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Columnista - 11 noviembre, 2016

Un grito en el desierto

Por los años 70, principios de la época dorada de nuestra música vallenata, el gran Alberto “Beto” Murgas le entregó a Juan Piña, unos hermosos versos que hoy me le dan el título a este escrito con el cual pretendo parafrasear la situación desesperada que vive actualmente nuestro folclor, por falta de promesas o figuras […]

Por los años 70, principios de la época dorada de nuestra música vallenata, el gran Alberto “Beto” Murgas le entregó a Juan Piña, unos hermosos versos que hoy me le dan el título a este escrito con el cual pretendo parafrasear la situación desesperada que vive actualmente nuestro folclor, por falta de promesas o figuras descollantes que nos muestren un futuro halagador en el canto vallenato del mañana.

“Se oye un grito en el desierto, se oye una voz apagada. Se nota un destino incierto en el indio que trabaja… En el norte de Colombia, ampliamente en La Guajira, es notable la zozobra y la angustia que domina”

Cuando el vallenato dio sus primeros pasos para quedarse como género musical comercial en Colombia, lo cual ocurrió a comienzos de la segunda mitad del siglo pasado con Alejo Durán, Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa, quienes fueron relevados muy pronto por Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, Enrique Díaz, para solo mencionar algunos; estos prontamente encontraron sus correspondientes relevos generacionales que no fueron otros que los Hermanos Zuleta, Jorge Oñate, a quienes le recibieron, casi que de inmediato, Diomedes Díaz, Beto Zabaleta, El Binomio de Oro, Silvio Brito, Otto Serge y Rafael Ricardo, y a estos también los relevaron los Chiches, los Embajadores, Los Diablitos, quienes a su vez fueron reemplazados por Silvestre, Peter, Jorgito, Farid Ortiz; estos últimos están esperando quienes les reciben y no se ve una luz al final del túnel.
En columnas anteriores hemos hablado del ímpetu con el que irrumpe la mujer en estas épocas de reivindicaciones de género, lo cual sin duda le da un nuevo aire a nuestra musica, pero también, del paso que están dando algunos de nuestros artistas a otros géneros musicales en busca de nuevos mercados e internacionalización y mayor fama, lo que es entendible y aceptable, pero ¿dónde están los nuevos cantantes que estén pidiendo vía para relevar a Dangond, Manjarrés y Celedón? Esto que no ocurre con los acordeoneros, ya que estos sí se están renovando permanentemente y cada vez vemos nuevas camadas con grandes habilidades y destrezas que no tienen nada que envidiarle a los que se van retirando.

Recientemente algunos cantantes han hecho el intento de relevar o por lo menos de poner sus nombres en la palestra para ser considerados, pero el asunto se ha quedado algo estancado; es el caso de El Mono Zabaleta, El Churo Díaz, Andrés Ariza, Orlando Acosta y muchos otros que han puesto de su parte, pero parece que no ha sido suficiente, porque el verdadero relevo no está a la vista.

Hace rato que vengo proponiendo, y lo reitero hoy, que el Festival de la Leyenda Vallenata debe implementar urgentemente la modalidad de mejor voz o cantante revelación, como una estrategia para descubrir las voces que deben relevar a quienes, o se quieren ir del vallenato o el inexorable paso del tiempo los convoca a retirarse.

Columnista
11 noviembre, 2016

Un grito en el desierto

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jorge Nain

Por los años 70, principios de la época dorada de nuestra música vallenata, el gran Alberto “Beto” Murgas le entregó a Juan Piña, unos hermosos versos que hoy me le dan el título a este escrito con el cual pretendo parafrasear la situación desesperada que vive actualmente nuestro folclor, por falta de promesas o figuras […]


Por los años 70, principios de la época dorada de nuestra música vallenata, el gran Alberto “Beto” Murgas le entregó a Juan Piña, unos hermosos versos que hoy me le dan el título a este escrito con el cual pretendo parafrasear la situación desesperada que vive actualmente nuestro folclor, por falta de promesas o figuras descollantes que nos muestren un futuro halagador en el canto vallenato del mañana.

“Se oye un grito en el desierto, se oye una voz apagada. Se nota un destino incierto en el indio que trabaja… En el norte de Colombia, ampliamente en La Guajira, es notable la zozobra y la angustia que domina”

Cuando el vallenato dio sus primeros pasos para quedarse como género musical comercial en Colombia, lo cual ocurrió a comienzos de la segunda mitad del siglo pasado con Alejo Durán, Luis Enrique Martínez, Abel Antonio Villa, quienes fueron relevados muy pronto por Alfredo Gutiérrez, Calixto Ochoa, Enrique Díaz, para solo mencionar algunos; estos prontamente encontraron sus correspondientes relevos generacionales que no fueron otros que los Hermanos Zuleta, Jorge Oñate, a quienes le recibieron, casi que de inmediato, Diomedes Díaz, Beto Zabaleta, El Binomio de Oro, Silvio Brito, Otto Serge y Rafael Ricardo, y a estos también los relevaron los Chiches, los Embajadores, Los Diablitos, quienes a su vez fueron reemplazados por Silvestre, Peter, Jorgito, Farid Ortiz; estos últimos están esperando quienes les reciben y no se ve una luz al final del túnel.
En columnas anteriores hemos hablado del ímpetu con el que irrumpe la mujer en estas épocas de reivindicaciones de género, lo cual sin duda le da un nuevo aire a nuestra musica, pero también, del paso que están dando algunos de nuestros artistas a otros géneros musicales en busca de nuevos mercados e internacionalización y mayor fama, lo que es entendible y aceptable, pero ¿dónde están los nuevos cantantes que estén pidiendo vía para relevar a Dangond, Manjarrés y Celedón? Esto que no ocurre con los acordeoneros, ya que estos sí se están renovando permanentemente y cada vez vemos nuevas camadas con grandes habilidades y destrezas que no tienen nada que envidiarle a los que se van retirando.

Recientemente algunos cantantes han hecho el intento de relevar o por lo menos de poner sus nombres en la palestra para ser considerados, pero el asunto se ha quedado algo estancado; es el caso de El Mono Zabaleta, El Churo Díaz, Andrés Ariza, Orlando Acosta y muchos otros que han puesto de su parte, pero parece que no ha sido suficiente, porque el verdadero relevo no está a la vista.

Hace rato que vengo proponiendo, y lo reitero hoy, que el Festival de la Leyenda Vallenata debe implementar urgentemente la modalidad de mejor voz o cantante revelación, como una estrategia para descubrir las voces que deben relevar a quienes, o se quieren ir del vallenato o el inexorable paso del tiempo los convoca a retirarse.