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Columnista - 25 febrero, 2011

Valorización de la Drummond

Por: Mauricio Cabrera Galvis La Drummond, empresa minera con sede en Alabama (EE. UU.), está buscando comprador para sus operaciones en Colombia basadas en las minas de El Descanso y La Loma, en la Jagua de Ibiríco. El precio que aspira a obtener es de 8.000 millones de dólares, y si lo logra sería el […]

Por: Mauricio Cabrera Galvis

La Drummond, empresa minera con sede en Alabama (EE. UU.), está buscando comprador para sus operaciones en Colombia basadas en las minas de El Descanso y La Loma, en la Jagua de Ibiríco. El precio que aspira a obtener es de 8.000 millones de dólares, y si lo logra sería el mayor negocio de la historia empresarial colombiana, superior incluso a la venta de Bavaria, hace unos años.
En un artículo reciente, Salomón Kalmanovitz mostró que las inversiones netas hechas por la Drummond en los 15 años que lleva operando en Colombia han sido apenas de 2.000 millones de dólares, por lo cual la utilidad que obtendría en esta transacción sería de 6.000 millones, sobre los cuales no pagaría un solo peso de impuestos, pues la venta se haría fuera del país.
La preocupación tributaria es válida y la Dian debería tomar cartas en el asunto para evitar esta enorme elusión, pero hay otra pregunta subyacente que también debería preocupar a las autoridades colombianas: ¿qué explica la gran valorización de los activos de la Drummond?
¿Qué es lo que va a vender la Drummond que justifica ese precio tan alto en comparación con la inversión realizada?
No son sus instalaciones portuarias, ni el ferrocarril, ni la maquinaria especializada de las minas; estos activos son importantes, pero no se valorizan sino que se deprecian.
Lo que ha valorizado la inversión de la Drummond es el aumento del precio del carbón, porque lo que está vendiendo es el carbón colombiano, y la gran utilidad que espera recibir solo se debe a que se ganó la lotería, pues va a vender unos derechos que compró cuando el precio del carbón estaba por debajo de 30 dólares la tonelada, y ahora está cerca de los 80.
De esa lotería, al país le queda muy poco, casi nada.
Como toda empresa en marcha, el valor de la Drummond lo determinan las expectativas de sus ingresos futuros; en términos técnicos, es el valor presente de los flujos de caja futuros. Por eso, al subir el precio del carbón se espera que los ingresos futuros sean mayores y, en consecuencia, aumenta el valor de la empresa, salvo que tenga que compartir esos mayores ingresos con el dueño del carbón, es decir con la Nación.
El meollo del asunto está en el absurdo régimen de regalías que rige en Colombia para el carbón. Si una mina produce menos de 3 millones de toneladas anuales, solamente debe pagar 5 por ciento de regalía, y por encima de ese volumen de producción la regalía sube a 10 por ciento.
Porcentajes fijos que fueron establecidos cuando el precio del carbón estaba alrededor de 30 dólares, y que no se modifican así hoy valga más del doble.
En contraste, para el petróleo la regalía empieza en 8 por ciento y sube hasta el 25 por ciento, dependiendo de la producción del pozo. Tiene el mismo defecto de no ser variable con respecto al precio, pero por lo menos es mayor el porcentaje que le queda al país, y eso que se trata de una actividad con mucho más riesgo y mayores costos.
Si el porcentaje de regalías del carbón fuera como el del petróleo y, además, creciente de acuerdo con el precio internacional o la rentabilidad de la mina, los flujos futuros de la Drummond -y por lo tanto su valor- serían menores, porque al país le quedaría una tajada mayor por la explotación de sus recursos no renovables.
El otro aspecto que debe revisarse es el de la venta de títulos mineros, que no tienen ningún costo de adquisición para el particular, que después los puede vender con grandes utilidades, inclusive sin haber hecho ninguna inversión.
De nuevo puede servir de guía el caso del petróleo, donde se subastan los derechos de exploración y se hacen exigencias de inversión.

Columnista
25 febrero, 2011

Valorización de la Drummond

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mauricio Cabrera Galvis

Por: Mauricio Cabrera Galvis La Drummond, empresa minera con sede en Alabama (EE. UU.), está buscando comprador para sus operaciones en Colombia basadas en las minas de El Descanso y La Loma, en la Jagua de Ibiríco. El precio que aspira a obtener es de 8.000 millones de dólares, y si lo logra sería el […]


Por: Mauricio Cabrera Galvis

La Drummond, empresa minera con sede en Alabama (EE. UU.), está buscando comprador para sus operaciones en Colombia basadas en las minas de El Descanso y La Loma, en la Jagua de Ibiríco. El precio que aspira a obtener es de 8.000 millones de dólares, y si lo logra sería el mayor negocio de la historia empresarial colombiana, superior incluso a la venta de Bavaria, hace unos años.
En un artículo reciente, Salomón Kalmanovitz mostró que las inversiones netas hechas por la Drummond en los 15 años que lleva operando en Colombia han sido apenas de 2.000 millones de dólares, por lo cual la utilidad que obtendría en esta transacción sería de 6.000 millones, sobre los cuales no pagaría un solo peso de impuestos, pues la venta se haría fuera del país.
La preocupación tributaria es válida y la Dian debería tomar cartas en el asunto para evitar esta enorme elusión, pero hay otra pregunta subyacente que también debería preocupar a las autoridades colombianas: ¿qué explica la gran valorización de los activos de la Drummond?
¿Qué es lo que va a vender la Drummond que justifica ese precio tan alto en comparación con la inversión realizada?
No son sus instalaciones portuarias, ni el ferrocarril, ni la maquinaria especializada de las minas; estos activos son importantes, pero no se valorizan sino que se deprecian.
Lo que ha valorizado la inversión de la Drummond es el aumento del precio del carbón, porque lo que está vendiendo es el carbón colombiano, y la gran utilidad que espera recibir solo se debe a que se ganó la lotería, pues va a vender unos derechos que compró cuando el precio del carbón estaba por debajo de 30 dólares la tonelada, y ahora está cerca de los 80.
De esa lotería, al país le queda muy poco, casi nada.
Como toda empresa en marcha, el valor de la Drummond lo determinan las expectativas de sus ingresos futuros; en términos técnicos, es el valor presente de los flujos de caja futuros. Por eso, al subir el precio del carbón se espera que los ingresos futuros sean mayores y, en consecuencia, aumenta el valor de la empresa, salvo que tenga que compartir esos mayores ingresos con el dueño del carbón, es decir con la Nación.
El meollo del asunto está en el absurdo régimen de regalías que rige en Colombia para el carbón. Si una mina produce menos de 3 millones de toneladas anuales, solamente debe pagar 5 por ciento de regalía, y por encima de ese volumen de producción la regalía sube a 10 por ciento.
Porcentajes fijos que fueron establecidos cuando el precio del carbón estaba alrededor de 30 dólares, y que no se modifican así hoy valga más del doble.
En contraste, para el petróleo la regalía empieza en 8 por ciento y sube hasta el 25 por ciento, dependiendo de la producción del pozo. Tiene el mismo defecto de no ser variable con respecto al precio, pero por lo menos es mayor el porcentaje que le queda al país, y eso que se trata de una actividad con mucho más riesgo y mayores costos.
Si el porcentaje de regalías del carbón fuera como el del petróleo y, además, creciente de acuerdo con el precio internacional o la rentabilidad de la mina, los flujos futuros de la Drummond -y por lo tanto su valor- serían menores, porque al país le quedaría una tajada mayor por la explotación de sus recursos no renovables.
El otro aspecto que debe revisarse es el de la venta de títulos mineros, que no tienen ningún costo de adquisición para el particular, que después los puede vender con grandes utilidades, inclusive sin haber hecho ninguna inversión.
De nuevo puede servir de guía el caso del petróleo, donde se subastan los derechos de exploración y se hacen exigencias de inversión.