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Columnista - 3 mayo, 2017

Solón, Pisistrato y Clístenes

Escribir este tipo de columnas periodísticas para consideración de los lectores, yo me justifico, pues la historia es un pedagogo que nos enseña a no repetir circunstancias y hechos indeseables, a imitar dirigentes e instituciones valiosas. Los arriba nombrados fueron legisladores y gobernantes que hacia el siglo quinto antes de Cristo fomentaron en Grecia desde […]

Escribir este tipo de columnas periodísticas para consideración de los lectores, yo me justifico, pues la historia es un pedagogo que nos enseña a no repetir circunstancias y hechos indeseables, a imitar dirigentes e instituciones valiosas.

Los arriba nombrados fueron legisladores y gobernantes que hacia el siglo quinto antes de Cristo fomentaron en Grecia desde su capital Atenas, el interés de la población por la cultura jónica (de pensamiento filosófico), las prácticas del buen gobierno, el crecimiento intelectual en general, el desarrollo económico y social.

Seguramente por eso mismo, agitados por la envidia, se abalanzaron contra los griegos los pobladores persas, guiados por su Rey Darío, planteándoles las llamadas guerras médicas.

Los Persas sofocaron la vida civilizada y culta de los habitantes de las colonias griegas del Asia menor (actual Turquía), pretendiendo también imponerse en el continente Griego.

Sin embargo, en las llanuras de Maratón fueron vencidos por el general ateniense Milciades, cuya victoria fue participada a la población por el soldado de infantería Filipides, caído muerto de cansancio una vez comunicada la noticia. Esta fue la primera carrera de Maratón en la historia, cuya gesta salvaguardó, así fuera transitoriamente, la Acrópolis y el Partenón Atenienses.

Pero la victoria alcanzada y la paz lograda duraron poco tiempo, pues el rey persa, Darío, fue sucedido por su hijo Jerjes, y éste consumó un duro golpe contra los griegos en el desfiladero de las Termópilas en el que abatió al general espartano Leónidas y a sus trescientos guerreros. Jerjes desbastó Atenas comenzando esta vez por la destrucción de su mayor emblema, la acrópolis con su biblioteca y el templo Partenón.

No obstante, después de aquellos años aciagos, Grecia se repone renaciendo de las cenizas como el ave Fénix, y con el general ateniense Temístocles a la cabeza vence a los persas en la batalla de Salamina, lo mismo que el general espartano Pausanias en la batalla de Platea. Dos batallas decisivas para la supervivencia de Grecia, y en general para la cultura occidental, pues si no hubiera sido así, hoy día en vez de cristianos muy probablemente seriamos musulmanes.

Con todo, hay que decir que las guerras médicas en las que los griegos rechazaron definitivamente al imperio persa, aquellos quedaron divididos en su cultura y en su historia en dos bandos enemistados.
Por una parte, los Espartanos, que continuaban caracterizados por una forma de gobierno aristocrático y de mentalidad militar, agrupados en la región sureña del Peloponeso; y por otra parte, los atenienses, los jonios y los habitantes de las islas del Mar Egeo, quienes se agruparon en la llamada liga de Delfos, que optaron por una vida de cultura intelectual, en sus variadas formas, la filosofía, el teatro, la poesía, las artes, las matemáticas, las ciencias naturales, la política democrática etc.

Esta liga de Delfos fue pensada como una coalición de ciudades iguales, pero en la que la más importante, Atenas, quedaba con el mando de la escuadra común y la administración del tesoro. Atenas pudo organizar un comercio grande y consolidarse como el principal poder de Grecia. Justamente una época gloriosa apta precisamente para que surgiera una excepcional personalidad política, Pericles, a la que nos referiremos en nuestra próxima columna.

NOTA: si visitas Pueblo Bello notarás que allí tu mente piensa mejor.

Rodrigo López Barros

[email protected]

Columnista
3 mayo, 2017

Solón, Pisistrato y Clístenes

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Escribir este tipo de columnas periodísticas para consideración de los lectores, yo me justifico, pues la historia es un pedagogo que nos enseña a no repetir circunstancias y hechos indeseables, a imitar dirigentes e instituciones valiosas. Los arriba nombrados fueron legisladores y gobernantes que hacia el siglo quinto antes de Cristo fomentaron en Grecia desde […]


Escribir este tipo de columnas periodísticas para consideración de los lectores, yo me justifico, pues la historia es un pedagogo que nos enseña a no repetir circunstancias y hechos indeseables, a imitar dirigentes e instituciones valiosas.

Los arriba nombrados fueron legisladores y gobernantes que hacia el siglo quinto antes de Cristo fomentaron en Grecia desde su capital Atenas, el interés de la población por la cultura jónica (de pensamiento filosófico), las prácticas del buen gobierno, el crecimiento intelectual en general, el desarrollo económico y social.

Seguramente por eso mismo, agitados por la envidia, se abalanzaron contra los griegos los pobladores persas, guiados por su Rey Darío, planteándoles las llamadas guerras médicas.

Los Persas sofocaron la vida civilizada y culta de los habitantes de las colonias griegas del Asia menor (actual Turquía), pretendiendo también imponerse en el continente Griego.

Sin embargo, en las llanuras de Maratón fueron vencidos por el general ateniense Milciades, cuya victoria fue participada a la población por el soldado de infantería Filipides, caído muerto de cansancio una vez comunicada la noticia. Esta fue la primera carrera de Maratón en la historia, cuya gesta salvaguardó, así fuera transitoriamente, la Acrópolis y el Partenón Atenienses.

Pero la victoria alcanzada y la paz lograda duraron poco tiempo, pues el rey persa, Darío, fue sucedido por su hijo Jerjes, y éste consumó un duro golpe contra los griegos en el desfiladero de las Termópilas en el que abatió al general espartano Leónidas y a sus trescientos guerreros. Jerjes desbastó Atenas comenzando esta vez por la destrucción de su mayor emblema, la acrópolis con su biblioteca y el templo Partenón.

No obstante, después de aquellos años aciagos, Grecia se repone renaciendo de las cenizas como el ave Fénix, y con el general ateniense Temístocles a la cabeza vence a los persas en la batalla de Salamina, lo mismo que el general espartano Pausanias en la batalla de Platea. Dos batallas decisivas para la supervivencia de Grecia, y en general para la cultura occidental, pues si no hubiera sido así, hoy día en vez de cristianos muy probablemente seriamos musulmanes.

Con todo, hay que decir que las guerras médicas en las que los griegos rechazaron definitivamente al imperio persa, aquellos quedaron divididos en su cultura y en su historia en dos bandos enemistados.
Por una parte, los Espartanos, que continuaban caracterizados por una forma de gobierno aristocrático y de mentalidad militar, agrupados en la región sureña del Peloponeso; y por otra parte, los atenienses, los jonios y los habitantes de las islas del Mar Egeo, quienes se agruparon en la llamada liga de Delfos, que optaron por una vida de cultura intelectual, en sus variadas formas, la filosofía, el teatro, la poesía, las artes, las matemáticas, las ciencias naturales, la política democrática etc.

Esta liga de Delfos fue pensada como una coalición de ciudades iguales, pero en la que la más importante, Atenas, quedaba con el mando de la escuadra común y la administración del tesoro. Atenas pudo organizar un comercio grande y consolidarse como el principal poder de Grecia. Justamente una época gloriosa apta precisamente para que surgiera una excepcional personalidad política, Pericles, a la que nos referiremos en nuestra próxima columna.

NOTA: si visitas Pueblo Bello notarás que allí tu mente piensa mejor.

Rodrigo López Barros

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