Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 29 mayo, 2017

Santa Rita: la chiquita y la grande

“Tengo labrada la tierra, la semilla está acogida, con la esperanza que llueva para sembrar enseguida, tu que fuiste labrador ayúdame en mi labranza donde tengo mi esperanza derramando mi sudor”. El aparte que antecede corresponde a la canción titulada ‘San Isidro Labrador’, de la autoría de Enrique Pertuz, incluida por los Hermanos Zuleta en […]

“Tengo labrada la tierra, la semilla está acogida, con la esperanza que llueva para sembrar enseguida, tu que fuiste labrador ayúdame en mi labranza donde tengo mi esperanza derramando mi sudor”.

El aparte que antecede corresponde a la canción titulada ‘San Isidro Labrador’, de la autoría de Enrique Pertuz, incluida por los Hermanos Zuleta en el corte número 3 del Lado B del LP titulado ‘Mi canto sentimental’, que fue conocido por el público el 18 de junio de 1973, la cual vino a mi mente mientras santificaba las fiestas en días pasados.

El 22 de mayo reciente pasado y como ha sido mi costumbre heredada de mis mayores, asistí a los actos litúrgicos con motivo de las fiestas de Santa Rita de Casia patrona de Mongui, mi tierra natal, y mientras el padre Jefferson hacia un bellísimo relato de la vida pasión y muerte de Rita, un caudal de recuerdos venían a mi mente de esa sagrada celebración en los tiempos cuando yo estaba muchacho, esta vez pude advertir con más tristeza que entusiasmo las sentidas ausencias, la indiferencia de la mayoría de mis coterráneos ante ese acontecimiento especial, en contraste con lo que percibí ese día, cuando eran nuestros viejos los organizadores del festejo, era aquel un acontecimiento que a todos unía, parece que ahora todo lo divide trayendo como consecuencia el marchitamiento de la tradicional festividad, no necesité que me lo contaran, eso lo sentí de inmediato porque uno conoce a su gente, era notorio que algo no andaba bien y la cara de “Santa Rita la Chiquita” lo decía todo, su descolorido vestido desnudaba también su descuido inexplicable porque para la solemne Eucaristía en lugar de colocarle uno bellísimo que Mariela mi hermana le regaló el año anterior cuando vino de Canadá a pagarle una promesa, le pusieron un trajecito descolorido y maltratado por los años.

Cuánta falta hacen nuestros viejos para que coloquen las cosas en su lugar y para que siguieran haciendo del 22 de mayo un día sabroso y de reencuentros, eran ellos quienes con las uñas hacían la fiesta, era más importante la santa que las ostentaciones, todo mundo colaboraba y la gente no hablaba mal de la gente, ningún pobre era enemigo del otro pobre, no existía la capillita que hoy se tiene y que con el esfuerzo de todos se ampliará en el inmediato futuro, las celebraciones las hacían en la casa de Prudencia Fuentes ‘Pule’, en una casa de bahareque y palma amarga que quedaba cerca de la mía, en frente existía un salón donde todos bailaban mientras el olor a pólvora de fuegos artificiales se confundía con la parafina de las velas y velones encendidos, era ella la dueña de “Santa Rita la chiquita” que heredó del señor Aguirre, su abuelo, quien la mantuvo escondida mientras peleaba en la guerra de los mil días para salvarla de caer en manos del enemigo y siempre escuchaba decir que ella lo salvó varias veces de la muerte.

La llegada al pueblo de “Santa Rita la grande” no fue inicialmente de buen recibo, se decía entonces que la milagrosa era la chiquita, claro, no dejó de ser aquel un acontecimiento de connotaciones extraordinarias para todos, no olvido que la llevó el Padre Pio y la puso durante varios días dentro de un guacal de madera en la sala de la casa de la tía Negra Acosta, fue para el mes de mayo de 1971 y los muchachos nos acostábamos a su lado para medirnos con ella, no fue fácil que los viejos entendieran la necesidad de contar con una imagen más grande, moderna y de la comunidad, porque la otra tenía su dueña, recuerdo que Evaristo, mi padre, junto con Monseñor Livio Reginaldo Fischioni, conjuntamente con don Miguel Campo Brito y Luis Carlos Cobo en representación de la Junta de Acción Comunal mandaron a llamar a mi abuelo Eduardo Medina y a don Crispín Peralta como pilares familiares de todos para explicarles el asunto y fueron quienes dieron su aprobación para que con la autorización del profesor Alonso Solano, Rector del colegio, permitieran ingresar la santa a la sala de profesores del local viejo.

Alguna vez dijo papá que nuestra patrona no debería llamarse así, sino “Santa Rita Labradora”, porque cada vez que habían apuros para las cosechas por falta de lluvias le hacían procesión hasta los roserios en la región de Songó, y a medida que avanzaban los agricultores hacían sonar salvas con sus chopas, las escopetas y revólveres llovía-

Por Luis Eduardo Acosta Medina

 

Columnista
29 mayo, 2017

Santa Rita: la chiquita y la grande

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Eduardo Acosta Medina

“Tengo labrada la tierra, la semilla está acogida, con la esperanza que llueva para sembrar enseguida, tu que fuiste labrador ayúdame en mi labranza donde tengo mi esperanza derramando mi sudor”. El aparte que antecede corresponde a la canción titulada ‘San Isidro Labrador’, de la autoría de Enrique Pertuz, incluida por los Hermanos Zuleta en […]


“Tengo labrada la tierra, la semilla está acogida, con la esperanza que llueva para sembrar enseguida, tu que fuiste labrador ayúdame en mi labranza donde tengo mi esperanza derramando mi sudor”.

El aparte que antecede corresponde a la canción titulada ‘San Isidro Labrador’, de la autoría de Enrique Pertuz, incluida por los Hermanos Zuleta en el corte número 3 del Lado B del LP titulado ‘Mi canto sentimental’, que fue conocido por el público el 18 de junio de 1973, la cual vino a mi mente mientras santificaba las fiestas en días pasados.

El 22 de mayo reciente pasado y como ha sido mi costumbre heredada de mis mayores, asistí a los actos litúrgicos con motivo de las fiestas de Santa Rita de Casia patrona de Mongui, mi tierra natal, y mientras el padre Jefferson hacia un bellísimo relato de la vida pasión y muerte de Rita, un caudal de recuerdos venían a mi mente de esa sagrada celebración en los tiempos cuando yo estaba muchacho, esta vez pude advertir con más tristeza que entusiasmo las sentidas ausencias, la indiferencia de la mayoría de mis coterráneos ante ese acontecimiento especial, en contraste con lo que percibí ese día, cuando eran nuestros viejos los organizadores del festejo, era aquel un acontecimiento que a todos unía, parece que ahora todo lo divide trayendo como consecuencia el marchitamiento de la tradicional festividad, no necesité que me lo contaran, eso lo sentí de inmediato porque uno conoce a su gente, era notorio que algo no andaba bien y la cara de “Santa Rita la Chiquita” lo decía todo, su descolorido vestido desnudaba también su descuido inexplicable porque para la solemne Eucaristía en lugar de colocarle uno bellísimo que Mariela mi hermana le regaló el año anterior cuando vino de Canadá a pagarle una promesa, le pusieron un trajecito descolorido y maltratado por los años.

Cuánta falta hacen nuestros viejos para que coloquen las cosas en su lugar y para que siguieran haciendo del 22 de mayo un día sabroso y de reencuentros, eran ellos quienes con las uñas hacían la fiesta, era más importante la santa que las ostentaciones, todo mundo colaboraba y la gente no hablaba mal de la gente, ningún pobre era enemigo del otro pobre, no existía la capillita que hoy se tiene y que con el esfuerzo de todos se ampliará en el inmediato futuro, las celebraciones las hacían en la casa de Prudencia Fuentes ‘Pule’, en una casa de bahareque y palma amarga que quedaba cerca de la mía, en frente existía un salón donde todos bailaban mientras el olor a pólvora de fuegos artificiales se confundía con la parafina de las velas y velones encendidos, era ella la dueña de “Santa Rita la chiquita” que heredó del señor Aguirre, su abuelo, quien la mantuvo escondida mientras peleaba en la guerra de los mil días para salvarla de caer en manos del enemigo y siempre escuchaba decir que ella lo salvó varias veces de la muerte.

La llegada al pueblo de “Santa Rita la grande” no fue inicialmente de buen recibo, se decía entonces que la milagrosa era la chiquita, claro, no dejó de ser aquel un acontecimiento de connotaciones extraordinarias para todos, no olvido que la llevó el Padre Pio y la puso durante varios días dentro de un guacal de madera en la sala de la casa de la tía Negra Acosta, fue para el mes de mayo de 1971 y los muchachos nos acostábamos a su lado para medirnos con ella, no fue fácil que los viejos entendieran la necesidad de contar con una imagen más grande, moderna y de la comunidad, porque la otra tenía su dueña, recuerdo que Evaristo, mi padre, junto con Monseñor Livio Reginaldo Fischioni, conjuntamente con don Miguel Campo Brito y Luis Carlos Cobo en representación de la Junta de Acción Comunal mandaron a llamar a mi abuelo Eduardo Medina y a don Crispín Peralta como pilares familiares de todos para explicarles el asunto y fueron quienes dieron su aprobación para que con la autorización del profesor Alonso Solano, Rector del colegio, permitieran ingresar la santa a la sala de profesores del local viejo.

Alguna vez dijo papá que nuestra patrona no debería llamarse así, sino “Santa Rita Labradora”, porque cada vez que habían apuros para las cosechas por falta de lluvias le hacían procesión hasta los roserios en la región de Songó, y a medida que avanzaban los agricultores hacían sonar salvas con sus chopas, las escopetas y revólveres llovía-

Por Luis Eduardo Acosta Medina