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Columnista - 18 mayo, 2012

Un crecimiento desigual

Por: Andrés Quintero Olmos   Los resultados económicos del año anterior fueron relativamente buenos, explicados por un fuerte crecimiento de la inversión en hidrocarburos y minería, y un aumento del consumo nacional.   Al mismo tiempo, sin que nadie sepa, las importaciones crecieron el doble que las exportaciones. Debido en gran parte al crecimiento de […]

Por: Andrés Quintero Olmos

 

Los resultados económicos del año anterior fueron relativamente buenos, explicados por un fuerte crecimiento de la inversión en hidrocarburos y minería, y un aumento del consumo nacional.

 

Al mismo tiempo, sin que nadie sepa, las importaciones crecieron el doble que las exportaciones. Debido en gran parte al crecimiento de la demanda interna y de la capacidad adquisitiva nacional consecuencia indirecta del fortalecimiento exagerado del peso (siendo el peso la moneda más revaluada en el mundo en los últimos meses).

 

De esta manera, se desmejoró el balance comercial colombiano, el cual irremediablemente apaciguó el crecimiento de 5.9% del PIB del año pasado y nos sacó de las grandes ligas de países como China, Chile, Perú, India o Corea del Sur.

 

En el viejo continente, los países más avanzados, como Francia, comienzan a entender lo verdaderamente crucial: si la diferencia de precio o de calidad entre el producto importado y el producido nacionalmente no es importante, es más dañino para la economía nacional (a) importar productos de bajo costo y asimismo suplir el mercado interno de productos baratos que (b) producir en el territorio nacional los mismos productos aunque éstos tengan relativamente un precio mayor. ¿Por qué? Porque el primero sólo mejora el consumo interno y tiene poco impacto tributario y laboral, mientras que el segundo crea empleo interno y aumenta proporcionalmente el consumo y oxigena el recaudo nacional.

 

El problema en Colombia es que con el TLC de Estados Unidos, la seguida revaluación del peso y la falta de competitividad interna de los productos internos -por carencia de infraestructura adecuada y titánicos costos de energía y gasolina nacional- las importaciones colombianas aumentarán sin más remedio en los próximos años (más que las exportaciones). Lo cual tendrá como repercusión inmediata de sustituir la oferta interna por oferta externa y, por tanto, de suprimir algunas producciones nacionales que, desde ya, están naturalmente en desventajas frente a una competencia internacional que se aprovecha de bajos salarios y subsidios estatales generalizados.

 

Ejemplo claro de esto es el sector textilero colombiano que tendrá que aprender a competir con un peso alto, onerosas facturas de energía, costos laborales en aumento y menos exenciones tributarias (se viene una reforma). Para rematar, ante la muy probable multiplicación de TLC’s, la producción interna tendrá cada vez menos escudos aduaneros estabilizadores de su tan necesaria industrialización.

 

A fin de cuentas, cuando observamos que los sectores de hidrocarburos y de minería crecieron en un 14% y que otros sectores de producción tradicional, con altos números de empleados, crecieron alrededor del 3-4% (agropecuario, industria, etc.) se trata, en suma, de un crecimiento bastante desigual que no beneficia a los más necesitados.

 

*********************

 

Mi pulla local: el gobierno está preparando una nueva reforma tributaria que podrá cambiar radicalmente el futuro económico del país: ¿están listos nuestros congresistas cesarenses Muvdi, Campo, Gnecco, Valera y Peña para dar el debate en el Congreso frente a los tecnócratas y congresistas capitalinos? Tengo duda empírica…

Columnista
18 mayo, 2012

Un crecimiento desigual

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Andrés E. Quintero Olmos

Por: Andrés Quintero Olmos   Los resultados económicos del año anterior fueron relativamente buenos, explicados por un fuerte crecimiento de la inversión en hidrocarburos y minería, y un aumento del consumo nacional.   Al mismo tiempo, sin que nadie sepa, las importaciones crecieron el doble que las exportaciones. Debido en gran parte al crecimiento de […]


Por: Andrés Quintero Olmos

 

Los resultados económicos del año anterior fueron relativamente buenos, explicados por un fuerte crecimiento de la inversión en hidrocarburos y minería, y un aumento del consumo nacional.

 

Al mismo tiempo, sin que nadie sepa, las importaciones crecieron el doble que las exportaciones. Debido en gran parte al crecimiento de la demanda interna y de la capacidad adquisitiva nacional consecuencia indirecta del fortalecimiento exagerado del peso (siendo el peso la moneda más revaluada en el mundo en los últimos meses).

 

De esta manera, se desmejoró el balance comercial colombiano, el cual irremediablemente apaciguó el crecimiento de 5.9% del PIB del año pasado y nos sacó de las grandes ligas de países como China, Chile, Perú, India o Corea del Sur.

 

En el viejo continente, los países más avanzados, como Francia, comienzan a entender lo verdaderamente crucial: si la diferencia de precio o de calidad entre el producto importado y el producido nacionalmente no es importante, es más dañino para la economía nacional (a) importar productos de bajo costo y asimismo suplir el mercado interno de productos baratos que (b) producir en el territorio nacional los mismos productos aunque éstos tengan relativamente un precio mayor. ¿Por qué? Porque el primero sólo mejora el consumo interno y tiene poco impacto tributario y laboral, mientras que el segundo crea empleo interno y aumenta proporcionalmente el consumo y oxigena el recaudo nacional.

 

El problema en Colombia es que con el TLC de Estados Unidos, la seguida revaluación del peso y la falta de competitividad interna de los productos internos -por carencia de infraestructura adecuada y titánicos costos de energía y gasolina nacional- las importaciones colombianas aumentarán sin más remedio en los próximos años (más que las exportaciones). Lo cual tendrá como repercusión inmediata de sustituir la oferta interna por oferta externa y, por tanto, de suprimir algunas producciones nacionales que, desde ya, están naturalmente en desventajas frente a una competencia internacional que se aprovecha de bajos salarios y subsidios estatales generalizados.

 

Ejemplo claro de esto es el sector textilero colombiano que tendrá que aprender a competir con un peso alto, onerosas facturas de energía, costos laborales en aumento y menos exenciones tributarias (se viene una reforma). Para rematar, ante la muy probable multiplicación de TLC’s, la producción interna tendrá cada vez menos escudos aduaneros estabilizadores de su tan necesaria industrialización.

 

A fin de cuentas, cuando observamos que los sectores de hidrocarburos y de minería crecieron en un 14% y que otros sectores de producción tradicional, con altos números de empleados, crecieron alrededor del 3-4% (agropecuario, industria, etc.) se trata, en suma, de un crecimiento bastante desigual que no beneficia a los más necesitados.

 

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Mi pulla local: el gobierno está preparando una nueva reforma tributaria que podrá cambiar radicalmente el futuro económico del país: ¿están listos nuestros congresistas cesarenses Muvdi, Campo, Gnecco, Valera y Peña para dar el debate en el Congreso frente a los tecnócratas y congresistas capitalinos? Tengo duda empírica…