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Columnista - 8 octubre, 2016

Sabores y recuerdos del ayer

Siempre hay situaciones que te hacen recordar el pasado, los sentidos nos hacen revivir recuerdos, los cuales lógicamente están íntimamente ligados a personas, el año pasado escribí unas columnas sobre algunas canciones y sus efectos en mis recuerdos, porque tan solo con escucharlas, muchas me hacían recordar algunas etapas de mi vida y algunas específicamente […]

Siempre hay situaciones que te hacen recordar el pasado, los sentidos nos hacen revivir recuerdos, los cuales lógicamente están íntimamente ligados a personas, el año pasado escribí unas columnas sobre algunas canciones y sus efectos en mis recuerdos, porque tan solo con escucharlas, muchas me hacían recordar algunas etapas de mi vida y algunas específicamente las relaciono con lugares a los que visitaba. Para que entren en contexto y ponerles un ejemplo actual y acorde con la realidad, miremos la expresión de asombro o de susto de Timochenko en su discurso en Cartagena, cuando escuchó al avión K-fir de la Fuerza Aérea Colombiana irrumpiendo en el firmamento, muy seguramente se acordó de cuando los sentía sobrevolando desde su escondite en la manigua, luego de haber perpetrado algún ataque terrorista.

Hace poco que estuve en una gira por pueblos del sur del departamento y comiéndome una “galleta de cresto” me transporté a mi infancia, cuando de niño nos deleitábamos con el famoso “sancocho de tienda”: galletas de cresto y de coco, con coca cola o pony malta. Los animalitos de colores, hechos de azúcar o caramelo que vendían en forma de chupetines también me traen remembranzas de mi niñez, incluso García Márquez en su obra cumbre ‘Cien años de soledad’ hace mención de estas populares chupetas, que en muchos hogares de Valledupar y de la provincia elaboraban en forma artesanal, con las cuales muchos crecimos deleitándonos con el almíbar de estos apetecidos dulces. Gabo habló de los recuerdos inspirados por los sentidos y sabores en su famoso discurso pronunciado en el Congreso Internacional de la Lengua Española de Zacatecas en 1997: “Un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero, dijo: “Parece un faro”. Una vivandera de nuestra guajira colombiana rechazó un cocimiento o una toma de toronjil, porque le supo a viernes Santo, que Don Sebastián de Covarrubias escribió de su puño y letra en su diccionario (Tesoro de la lengua castellana) que el amarillo es “la color” de los enamorados, y cuantas veces no hemos probado nosotros mismos: Un pan que sabe a ventana, una sopa que sabe a rincón, una cereza que sabe a beso”.

Hay una anécdota memorable del Che Guevara, cuando siendo Ministro de Industria en Cuba y luego de la expropiación de la fábrica de Coca cola en la isla durante la revolución, al probar el nuevo producto llamado Tukola, supuesto reemplazo de la archifamosa bebida gaseosa negra, manifestó que era horrible y le sabia a cucaracha, y para nada se parecía a la coca cola.

Los buenos sabores nos recuerdan personas queridas y se nos parecen a ellas; por ejemplo, cada vez que veo “paticas de cerdo” guisadas recuerdo a Luisa, mi abuela paterna, quien solía mandarnos encomiendas desde San Juan del Cesar, con esas deliciosas viandas criollas, las cuales mandaba congeladas con acompañamiento de arepas de maíz con queso y anís hechas al carbón en un anafe. Las arepuelas me recuerdan esos viajes en las madrugadas junto a mi papá, cuando salíamos vía Barranquilla o alguna finca de la región y nos deteníamos al amanecer en Aguas Blancas o Mariangola a desayunarlas con tinto, en algún momento en un restaurante de mariscos un amigo, al probar un fresco mejillón que trajo una cazuela exclamó: ¡Me supo a mar!
Poncho Zuleta en uno de sus éxitos, después de escuchar la bonita melodía del acordeón de su hermano Emilianito, manifiesta: ¡Sabe a dulce de filo! Refiriéndose a nuestro típico dulce de plátano maduro.

Columnista
8 octubre, 2016

Sabores y recuerdos del ayer

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Siempre hay situaciones que te hacen recordar el pasado, los sentidos nos hacen revivir recuerdos, los cuales lógicamente están íntimamente ligados a personas, el año pasado escribí unas columnas sobre algunas canciones y sus efectos en mis recuerdos, porque tan solo con escucharlas, muchas me hacían recordar algunas etapas de mi vida y algunas específicamente […]


Siempre hay situaciones que te hacen recordar el pasado, los sentidos nos hacen revivir recuerdos, los cuales lógicamente están íntimamente ligados a personas, el año pasado escribí unas columnas sobre algunas canciones y sus efectos en mis recuerdos, porque tan solo con escucharlas, muchas me hacían recordar algunas etapas de mi vida y algunas específicamente las relaciono con lugares a los que visitaba. Para que entren en contexto y ponerles un ejemplo actual y acorde con la realidad, miremos la expresión de asombro o de susto de Timochenko en su discurso en Cartagena, cuando escuchó al avión K-fir de la Fuerza Aérea Colombiana irrumpiendo en el firmamento, muy seguramente se acordó de cuando los sentía sobrevolando desde su escondite en la manigua, luego de haber perpetrado algún ataque terrorista.

Hace poco que estuve en una gira por pueblos del sur del departamento y comiéndome una “galleta de cresto” me transporté a mi infancia, cuando de niño nos deleitábamos con el famoso “sancocho de tienda”: galletas de cresto y de coco, con coca cola o pony malta. Los animalitos de colores, hechos de azúcar o caramelo que vendían en forma de chupetines también me traen remembranzas de mi niñez, incluso García Márquez en su obra cumbre ‘Cien años de soledad’ hace mención de estas populares chupetas, que en muchos hogares de Valledupar y de la provincia elaboraban en forma artesanal, con las cuales muchos crecimos deleitándonos con el almíbar de estos apetecidos dulces. Gabo habló de los recuerdos inspirados por los sentidos y sabores en su famoso discurso pronunciado en el Congreso Internacional de la Lengua Española de Zacatecas en 1997: “Un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero, dijo: “Parece un faro”. Una vivandera de nuestra guajira colombiana rechazó un cocimiento o una toma de toronjil, porque le supo a viernes Santo, que Don Sebastián de Covarrubias escribió de su puño y letra en su diccionario (Tesoro de la lengua castellana) que el amarillo es “la color” de los enamorados, y cuantas veces no hemos probado nosotros mismos: Un pan que sabe a ventana, una sopa que sabe a rincón, una cereza que sabe a beso”.

Hay una anécdota memorable del Che Guevara, cuando siendo Ministro de Industria en Cuba y luego de la expropiación de la fábrica de Coca cola en la isla durante la revolución, al probar el nuevo producto llamado Tukola, supuesto reemplazo de la archifamosa bebida gaseosa negra, manifestó que era horrible y le sabia a cucaracha, y para nada se parecía a la coca cola.

Los buenos sabores nos recuerdan personas queridas y se nos parecen a ellas; por ejemplo, cada vez que veo “paticas de cerdo” guisadas recuerdo a Luisa, mi abuela paterna, quien solía mandarnos encomiendas desde San Juan del Cesar, con esas deliciosas viandas criollas, las cuales mandaba congeladas con acompañamiento de arepas de maíz con queso y anís hechas al carbón en un anafe. Las arepuelas me recuerdan esos viajes en las madrugadas junto a mi papá, cuando salíamos vía Barranquilla o alguna finca de la región y nos deteníamos al amanecer en Aguas Blancas o Mariangola a desayunarlas con tinto, en algún momento en un restaurante de mariscos un amigo, al probar un fresco mejillón que trajo una cazuela exclamó: ¡Me supo a mar!
Poncho Zuleta en uno de sus éxitos, después de escuchar la bonita melodía del acordeón de su hermano Emilianito, manifiesta: ¡Sabe a dulce de filo! Refiriéndose a nuestro típico dulce de plátano maduro.