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Columnista - 27 marzo, 2018

Una única Corte ¿en serio?

Como lector debo saber que antes de la Constitución de 1991 existían dos altas Cortes: La Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado. A partir de aquella se modificó estructuralmente la organización institucional del poder judicial en Colombia e ingresan a este la Corte Constitucional y el Consejo Superior de la Judicatura. Uribe […]

Como lector debo saber que antes de la Constitución de 1991 existían dos altas Cortes: La Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado. A partir de aquella se modificó estructuralmente la organización institucional del poder judicial en Colombia e ingresan a este la Corte Constitucional y el Consejo Superior de la Judicatura.

Uribe propone y sin sonrojo lo replica Duque. Ambos plantean con gozo una fusión de las jurisdicciones constitucional, contenciosa administrativa y ordinaria. Parece un dislate. Y, obvio la idea hará igualmente trizas la recién creada jurisdicción especial para la paz. Aterrador.

Dos abogados. Uno de la Sergio Arboleda y el otro de la U. De Antioquia. Los dos perciben la supresión de la Corte Constitucional, el Consejo de Estado, Corte Suprema de Justicia y el Consejo Superior de la Judicatura, o sea, aun en un imaginario impetuoso aspiran persuadir que esa es una oferta de serio talante democrático. He ahí al unísono una colosal perversidad ideológica por el tufillo personal que lo fundamenta.

Antecedente” ideológico” de la mediática propuesta electoral. Uribe el confrontacional casó una inaceptable pelea con la Corte Suprema de Justicia en su época de reelegido presidente. Definitivamente no le gustan las decisiones adversas a gentes que lo acompañaron en su gobierno. Casos de sus exministros condenados. Tampoco está conforme con decisiones de la Corte Constitucional ora del Consejo de Estado, salvo claro está, pondera las que lo favorecen. Igual que el perverso de Petro. Esos extremos alaban la institucionalidad, si los contenidos jurisprudenciales les agrada. -¡Vaya coherencia conceptual!-.

Ahora bien, la vía para lograr su objetivo Uribe no lo tiene claro. ¿Una constituyente? o lo que sin empacho advierte: la revocatoria de todos los magistrados de las jurisdicciones que propone exterminar. El senador Uribe tiene investigaciones penales en una de las Cortes que quiere aniquilar. Y otras como expresidente en la comisión de investigación y acusación de la Cámara de Representantes del Congreso de la Republica.

Quien procura ser presidente de Colombia, Duque, caracterizadamente secunda a Uribe en esa disparatada idea que en marketing electoral aprovecha por los malos momentos que soporta la justicia. No se equivoque. Igual y enfáticamente asegura que cree ciegamente en la irresponsabilidad penal de Uribe en los hechos por los que se le investiga. Menos mal que quien impone las penas y las ejecuta son los jueces.

Existe decantada historia y orgullosa creación jurisprudencial en las indistintas altas Cortes de la patria para retroceder con la uniformidad de ellas por el prurito de visiones personales productos de adversas vivencias propias. Hasta allá tampoco.

Columnista
27 marzo, 2018

Una única Corte ¿en serio?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hugo Mendoza

Como lector debo saber que antes de la Constitución de 1991 existían dos altas Cortes: La Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado. A partir de aquella se modificó estructuralmente la organización institucional del poder judicial en Colombia e ingresan a este la Corte Constitucional y el Consejo Superior de la Judicatura. Uribe […]


Como lector debo saber que antes de la Constitución de 1991 existían dos altas Cortes: La Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado. A partir de aquella se modificó estructuralmente la organización institucional del poder judicial en Colombia e ingresan a este la Corte Constitucional y el Consejo Superior de la Judicatura.

Uribe propone y sin sonrojo lo replica Duque. Ambos plantean con gozo una fusión de las jurisdicciones constitucional, contenciosa administrativa y ordinaria. Parece un dislate. Y, obvio la idea hará igualmente trizas la recién creada jurisdicción especial para la paz. Aterrador.

Dos abogados. Uno de la Sergio Arboleda y el otro de la U. De Antioquia. Los dos perciben la supresión de la Corte Constitucional, el Consejo de Estado, Corte Suprema de Justicia y el Consejo Superior de la Judicatura, o sea, aun en un imaginario impetuoso aspiran persuadir que esa es una oferta de serio talante democrático. He ahí al unísono una colosal perversidad ideológica por el tufillo personal que lo fundamenta.

Antecedente” ideológico” de la mediática propuesta electoral. Uribe el confrontacional casó una inaceptable pelea con la Corte Suprema de Justicia en su época de reelegido presidente. Definitivamente no le gustan las decisiones adversas a gentes que lo acompañaron en su gobierno. Casos de sus exministros condenados. Tampoco está conforme con decisiones de la Corte Constitucional ora del Consejo de Estado, salvo claro está, pondera las que lo favorecen. Igual que el perverso de Petro. Esos extremos alaban la institucionalidad, si los contenidos jurisprudenciales les agrada. -¡Vaya coherencia conceptual!-.

Ahora bien, la vía para lograr su objetivo Uribe no lo tiene claro. ¿Una constituyente? o lo que sin empacho advierte: la revocatoria de todos los magistrados de las jurisdicciones que propone exterminar. El senador Uribe tiene investigaciones penales en una de las Cortes que quiere aniquilar. Y otras como expresidente en la comisión de investigación y acusación de la Cámara de Representantes del Congreso de la Republica.

Quien procura ser presidente de Colombia, Duque, caracterizadamente secunda a Uribe en esa disparatada idea que en marketing electoral aprovecha por los malos momentos que soporta la justicia. No se equivoque. Igual y enfáticamente asegura que cree ciegamente en la irresponsabilidad penal de Uribe en los hechos por los que se le investiga. Menos mal que quien impone las penas y las ejecuta son los jueces.

Existe decantada historia y orgullosa creación jurisprudencial en las indistintas altas Cortes de la patria para retroceder con la uniformidad de ellas por el prurito de visiones personales productos de adversas vivencias propias. Hasta allá tampoco.