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Editorial - 30 enero, 2018

Una labor ingrata

La muerte de Temistocles Machado, el líder asesinado el pasado sábado en el barrio Isla de Paz del municipio de Buenaventura, llama una vez más la atención de las autoridades colombianas, se convierte en un llamado de auxilio que proviene de muchas voces sin ruido, de personas anónimas que están en las veredas, en los corregimientos, […]

La muerte de Temistocles Machado, el líder asesinado el pasado sábado en el barrio Isla de Paz del municipio de Buenaventura, llama una vez más la atención de las autoridades colombianas, se convierte en un llamado de auxilio que proviene de muchas voces sin ruido, de personas anónimas que están en las veredas, en los corregimientos, en los pueblos, en las ciudades, tratando de ayudar a construir un país.

Su muerte estaba anunciada, como en la novela de Gabriel García Márquez, nada impidió que muriera de manera violenta. Sus posiciones críticas sobre las causas de los problemas que vive este puerto sobre el Océano Pacífico, fueron suficientes razones para los que decidieron quitarle la vida.

La muerte de Temistocles, su vida y sus padecimientos, son el espejo de lo que viven cientos de líderes en todo el país. El departamento del Cesar no escapa a esta situación, el año pasado murieron tres líderes: uno en El Paso y los otros dos en El Copey y Chiriguaná, en hechos que aun no han sido totalmente aclarados.

En el territorio cesarense también hay líderes amenazados, tanto en la zona urbana como rural, en el centro, como en el sur y el norte. Los líderes que hicieron buen ambiente al Plebiscito por la paz, los que expresaron de manera abierta su simpatía con los acuerdos de paz, los que visitaron la zona veredal de Tierra Grata, los que apoyan al nuevo partido político de las Farc, los que no están de acuerdo con las actividades extractivistas de la minería, incluido la práctica del Fracking, los que lideran las reclamaciones de tierra, son vistos como cosa rara, los estimagtizan como simpatizantes de la guerrilla o promotores de las ideas de izquierda.

Son liderazgos entre la espada y la pared. Ser líder social en Colombia es un riesgo, es una labor ingrata que aunque es reconocida entre las comunidades, necesita más del apoyo de las instituciones, para que no sean una sola golondrina haciendo verano.

Existen desde el año pasado alertas de la Defensoría del Pueblo sobre el riesgo que corren los líderes y defensores de derechos humanos, la última fue en noviembre.

Los campesinos de la Serranía del Perijá han alzado voces, hay que escucharlos. No hay que echar en sacó roto la alerta temprana que se emitió en el centro del Cesar por la supuesta presencia del Epl, en un territorio históricamente dominado por el Eln, lo cual podría generar algún tipo de disputa y los lideres pueden llevar la peor parte.

Editorial
30 enero, 2018

Una labor ingrata

La muerte de Temistocles Machado, el líder asesinado el pasado sábado en el barrio Isla de Paz del municipio de Buenaventura, llama una vez más la atención de las autoridades colombianas, se convierte en un llamado de auxilio que proviene de muchas voces sin ruido, de personas anónimas que están en las veredas, en los corregimientos, […]


La muerte de Temistocles Machado, el líder asesinado el pasado sábado en el barrio Isla de Paz del municipio de Buenaventura, llama una vez más la atención de las autoridades colombianas, se convierte en un llamado de auxilio que proviene de muchas voces sin ruido, de personas anónimas que están en las veredas, en los corregimientos, en los pueblos, en las ciudades, tratando de ayudar a construir un país.

Su muerte estaba anunciada, como en la novela de Gabriel García Márquez, nada impidió que muriera de manera violenta. Sus posiciones críticas sobre las causas de los problemas que vive este puerto sobre el Océano Pacífico, fueron suficientes razones para los que decidieron quitarle la vida.

La muerte de Temistocles, su vida y sus padecimientos, son el espejo de lo que viven cientos de líderes en todo el país. El departamento del Cesar no escapa a esta situación, el año pasado murieron tres líderes: uno en El Paso y los otros dos en El Copey y Chiriguaná, en hechos que aun no han sido totalmente aclarados.

En el territorio cesarense también hay líderes amenazados, tanto en la zona urbana como rural, en el centro, como en el sur y el norte. Los líderes que hicieron buen ambiente al Plebiscito por la paz, los que expresaron de manera abierta su simpatía con los acuerdos de paz, los que visitaron la zona veredal de Tierra Grata, los que apoyan al nuevo partido político de las Farc, los que no están de acuerdo con las actividades extractivistas de la minería, incluido la práctica del Fracking, los que lideran las reclamaciones de tierra, son vistos como cosa rara, los estimagtizan como simpatizantes de la guerrilla o promotores de las ideas de izquierda.

Son liderazgos entre la espada y la pared. Ser líder social en Colombia es un riesgo, es una labor ingrata que aunque es reconocida entre las comunidades, necesita más del apoyo de las instituciones, para que no sean una sola golondrina haciendo verano.

Existen desde el año pasado alertas de la Defensoría del Pueblo sobre el riesgo que corren los líderes y defensores de derechos humanos, la última fue en noviembre.

Los campesinos de la Serranía del Perijá han alzado voces, hay que escucharlos. No hay que echar en sacó roto la alerta temprana que se emitió en el centro del Cesar por la supuesta presencia del Epl, en un territorio históricamente dominado por el Eln, lo cual podría generar algún tipo de disputa y los lideres pueden llevar la peor parte.