Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 6 enero, 2012

Un regalo de cumpleaños: reconstruyamos a Valledupar

ESCALPELO Dickson E. Quiroz Torres [email protected] Amanece Valledupar de aniversario. Ha trascurrido un pocototón de años desde su fundación por Hernando de Santana; tantos, que lo lógico sería ostentar la ciudad un sitial de honor en el concierto nacional, acorde con los significativos recursos que le ha deparado la naturaleza, para orgullo de los valduparenses. […]

ESCALPELO

Dickson E. Quiroz Torres
[email protected]

Amanece Valledupar de aniversario. Ha trascurrido un pocototón de años desde su fundación por Hernando de Santana; tantos, que lo lógico sería ostentar la ciudad un sitial de honor en el concierto nacional, acorde con los significativos recursos que le ha deparado la naturaleza, para orgullo de los valduparenses.

Pero no es así. Más que alborozados y orgullosos, los sentimientos que abrazan al valduparense son de frustración y rabia. La disipación de tantas magias que devienen del territorio,  el retroceso en el posicionamiento logrado en las instancias regional y nacional, el empobrecimiento en sus finanzas y en sus valores, hablan de manera palmaria de la pobreza humanística y administrativa de los últimos gobernantes, que vergonzosamente se propusieron y lograron recular el desarrollo de la región.

Valledupar, habiéndose empobrecido en sus últimos lustros, no tendría ánimo ni motivos para festejar este nuevo aniversario. O quizás si, pero celebrándolo sencilla y sabiamente con una productiva reflexión sobre cómo recuperar el Valledupar de enantes, no porque lo pasado sea mejor per se, sino porque aquel Valledupar envidiable era vigoroso, emprendedor, emulador, defensor de lo público, con sentido de pertenencia, con representatividad (liderazgo) local, regional  y nacional, características que permitieron la ‘Revolución de las pequeñas cosas’ hasta llegar a ser la ‘Sorpresa Caribe’, señalada como una de las más pujantes entre las ciudades de su rango.

La involución ha sido al máximo. Con semejante maremágnum, imagínense el tamaño del reto del recién ungido alcalde de la ciudad, Fredys Socarras Reales. No es labor fácil enderezar lo que ha sido minuciosamente fraguado para torcer, pero siendo necesario recuperar el norte se imponen ingentes esfuerzos y sacrificios para lograrlo, con la seguridad que Valledupar vale la pena. Es un ejercicio de sensibilidad, visión, planeación, tesón y de convocación, que nada importante en la vida se logra sin estos paradigmas.

Por pragmatismo de quien quiere promoverse, y por amor a la ciudad de sus ancestros y de sus nietos, el gobernante trascendente buscará dejar su impronta imperecedera en los anales de la historia. Entre tantas cosas urgentes por hacer, que deben hacerse, nada mejor que sembrar los cimientos de la reconstrucción de la ciudad para devolverle a Valledupar su pujanza, su esplendor, su liderazgo, su pertenencia, su emprenderismo… He ahí una buena forma de celebración aniversaria, propiciando la  reflexión para convocar a los valduparenses a que asuma cada uno su responsabilidad social.  Lo importante es inocular el paradigma de que la recuperación de Valledupar no es mesiánica; solo es posible con el concurso decidido de todos, a su cabeza los gobernantes educando con buenos ejemplos.

La participación ciudadana facilitaría todo: la seguridad, la lucha contra toda forma de corrupción, la red de tributantes, la defensa de lo público, los  procesos democráticos,  etc. Desde luego, el mensaje inoculador, más allá del  retoricismo, debe emanar del ejecutivo, comprometiéndose en su implementación.

¡Ah, la educación! Ciudades como Medellín, sin mencionar otras muchas desarrolladas, le deben su resurgir a la educación. En el vértice de la pirámide, y en la base de la pirámide, ahí está el énfasis en la educación como panacea para fomentar el desarrollo de la región. Sin ella, poco podrá hacerse para recuperar cultura y formación ciudadana, vigor empresarial, competitividad, pertenencia, liderazgo para insertarnos en lo regional y lo nacional, que grande es la orfandad.

Por supuesto, la planeación ha de ser el núcleo de todo, el cerebro que fija rumbo y norte, que cohesiona y armoniza todos los movimientos del organismo institucional para evitar desinteligencia. Quien no planifica, planifica su derrota, solía decir un líder espiritual. Las administraciones displicentes con la planeación  han sido nefastas. Ojeen la de los últimos lustros de Valledupar.

Teóricamente se ha designado un gabinete municipal muy bueno, conocedor y experto cada cual del sector encomendado, y además sin tachas morales, éticas o clientelistas conocidas. La gracia está en hermanar a favor de un mismo norte todos esos talentos individuales; el desafío está en lo obvio, en lograr sinergia, formar equipo en función primordial de los caros objetivos de la administración.

Columnista
6 enero, 2012

Un regalo de cumpleaños: reconstruyamos a Valledupar

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dickson E. Quiroz Torres

ESCALPELO Dickson E. Quiroz Torres [email protected] Amanece Valledupar de aniversario. Ha trascurrido un pocototón de años desde su fundación por Hernando de Santana; tantos, que lo lógico sería ostentar la ciudad un sitial de honor en el concierto nacional, acorde con los significativos recursos que le ha deparado la naturaleza, para orgullo de los valduparenses. […]


ESCALPELO

Dickson E. Quiroz Torres
[email protected]

Amanece Valledupar de aniversario. Ha trascurrido un pocototón de años desde su fundación por Hernando de Santana; tantos, que lo lógico sería ostentar la ciudad un sitial de honor en el concierto nacional, acorde con los significativos recursos que le ha deparado la naturaleza, para orgullo de los valduparenses.

Pero no es así. Más que alborozados y orgullosos, los sentimientos que abrazan al valduparense son de frustración y rabia. La disipación de tantas magias que devienen del territorio,  el retroceso en el posicionamiento logrado en las instancias regional y nacional, el empobrecimiento en sus finanzas y en sus valores, hablan de manera palmaria de la pobreza humanística y administrativa de los últimos gobernantes, que vergonzosamente se propusieron y lograron recular el desarrollo de la región.

Valledupar, habiéndose empobrecido en sus últimos lustros, no tendría ánimo ni motivos para festejar este nuevo aniversario. O quizás si, pero celebrándolo sencilla y sabiamente con una productiva reflexión sobre cómo recuperar el Valledupar de enantes, no porque lo pasado sea mejor per se, sino porque aquel Valledupar envidiable era vigoroso, emprendedor, emulador, defensor de lo público, con sentido de pertenencia, con representatividad (liderazgo) local, regional  y nacional, características que permitieron la ‘Revolución de las pequeñas cosas’ hasta llegar a ser la ‘Sorpresa Caribe’, señalada como una de las más pujantes entre las ciudades de su rango.

La involución ha sido al máximo. Con semejante maremágnum, imagínense el tamaño del reto del recién ungido alcalde de la ciudad, Fredys Socarras Reales. No es labor fácil enderezar lo que ha sido minuciosamente fraguado para torcer, pero siendo necesario recuperar el norte se imponen ingentes esfuerzos y sacrificios para lograrlo, con la seguridad que Valledupar vale la pena. Es un ejercicio de sensibilidad, visión, planeación, tesón y de convocación, que nada importante en la vida se logra sin estos paradigmas.

Por pragmatismo de quien quiere promoverse, y por amor a la ciudad de sus ancestros y de sus nietos, el gobernante trascendente buscará dejar su impronta imperecedera en los anales de la historia. Entre tantas cosas urgentes por hacer, que deben hacerse, nada mejor que sembrar los cimientos de la reconstrucción de la ciudad para devolverle a Valledupar su pujanza, su esplendor, su liderazgo, su pertenencia, su emprenderismo… He ahí una buena forma de celebración aniversaria, propiciando la  reflexión para convocar a los valduparenses a que asuma cada uno su responsabilidad social.  Lo importante es inocular el paradigma de que la recuperación de Valledupar no es mesiánica; solo es posible con el concurso decidido de todos, a su cabeza los gobernantes educando con buenos ejemplos.

La participación ciudadana facilitaría todo: la seguridad, la lucha contra toda forma de corrupción, la red de tributantes, la defensa de lo público, los  procesos democráticos,  etc. Desde luego, el mensaje inoculador, más allá del  retoricismo, debe emanar del ejecutivo, comprometiéndose en su implementación.

¡Ah, la educación! Ciudades como Medellín, sin mencionar otras muchas desarrolladas, le deben su resurgir a la educación. En el vértice de la pirámide, y en la base de la pirámide, ahí está el énfasis en la educación como panacea para fomentar el desarrollo de la región. Sin ella, poco podrá hacerse para recuperar cultura y formación ciudadana, vigor empresarial, competitividad, pertenencia, liderazgo para insertarnos en lo regional y lo nacional, que grande es la orfandad.

Por supuesto, la planeación ha de ser el núcleo de todo, el cerebro que fija rumbo y norte, que cohesiona y armoniza todos los movimientos del organismo institucional para evitar desinteligencia. Quien no planifica, planifica su derrota, solía decir un líder espiritual. Las administraciones displicentes con la planeación  han sido nefastas. Ojeen la de los últimos lustros de Valledupar.

Teóricamente se ha designado un gabinete municipal muy bueno, conocedor y experto cada cual del sector encomendado, y además sin tachas morales, éticas o clientelistas conocidas. La gracia está en hermanar a favor de un mismo norte todos esos talentos individuales; el desafío está en lo obvio, en lograr sinergia, formar equipo en función primordial de los caros objetivos de la administración.