o se dice ex guerrilla? ¿Qué va a ser de ellos, cómo van a olvidar lo inculcado en los campos guerrilleros? ¿Hay algún programa especial de sicólogos, de sociólogos, en fin, de reeducarlos en un esquema para la paz y que olviden la guerra? Nadie contesta.

Al frente está el plebiscito, la primera vez que oí eso fue cuando mi inolvidable tía Franca me contó que la primera vez que votó fue en el plebiscito para aprobar lo del Frente Nacional, y se reía al decirme que fue con mi madre, con mis tías, a la plaza de Villanueva, que estaban nerviosas a pesar de que solo tenían que hacerlo por el sí o por el no.

Bueno, a pesar de esta barahúnda de conceptos, de globos blancos, de olvido de los niños, de largas lecturas, hay que votar, yo invito a hacerlo, vote, después de leer los puntos del acuerdo y aunque sea con un pañuelo en la nariz, vote, tápesela y vote, ya sea por el No o por el Sí, porque usted vive en una democracia y si no lo hace no puede ni alegrarse, ni quejarse, hágalo como un acto de fe, al fin y al cabo, Colombia misma es un gran acto de fe.