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Columnista - 11 junio, 2018

Solo se trata de educar

Los países del primer mundo no han hecho nada distinto a educar. Fue así como llegaron a constituirse como innovadores, productivos y competitivos. No le tuvieron miedo a convertir la educación en la primera política pública. No tienen que ser todos doctores, pues la educación no se trata de lograr una posición social sino de […]

Los países del primer mundo no han hecho nada distinto a educar. Fue así como llegaron a constituirse como innovadores, productivos y competitivos. No le tuvieron miedo a convertir la educación en la primera política pública. No tienen que ser todos doctores, pues la educación no se trata de lograr una posición social sino de adquirir el conocimiento y las habilidades necesarias para desarrollarse en un campo específico de aplicación. No importa si es artista, filósofo o ingeniero. La educación es el escenario ideal para el descubrimiento del talento, para sacarlo a flote y pulirlo, para volverlo rentable y aportar todo ese conjunto a la sociedad.

Los proyectos innovadores vienen de la investigación y en países como el nuestro constituye una exigencia asignar recursos importantes para desarrollarla desde la escuela primaria. Los colegios, las universidades y la empresa privada deberían tener porcentajes significativos para la investigación, pero parece que la cifra siempre es mirada como gasto y no como inversión. Entonces la investigación termina por ser, en la mayoría de las instituciones educativas, una cosa de profesores incansables con alumnos alrededor de papeles sin posibilidad de aplicación. Así es como se desarrollan las patentes que tiene registros, pero no se venden para que sean reales. Patentes de papel. Da igual tenerlas. La ciencia no tiene asidero por fuera de la comprobación de sus tesis. Por eso está MIT y Silicon Valley, que recibe un tercio del total de la inversión de capital de riesgo en Estados Unidos de grandes empresas. Así se es primer mundo: se educa, se investiga, se invierte, se tienen resultados de la investigación aplicada, los resultados se convierten en un bien social.

No educar es tenerle miedo a que el otro sea, y sin el otro, ¿qué soy yo? Bueno, podría ser un “no educado”. Los gobiernos que le apuestan a la educación son gobiernos con una clara idea de desarrollo y competitividad, disciplinados y llenos de sentido. Con gran conciencia de que la materia prima es el hombre mismo, o, ¿dónde se ha visto una palma de cera fabricando un chip de silicio? No en Silicon Valley.

A propósito: Esperemos que a la sede de la Universidad Nacional en la Paz se le asigne un presupuesto importante para investigación, no sea que los estudiantes se sienten, obedientes y juiciosos, simplemente, a recibir clases.

Columnista
11 junio, 2018

Solo se trata de educar

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
María Angélica Pumarejo

Los países del primer mundo no han hecho nada distinto a educar. Fue así como llegaron a constituirse como innovadores, productivos y competitivos. No le tuvieron miedo a convertir la educación en la primera política pública. No tienen que ser todos doctores, pues la educación no se trata de lograr una posición social sino de […]


Los países del primer mundo no han hecho nada distinto a educar. Fue así como llegaron a constituirse como innovadores, productivos y competitivos. No le tuvieron miedo a convertir la educación en la primera política pública. No tienen que ser todos doctores, pues la educación no se trata de lograr una posición social sino de adquirir el conocimiento y las habilidades necesarias para desarrollarse en un campo específico de aplicación. No importa si es artista, filósofo o ingeniero. La educación es el escenario ideal para el descubrimiento del talento, para sacarlo a flote y pulirlo, para volverlo rentable y aportar todo ese conjunto a la sociedad.

Los proyectos innovadores vienen de la investigación y en países como el nuestro constituye una exigencia asignar recursos importantes para desarrollarla desde la escuela primaria. Los colegios, las universidades y la empresa privada deberían tener porcentajes significativos para la investigación, pero parece que la cifra siempre es mirada como gasto y no como inversión. Entonces la investigación termina por ser, en la mayoría de las instituciones educativas, una cosa de profesores incansables con alumnos alrededor de papeles sin posibilidad de aplicación. Así es como se desarrollan las patentes que tiene registros, pero no se venden para que sean reales. Patentes de papel. Da igual tenerlas. La ciencia no tiene asidero por fuera de la comprobación de sus tesis. Por eso está MIT y Silicon Valley, que recibe un tercio del total de la inversión de capital de riesgo en Estados Unidos de grandes empresas. Así se es primer mundo: se educa, se investiga, se invierte, se tienen resultados de la investigación aplicada, los resultados se convierten en un bien social.

No educar es tenerle miedo a que el otro sea, y sin el otro, ¿qué soy yo? Bueno, podría ser un “no educado”. Los gobiernos que le apuestan a la educación son gobiernos con una clara idea de desarrollo y competitividad, disciplinados y llenos de sentido. Con gran conciencia de que la materia prima es el hombre mismo, o, ¿dónde se ha visto una palma de cera fabricando un chip de silicio? No en Silicon Valley.

A propósito: Esperemos que a la sede de la Universidad Nacional en la Paz se le asigne un presupuesto importante para investigación, no sea que los estudiantes se sienten, obedientes y juiciosos, simplemente, a recibir clases.