Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 17 noviembre, 2016

Hasta por un uñero agreden a los médicos

Hace poco tuve la oportunidad de escuchar el conmovedor y preocupante relato de una joven médico que presta el servicio social obligatorio en un centro de salud en un municipio del centro del Cesar, que había sido víctima de agresiones físicas y verbales por parte de un paciente suyo, como respuesta a la oposición de […]

Hace poco tuve la oportunidad de escuchar el conmovedor y preocupante relato de una joven médico que presta el servicio social obligatorio en un centro de salud en un municipio del centro del Cesar, que había sido víctima de agresiones físicas y verbales por parte de un paciente suyo, como respuesta a la oposición de no darle salida del centro hospitalario después de permanecer media mañana en observación en sala de urgencias; manifestó esta joven galeno que por darle estricta aplicación a las guías de atención era necesario remitir a dicho paciente a un segundo de nivel de atención y la respuesta del enfermo fue oponerse y agredirla físicamente y verbalmente.

Pero el asunto no paró ahí. También se refirió a que tiempo atrás había sido agredida por no dar atención prioritaria a un paciente que estaba consultando un uñero por urgencia. Tal predisposición e intolerancia por parte de los usuarios de los servicios de salud, lejos de tener razón en muchos casos por las trampas y desajustes del mismo sistema y la negligencia de muchos médicos, no da derecho a irrespetar de esta manera a los profesionales de salud, mucho menos en este caso cuando la joven médico tenía la razón. Pero lo más preocupante de esta situación es que en nuestro país las agresiones y amenazas en contra del personal profesional de bata blanca vienen en aumento, como así lo ha denunciado el Ministerio de Salud, siendo las salas de urgencias la escena de los hechos y las victimas, los médicos generales y las enfermeras. Estas recurrentes conductas ponen de manifiesto de una parte, que hoy están en crisis los valores que guían la relación médico paciente, bajo el entendido que ésta, debe ser una relación amable y respetuosa y de otra que se desconoce la guarda y la protección de la Misión Médica, pues tiempo atrás los médicos eran personas honorables y muy respetados, no en vano se decía que en los pueblos ostentaban poder: el alcalde, el párroco y el médico.

Además el ejercicio profesional de la medicina se realizaba con un ojo muy clínico, lo que el médico necesitaba para diagnosticar a su paciente cabía en un pequeño maletín rectangular y acartonado fácil de cargar y transportar al lecho del enfermo y lo que decía el médico no tenía objeción. Hoy por el contrario se necesitan grandes edificaciones y herramientas tecnológicas para diagnosticar y tratar a los pacientes; pero además nos encontramos inmersos en un sistema de salud excesivamente democratizado y mercantilista, plagado de muchas deficiencias que en buena parte aumenta la predisposición y la actitud agresiva de los usuarios del servicio de salud: ¿Qué reacción puede esperarse de un paciente y de sus familiares a la falta de camas en las salas de urgencia y en los servicios de hospitalización? ¿Qué reacción se puede esperar de un paciente cuando no hay los medicamentos básicos en los dispensarios? Ahora, creo que también falta información por parte de las EPS e IPS, hoy los usuarios no tienen la suficiente claridad que es una urgencia, mucho menos tienen claro que no pueden ser atendidos por el orden de llegada sino por la complejidad de su urgencia valorada en el triage y como no hay esta pedagogía en los pacientes, quieren consultar todo por urgencia.

Creo que no hay derecho a que un médico en servicio de urgencias merezca un madrazo, ni ser injuriado por un típico uñero o por un malestar estomacal después de una francachela o por un borracho después de una ingesta excesiva de alcohol, como ha venido sucediendo.

Columnista
17 noviembre, 2016

Hasta por un uñero agreden a los médicos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Guillermo Ramirez

Hace poco tuve la oportunidad de escuchar el conmovedor y preocupante relato de una joven médico que presta el servicio social obligatorio en un centro de salud en un municipio del centro del Cesar, que había sido víctima de agresiones físicas y verbales por parte de un paciente suyo, como respuesta a la oposición de […]


Hace poco tuve la oportunidad de escuchar el conmovedor y preocupante relato de una joven médico que presta el servicio social obligatorio en un centro de salud en un municipio del centro del Cesar, que había sido víctima de agresiones físicas y verbales por parte de un paciente suyo, como respuesta a la oposición de no darle salida del centro hospitalario después de permanecer media mañana en observación en sala de urgencias; manifestó esta joven galeno que por darle estricta aplicación a las guías de atención era necesario remitir a dicho paciente a un segundo de nivel de atención y la respuesta del enfermo fue oponerse y agredirla físicamente y verbalmente.

Pero el asunto no paró ahí. También se refirió a que tiempo atrás había sido agredida por no dar atención prioritaria a un paciente que estaba consultando un uñero por urgencia. Tal predisposición e intolerancia por parte de los usuarios de los servicios de salud, lejos de tener razón en muchos casos por las trampas y desajustes del mismo sistema y la negligencia de muchos médicos, no da derecho a irrespetar de esta manera a los profesionales de salud, mucho menos en este caso cuando la joven médico tenía la razón. Pero lo más preocupante de esta situación es que en nuestro país las agresiones y amenazas en contra del personal profesional de bata blanca vienen en aumento, como así lo ha denunciado el Ministerio de Salud, siendo las salas de urgencias la escena de los hechos y las victimas, los médicos generales y las enfermeras. Estas recurrentes conductas ponen de manifiesto de una parte, que hoy están en crisis los valores que guían la relación médico paciente, bajo el entendido que ésta, debe ser una relación amable y respetuosa y de otra que se desconoce la guarda y la protección de la Misión Médica, pues tiempo atrás los médicos eran personas honorables y muy respetados, no en vano se decía que en los pueblos ostentaban poder: el alcalde, el párroco y el médico.

Además el ejercicio profesional de la medicina se realizaba con un ojo muy clínico, lo que el médico necesitaba para diagnosticar a su paciente cabía en un pequeño maletín rectangular y acartonado fácil de cargar y transportar al lecho del enfermo y lo que decía el médico no tenía objeción. Hoy por el contrario se necesitan grandes edificaciones y herramientas tecnológicas para diagnosticar y tratar a los pacientes; pero además nos encontramos inmersos en un sistema de salud excesivamente democratizado y mercantilista, plagado de muchas deficiencias que en buena parte aumenta la predisposición y la actitud agresiva de los usuarios del servicio de salud: ¿Qué reacción puede esperarse de un paciente y de sus familiares a la falta de camas en las salas de urgencia y en los servicios de hospitalización? ¿Qué reacción se puede esperar de un paciente cuando no hay los medicamentos básicos en los dispensarios? Ahora, creo que también falta información por parte de las EPS e IPS, hoy los usuarios no tienen la suficiente claridad que es una urgencia, mucho menos tienen claro que no pueden ser atendidos por el orden de llegada sino por la complejidad de su urgencia valorada en el triage y como no hay esta pedagogía en los pacientes, quieren consultar todo por urgencia.

Creo que no hay derecho a que un médico en servicio de urgencias merezca un madrazo, ni ser injuriado por un típico uñero o por un malestar estomacal después de una francachela o por un borracho después de una ingesta excesiva de alcohol, como ha venido sucediendo.