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Columnista - 17 mayo, 2018

Respetemos la vulnerabilidad de la niñez

Cada vez que veo a personas en la calle en condiciones de mendicidad, se me entristece el espíritu, el alma y el corazón. Mi conmoción es mayor, cuando los protagonistas de tal situación son ancianos o niños, porque, de veras, es sinónimo  de abandono monstruoso. Entre la humanidad, los niños y los ancianos son los más […]

Cada vez que veo a personas en la calle en condiciones de mendicidad, se me entristece el espíritu, el alma y el corazón. Mi conmoción es mayor, cuando los protagonistas de tal situación son ancianos o niños, porque, de veras, es sinónimo  de abandono monstruoso.

Entre la humanidad, los niños y los ancianos son los más vulnerables, por no tener la fuerza suficiente para defenderse de quienes los maltratan y, por ende, son víctimas de todo tipo de abusos. Especialmente la niñez, de parte de depravados sexuales conocidos como pederastas o pedófilos, que según la psiquiatría padecen de parafilia, que es una de las aberraciones sexuales más dañinas, ya que,  tanto las niñas como los niños son los perjudicados.

El Papa Francisco se encuentra avergonzado ante los tantos casos de pedofilia y pederastia entre los jerarcas del catolicismo, lo cual ha generado alta desconfianza en la feligresía católica. Lo más preocupante es el aumento de esta grave aberración en nuestra sociedad, los registros de los sucesos diarios son testimonios fehacientes, lo que sin duda alguna es una realidad demasiado dolorosa, porque nuestro país es un territorio de desequilibrados mentales, quizás por el alto consumo de narcóticos, ya que su microtrafico pulula por dondequiera, hasta en los colegios.

Yo, además de ser médico especialista en Cirugía General, en 1998 también recibí el diploma de especialista  en Salud Ocupacional, con la tesis de grado que fue una investigación sobre el trabajo infantil en  Valledupar, donde evalué las condiciones sociales, laborales y de salud de los niños y niñas que en ese año, en vez de estar estudiando en los colegios, estaban trabajaban en la calle, en el mercado público, en el relleno sanitario (entonces aledaño al Club Campestre) y en otros sitios de la ciudad.

Para el análisis de las deplorables condiciones de los niños trabajadores en Valledupar, logré obtener una población de 207 menores de edad trabajadores. En verdad, los resultados del mencionado estudio fueron desconsoladores y por tanto preocupantes.

De los evaluados: 172 (83%) eran niños y 35 (17%) niñas; 114 (55.1%) eran vallenatos,  49 (23.7%) procedían de otros departamentos, 44 (21.2%) de otros municipios; entre los 93 inmigrantes, 42 (45.2%) llegaron en búsqueda de oportunidad laboral, 24 (25.8%) por separación de sus padres, 23 (24.7%) desplazados por la violencia armada y 4 (4.3%) por otras causas; estado nutricional, 22 de los niños tenían desnutrición severa, 52 con desnutrición moderada, 45 con desnutrición leve, el resto no tenía déficit nutricional.

En fin, mi llamado de atención es que respetemos la vulnerabilidad de la niñez, no abusemos de su indefensión, porque la niñez maltratada llega a la adultez con múltiples problemas, sobre todo con resentimiento social y deseos de venganza por las injusticias y desigualdades que sufre.

Columnista
17 mayo, 2018

Respetemos la vulnerabilidad de la niñez

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

Cada vez que veo a personas en la calle en condiciones de mendicidad, se me entristece el espíritu, el alma y el corazón. Mi conmoción es mayor, cuando los protagonistas de tal situación son ancianos o niños, porque, de veras, es sinónimo  de abandono monstruoso. Entre la humanidad, los niños y los ancianos son los más […]


Cada vez que veo a personas en la calle en condiciones de mendicidad, se me entristece el espíritu, el alma y el corazón. Mi conmoción es mayor, cuando los protagonistas de tal situación son ancianos o niños, porque, de veras, es sinónimo  de abandono monstruoso.

Entre la humanidad, los niños y los ancianos son los más vulnerables, por no tener la fuerza suficiente para defenderse de quienes los maltratan y, por ende, son víctimas de todo tipo de abusos. Especialmente la niñez, de parte de depravados sexuales conocidos como pederastas o pedófilos, que según la psiquiatría padecen de parafilia, que es una de las aberraciones sexuales más dañinas, ya que,  tanto las niñas como los niños son los perjudicados.

El Papa Francisco se encuentra avergonzado ante los tantos casos de pedofilia y pederastia entre los jerarcas del catolicismo, lo cual ha generado alta desconfianza en la feligresía católica. Lo más preocupante es el aumento de esta grave aberración en nuestra sociedad, los registros de los sucesos diarios son testimonios fehacientes, lo que sin duda alguna es una realidad demasiado dolorosa, porque nuestro país es un territorio de desequilibrados mentales, quizás por el alto consumo de narcóticos, ya que su microtrafico pulula por dondequiera, hasta en los colegios.

Yo, además de ser médico especialista en Cirugía General, en 1998 también recibí el diploma de especialista  en Salud Ocupacional, con la tesis de grado que fue una investigación sobre el trabajo infantil en  Valledupar, donde evalué las condiciones sociales, laborales y de salud de los niños y niñas que en ese año, en vez de estar estudiando en los colegios, estaban trabajaban en la calle, en el mercado público, en el relleno sanitario (entonces aledaño al Club Campestre) y en otros sitios de la ciudad.

Para el análisis de las deplorables condiciones de los niños trabajadores en Valledupar, logré obtener una población de 207 menores de edad trabajadores. En verdad, los resultados del mencionado estudio fueron desconsoladores y por tanto preocupantes.

De los evaluados: 172 (83%) eran niños y 35 (17%) niñas; 114 (55.1%) eran vallenatos,  49 (23.7%) procedían de otros departamentos, 44 (21.2%) de otros municipios; entre los 93 inmigrantes, 42 (45.2%) llegaron en búsqueda de oportunidad laboral, 24 (25.8%) por separación de sus padres, 23 (24.7%) desplazados por la violencia armada y 4 (4.3%) por otras causas; estado nutricional, 22 de los niños tenían desnutrición severa, 52 con desnutrición moderada, 45 con desnutrición leve, el resto no tenía déficit nutricional.

En fin, mi llamado de atención es que respetemos la vulnerabilidad de la niñez, no abusemos de su indefensión, porque la niñez maltratada llega a la adultez con múltiples problemas, sobre todo con resentimiento social y deseos de venganza por las injusticias y desigualdades que sufre.