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Columnista - 9 febrero, 2014

Sin doctrina

Coinciden los comentaristas en que esta campaña electoral es confusa y aburrida. Corta –menos mal- y decepcionante en grado sumo.

Por Luis Augusto González Pimienta

Coinciden los comentaristas en que esta campaña electoral es confusa y aburrida. Corta –menos mal- y decepcionante en grado sumo.

Candidatos de todos los pelambres se postulan para una curul en el Congreso con promesas extraídas de campañas del siglo XIX. Salud, educación, vías, vivienda, lo mismo de siempre. Y como siempre poco o nada se cumplirá.

La confusión ha hecho presa del elector por falta de doctrina. Los políticos modernos ni siquiera saben que una doctrina es un conjunto de ideas u opiniones, filosóficas y políticas sustentadas por una persona o grupo. Los intereses personales, el afán de figuración y hasta el ánimo de lucro, son los atributos que rodean a los aspirantes del momento, algunos repitentes, otros nuevos y unos más, reciclados.

¿Cómo puede haber doctrina en el revoltillo de alianzas y cambios de partido que se está dando? ¿Qué ideología, cuáles principios, orientan el proselitismo actual?

No se entiende cómo alguien que ayer fue Conservador hoy figure en listas de origen Liberal, o viceversa, claro, en partidos con nombres nuevos (la U, Centro Democrático, Cambio Radical, Opción Ciudadana) o que la izquierda se divida entre el Polo Democrático y la Alianza Verde, colectividades que agrupan a todos los que andan como ruedas sueltas.

Se les olvida que todo tiene un límite y que el elector libre se cansó. Ya mira otras opciones, como el voto en blanco, por ejemplo. Aquellos que siguen votando por los de siempre, lo hacen para anclarse en el puesto que tienen o para obtener uno para sí, o para un pariente cercano. Ignoran que el nepotismo se apodera de los elegidos. El elector común que se despabile, para él nada habrá, su elegido solo mirará hacia los de su sangre, en palmaria demostración de que es un buen familiar.

El verbo encendido de los grandes oradores tampoco aparece. No hace falta, dicen. Basta con soltar lugares comunes, empapelar las ciudades, armar reuniones barriales incentivadas por comida y licor, contratar espacios radiales, hacerse a un buen número de tenientes políticos, procurarse transporte y preparar la tula para el día de las elecciones.

Esta campaña produce bostezos. Solo es comparable con un diálogo entre Santos y Pékerman, en donde las palabras salen con tirabuzón.

Se espera que con el tiempo todo vuelva a su cauce, como ocurrió en el pasado. En el entretanto reina el caos, la división, lo que provoca la frialdad actual.

P.S. Envío mi voz de aliento al Bore Luquez y a Ocha, lo mismo que a Oussama y su familia por el duro trance que están pasando.
Bogotá, 1 de febrero de 2014

Columnista
9 febrero, 2014

Sin doctrina

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Augusto González Pimienta

Coinciden los comentaristas en que esta campaña electoral es confusa y aburrida. Corta –menos mal- y decepcionante en grado sumo.


Por Luis Augusto González Pimienta

Coinciden los comentaristas en que esta campaña electoral es confusa y aburrida. Corta –menos mal- y decepcionante en grado sumo.

Candidatos de todos los pelambres se postulan para una curul en el Congreso con promesas extraídas de campañas del siglo XIX. Salud, educación, vías, vivienda, lo mismo de siempre. Y como siempre poco o nada se cumplirá.

La confusión ha hecho presa del elector por falta de doctrina. Los políticos modernos ni siquiera saben que una doctrina es un conjunto de ideas u opiniones, filosóficas y políticas sustentadas por una persona o grupo. Los intereses personales, el afán de figuración y hasta el ánimo de lucro, son los atributos que rodean a los aspirantes del momento, algunos repitentes, otros nuevos y unos más, reciclados.

¿Cómo puede haber doctrina en el revoltillo de alianzas y cambios de partido que se está dando? ¿Qué ideología, cuáles principios, orientan el proselitismo actual?

No se entiende cómo alguien que ayer fue Conservador hoy figure en listas de origen Liberal, o viceversa, claro, en partidos con nombres nuevos (la U, Centro Democrático, Cambio Radical, Opción Ciudadana) o que la izquierda se divida entre el Polo Democrático y la Alianza Verde, colectividades que agrupan a todos los que andan como ruedas sueltas.

Se les olvida que todo tiene un límite y que el elector libre se cansó. Ya mira otras opciones, como el voto en blanco, por ejemplo. Aquellos que siguen votando por los de siempre, lo hacen para anclarse en el puesto que tienen o para obtener uno para sí, o para un pariente cercano. Ignoran que el nepotismo se apodera de los elegidos. El elector común que se despabile, para él nada habrá, su elegido solo mirará hacia los de su sangre, en palmaria demostración de que es un buen familiar.

El verbo encendido de los grandes oradores tampoco aparece. No hace falta, dicen. Basta con soltar lugares comunes, empapelar las ciudades, armar reuniones barriales incentivadas por comida y licor, contratar espacios radiales, hacerse a un buen número de tenientes políticos, procurarse transporte y preparar la tula para el día de las elecciones.

Esta campaña produce bostezos. Solo es comparable con un diálogo entre Santos y Pékerman, en donde las palabras salen con tirabuzón.

Se espera que con el tiempo todo vuelva a su cauce, como ocurrió en el pasado. En el entretanto reina el caos, la división, lo que provoca la frialdad actual.

P.S. Envío mi voz de aliento al Bore Luquez y a Ocha, lo mismo que a Oussama y su familia por el duro trance que están pasando.
Bogotá, 1 de febrero de 2014