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General - 28 agosto, 2016

Un tendero que heredó la sombra de la muerte

Jairo Raúl Ortiz Rueda asegura que su oficio representa un alto riesgo teniendo en cuenta que este gremio es ‘presa’ del accionar delincuencial.

Joaquín Ramírez/EL PILÓN
Jairo Raúl Ortiz Rueda, un tendero santandereano en Valledupar que ama su labor, pese a los riesgos que asume en medio del accionar delincuencial que los azota a este gremio.
Joaquín Ramírez/EL PILÓN Jairo Raúl Ortiz Rueda, un tendero santandereano en Valledupar que ama su labor, pese a los riesgos que asume en medio del accionar delincuencial que los azota a este gremio.

“Uno no puede vivir con los recuerdos de los muertos”. Palabras que desafían una realidad que no es inerte al entorno que se vive en Valledupar, en donde los tenderos son blanco mortal de la delincuencia.

Así plasma Jairo Raúl Ortiz Rueda una semblanza real que no esconde a través de sus palabras, ensalzadas con un toque que evidencia su bagaje detrás de un mostrador. Conoce a fondo el oficio de tendero porque proviene de una tierra en donde “se nace para esta labor”.

No le importa el escenario sangriento que tiene que afrontar por culpa de las balas asesinas que un día tocaron el lugar que se convirtió en el sustento de su familia. Compró la tienda en donde hace más de tres años segaron la vida de un colega, sin embargo, no se le arruga al ‘fantasma’ de la muerte porque asegura que “la inseguridad está en todas partes y a toda hora”.

El 24 de febrero de 2013, el tendero Richard Henry Quintero Delgado, de 38 años, fue asesinado de un impacto de bala en el tórax al resistirse a un atraco en un establecimiento comercial en el barrio San Joaquín en esta ciudad, propiedad de sus tías. “Llegaron a atracarlo, pero mi hijo no quiso entregar la plata, por eso le dispararon”, recordó uno de los familiares de Quintero Delgado.

La sombra homicida parece cicatrizar. Jairo Raúl le resta importancia a ese antecedente, pero no oculta su suspicacia cada vez que una motocicleta se acerca al lugar. Sus ojos negros y grandes miran fijamente el entorno, en él hay desconfianza, la misma que sirve de garante a la hora de atender al nuevo cliente.

Es un nómada del comercio porque después de abandonar su natal Zapatoca (Santander) hace más de 17 años, su profesión como tendero llegó a Santa Marta en donde por más de una décadas ejerció su oficio.

“Yo me vine de Zapatoca porque nadie es profeta en su tierra, llegué a Santa Marta y luego a Valledupar en busca de un mejor mañana. A mí no me importa que en esta tienda hayan matado a alguien, a mí la sombra de la muerte no me preocupa ni me asusta porque uno no puede vivir de los recuerdos. En Santa Marta fui tendero y panadero, allá los paramilitares de Hernán Giraldo actuaban a su antojo, viví esa época sangrienta, incluso, recuerdo que en una tienda mataron a 17 personas y hoy es una de las más grandes de la ciudad porque creció y prosperó económicamente”, aseguró.

Reflexiona y mira hacia el techo como queriendo voltear la página, cuya historia bañada en sangre aún es recordada por vecinos del lugar en donde hoy funciona su local comercial. Como todo santandereano frío y calculador, don Jairo Raúl Ortiz Rueda encontró en el comercio su fuente de vida, el mismo que un día lo hizo salir de su terruño en busca de mejores horizontes económicos.

“Mucha gente se viene para la Costa porque huye de la violencia, usted va al barrio El Carmen y encuentra que la mayoría de los tenderos son santandereanos, afortunadamente mi pueblo fue relativamente sano en cuanto a los índices de violencia, nunca hubo tomas guerrilleras o presencia de otros actores armados, pero en Betulia, cerca de Zapatoca, sí hubo incursiones lo que generó que mucha gente emigrara a otros lugares, la mayoría de ellos eran tenderos”, recordó.

Sus precauciones

El hombre de apariencia robusta y que tiene 40 años, asegura que “guerra avisada no mata soldado”, por eso guarda en un lugar estratégico de su tiene en el barrio San Joaquín un arma de dotación en caso de una eventualidad.

“Tengo un revólver para el que venga, estoy hasta donde Dios quiera”, advirtió el comerciante en tono desafiante como queriendo retar la muerte si se aparece vestida de delincuente. Por ahora se encomienda a Dios porque en Él recae su fe y pone el destino en sus manos. Tiene los pies sobre la tierra y los ojos bien abiertos para que la sorpresa no le arrebate lo que ha construido con el sudor de su frente.

¿Un negocio?

Jairo Ortiz es apático al Día del Tendero que se celebra hoy en Colombia. Asegura que eso se convirtió en un negocio, por eso no participa de las actividades programadas por el gremio.

“En esas fiestas venden las cosas muy caras, una cerveza vale 5.000 o 6.000 pesos, se supone que es un integración entre nosotros, por eso nunca participo de ella”, lamentó.

Tiene los pies sobre la tierra, da crédito a la situación actual de su gremio, por eso argumenta que “ya este negocio no es como antes, el servicio de energía, los impuestos, los aranceles están muy altos y cuando uno comienza en este negocio trabaja es para pagar esos compromisos. Muchos tenderos están vendiendo porque la situación económica no es la mejor, algunos son extorsionados. Esa es la realidad”.

El Día Nacional del Tendero enmarca su importancia en el interés de la Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco por destacar uno de los ámbitos más importantes en la economía. Las tiendas de barrio poseen cerca del 60 % del mercado de bienes de consumo masivo en el país. En el mismo sentido, estudios recientes de Fenalco muestran que las tiendas de barrio o minimercados se han fortalecido en los últimos nueve años y que actualmente capturan más de la mitad de las ventas de consumo masivo.

Según expertos, en Colombia las ventas al menudeo, como habitualmente se les conoce a las que se realizan en las tiendas de barrio, seguirán teniendo una alta demanda en los estratos uno, dos y tres.

Sus ojos negros y grandes miran fijamente el entorno, en Jairo Raúl Ortiz Rueda hay desconfianza, la misma que sirve de garante a la hora de atender al nuevo cliente.

Hoy se conmemora el Día Nacional del Tendero en todo el país.

Nibaldo Bustamante/EL PILÓN

 

General
28 agosto, 2016

Un tendero que heredó la sombra de la muerte

Jairo Raúl Ortiz Rueda asegura que su oficio representa un alto riesgo teniendo en cuenta que este gremio es ‘presa’ del accionar delincuencial.


Joaquín Ramírez/EL PILÓN
Jairo Raúl Ortiz Rueda, un tendero santandereano en Valledupar que ama su labor, pese a los riesgos que asume en medio del accionar delincuencial que los azota a este gremio.
Joaquín Ramírez/EL PILÓN Jairo Raúl Ortiz Rueda, un tendero santandereano en Valledupar que ama su labor, pese a los riesgos que asume en medio del accionar delincuencial que los azota a este gremio.

“Uno no puede vivir con los recuerdos de los muertos”. Palabras que desafían una realidad que no es inerte al entorno que se vive en Valledupar, en donde los tenderos son blanco mortal de la delincuencia.

Así plasma Jairo Raúl Ortiz Rueda una semblanza real que no esconde a través de sus palabras, ensalzadas con un toque que evidencia su bagaje detrás de un mostrador. Conoce a fondo el oficio de tendero porque proviene de una tierra en donde “se nace para esta labor”.

No le importa el escenario sangriento que tiene que afrontar por culpa de las balas asesinas que un día tocaron el lugar que se convirtió en el sustento de su familia. Compró la tienda en donde hace más de tres años segaron la vida de un colega, sin embargo, no se le arruga al ‘fantasma’ de la muerte porque asegura que “la inseguridad está en todas partes y a toda hora”.

El 24 de febrero de 2013, el tendero Richard Henry Quintero Delgado, de 38 años, fue asesinado de un impacto de bala en el tórax al resistirse a un atraco en un establecimiento comercial en el barrio San Joaquín en esta ciudad, propiedad de sus tías. “Llegaron a atracarlo, pero mi hijo no quiso entregar la plata, por eso le dispararon”, recordó uno de los familiares de Quintero Delgado.

La sombra homicida parece cicatrizar. Jairo Raúl le resta importancia a ese antecedente, pero no oculta su suspicacia cada vez que una motocicleta se acerca al lugar. Sus ojos negros y grandes miran fijamente el entorno, en él hay desconfianza, la misma que sirve de garante a la hora de atender al nuevo cliente.

Es un nómada del comercio porque después de abandonar su natal Zapatoca (Santander) hace más de 17 años, su profesión como tendero llegó a Santa Marta en donde por más de una décadas ejerció su oficio.

“Yo me vine de Zapatoca porque nadie es profeta en su tierra, llegué a Santa Marta y luego a Valledupar en busca de un mejor mañana. A mí no me importa que en esta tienda hayan matado a alguien, a mí la sombra de la muerte no me preocupa ni me asusta porque uno no puede vivir de los recuerdos. En Santa Marta fui tendero y panadero, allá los paramilitares de Hernán Giraldo actuaban a su antojo, viví esa época sangrienta, incluso, recuerdo que en una tienda mataron a 17 personas y hoy es una de las más grandes de la ciudad porque creció y prosperó económicamente”, aseguró.

Reflexiona y mira hacia el techo como queriendo voltear la página, cuya historia bañada en sangre aún es recordada por vecinos del lugar en donde hoy funciona su local comercial. Como todo santandereano frío y calculador, don Jairo Raúl Ortiz Rueda encontró en el comercio su fuente de vida, el mismo que un día lo hizo salir de su terruño en busca de mejores horizontes económicos.

“Mucha gente se viene para la Costa porque huye de la violencia, usted va al barrio El Carmen y encuentra que la mayoría de los tenderos son santandereanos, afortunadamente mi pueblo fue relativamente sano en cuanto a los índices de violencia, nunca hubo tomas guerrilleras o presencia de otros actores armados, pero en Betulia, cerca de Zapatoca, sí hubo incursiones lo que generó que mucha gente emigrara a otros lugares, la mayoría de ellos eran tenderos”, recordó.

Sus precauciones

El hombre de apariencia robusta y que tiene 40 años, asegura que “guerra avisada no mata soldado”, por eso guarda en un lugar estratégico de su tiene en el barrio San Joaquín un arma de dotación en caso de una eventualidad.

“Tengo un revólver para el que venga, estoy hasta donde Dios quiera”, advirtió el comerciante en tono desafiante como queriendo retar la muerte si se aparece vestida de delincuente. Por ahora se encomienda a Dios porque en Él recae su fe y pone el destino en sus manos. Tiene los pies sobre la tierra y los ojos bien abiertos para que la sorpresa no le arrebate lo que ha construido con el sudor de su frente.

¿Un negocio?

Jairo Ortiz es apático al Día del Tendero que se celebra hoy en Colombia. Asegura que eso se convirtió en un negocio, por eso no participa de las actividades programadas por el gremio.

“En esas fiestas venden las cosas muy caras, una cerveza vale 5.000 o 6.000 pesos, se supone que es un integración entre nosotros, por eso nunca participo de ella”, lamentó.

Tiene los pies sobre la tierra, da crédito a la situación actual de su gremio, por eso argumenta que “ya este negocio no es como antes, el servicio de energía, los impuestos, los aranceles están muy altos y cuando uno comienza en este negocio trabaja es para pagar esos compromisos. Muchos tenderos están vendiendo porque la situación económica no es la mejor, algunos son extorsionados. Esa es la realidad”.

El Día Nacional del Tendero enmarca su importancia en el interés de la Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco por destacar uno de los ámbitos más importantes en la economía. Las tiendas de barrio poseen cerca del 60 % del mercado de bienes de consumo masivo en el país. En el mismo sentido, estudios recientes de Fenalco muestran que las tiendas de barrio o minimercados se han fortalecido en los últimos nueve años y que actualmente capturan más de la mitad de las ventas de consumo masivo.

Según expertos, en Colombia las ventas al menudeo, como habitualmente se les conoce a las que se realizan en las tiendas de barrio, seguirán teniendo una alta demanda en los estratos uno, dos y tres.

Sus ojos negros y grandes miran fijamente el entorno, en Jairo Raúl Ortiz Rueda hay desconfianza, la misma que sirve de garante a la hora de atender al nuevo cliente.

Hoy se conmemora el Día Nacional del Tendero en todo el país.

Nibaldo Bustamante/EL PILÓN