Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 31 diciembre, 2016

Vivamos y dejemos vivir

Tendemos a creer que somos el centro del mundo y que todo en su entorno se le parece o por lo menos eso debiera y que al estilo de aquel loquito (¿?) oriundo de Sincé a quien llamaban “Chico busca el sol” era él -con sus propias manos- quien sacaba al sol sobre la línea […]

Tendemos a creer que somos el centro del mundo y que todo en su entorno se le parece o por lo menos eso debiera y que al estilo de aquel loquito (¿?) oriundo de Sincé a quien llamaban “Chico busca el sol” era él -con sus propias manos- quien sacaba al sol sobre la línea del horizonte, exactamente en terrenos de la Hacienda El Guaímaro y lo lanzaba hacia el cenit, de donde descendía hasta llegar al otro lado, al occidente, que según él quedaba ubicado por los lados de otro fundo rural: Palermo, en donde lo ocultaba. Algo de eso ocurre entre muchos de nosotros pensando que los límites del mundo están en las goteras de su espacio vital, pero no es así pues somos un granito de arena dentro de lo infinito.

Miren esto:

El cincuenta y dos por ciento de los humanos son mujeres y de cada cien habitantes, setenta no son blancos. Desde el punto de vista religioso el mundo es abrumadoramente no cristiano, apenas somos treinta entre cien y el porcentaje de los católicos es mucho menor que ese.

El analfabetismo golpea a setenta de cada cien habitantes y el cincuenta por ciento sufre la desnutrición y sólo un mínimo, uno sobre cien, recibe educación media. Tres mil millones son perseguidos por sus creencias religiosas.

Si estamos entre los que tienen comida y ropa y tenemos en donde dormir estamos en una elite del veinte y cinco por ciento y si disponemos de algún remanente económico el vértice de la pirámide se estrecha y nos contamos apenas entre el ocho por ciento.

Simples números no, son un análisis de las realidades de nuestro planeta, ese en donde habitamos una pequeña fracción de tiempo pero que empleamos tratando por los más originales métodos de amargarnos la vida porque no hemos comprendido aún lo diversos que somos y porque queremos que todos se nos parezcan, a las buenas o a las mismísimas malas. Ese indio es un flojo, sentenciamos cuando un nativo se niega a descuajar el verde que lo rodea, porque para él es sagrado.

Por eso cada vez me convenzo más que los derechos y deberes son gemelos siameses y que la base de toda convivencia es el respeto y la tolerancia. Vivamos y dejemos vivir.
[email protected]

Columnista
31 diciembre, 2016

Vivamos y dejemos vivir

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jaime García Chadid.

Tendemos a creer que somos el centro del mundo y que todo en su entorno se le parece o por lo menos eso debiera y que al estilo de aquel loquito (¿?) oriundo de Sincé a quien llamaban “Chico busca el sol” era él -con sus propias manos- quien sacaba al sol sobre la línea […]


Tendemos a creer que somos el centro del mundo y que todo en su entorno se le parece o por lo menos eso debiera y que al estilo de aquel loquito (¿?) oriundo de Sincé a quien llamaban “Chico busca el sol” era él -con sus propias manos- quien sacaba al sol sobre la línea del horizonte, exactamente en terrenos de la Hacienda El Guaímaro y lo lanzaba hacia el cenit, de donde descendía hasta llegar al otro lado, al occidente, que según él quedaba ubicado por los lados de otro fundo rural: Palermo, en donde lo ocultaba. Algo de eso ocurre entre muchos de nosotros pensando que los límites del mundo están en las goteras de su espacio vital, pero no es así pues somos un granito de arena dentro de lo infinito.

Miren esto:

El cincuenta y dos por ciento de los humanos son mujeres y de cada cien habitantes, setenta no son blancos. Desde el punto de vista religioso el mundo es abrumadoramente no cristiano, apenas somos treinta entre cien y el porcentaje de los católicos es mucho menor que ese.

El analfabetismo golpea a setenta de cada cien habitantes y el cincuenta por ciento sufre la desnutrición y sólo un mínimo, uno sobre cien, recibe educación media. Tres mil millones son perseguidos por sus creencias religiosas.

Si estamos entre los que tienen comida y ropa y tenemos en donde dormir estamos en una elite del veinte y cinco por ciento y si disponemos de algún remanente económico el vértice de la pirámide se estrecha y nos contamos apenas entre el ocho por ciento.

Simples números no, son un análisis de las realidades de nuestro planeta, ese en donde habitamos una pequeña fracción de tiempo pero que empleamos tratando por los más originales métodos de amargarnos la vida porque no hemos comprendido aún lo diversos que somos y porque queremos que todos se nos parezcan, a las buenas o a las mismísimas malas. Ese indio es un flojo, sentenciamos cuando un nativo se niega a descuajar el verde que lo rodea, porque para él es sagrado.

Por eso cada vez me convenzo más que los derechos y deberes son gemelos siameses y que la base de toda convivencia es el respeto y la tolerancia. Vivamos y dejemos vivir.
[email protected]