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Columnista - 3 febrero, 2013

Remembranzas del carnaval

Por Giomar Lucía Guerra Bonilla El carnaval llegó a América con las migraciones de españoles que ingresaron por Santa Marta y Cartagena e italianos que abordaron estos últimos por Riohacha (La Ramada) en el bagaje cultural que traían consigo en la colonia. Fue en la Edad Media cuando adquirió su auge Europa y su conformación […]

Por Giomar Lucía Guerra Bonilla

El carnaval llegó a América con las migraciones de españoles que ingresaron por Santa Marta y Cartagena e italianos que abordaron estos últimos por Riohacha (La Ramada) en el bagaje cultural que traían consigo en la colonia. Fue en la Edad Media cuando adquirió su auge Europa y su conformación después de siglos de evolución de los ritos mágicos y cómicos de las saturnales. Una festividad pagana con sabor cristiano, es un preludio a  los rigores de la cuaresma, un lapso de tres días de locura que antes se celebraba especialmente en las provincias con tradición católica. En términos etimológicos según algunos investigadores del tema el carnaval estaba referido en principio al martes de absolución, día a partir del cual la iglesia prohíbe comer carne. Con la llegada de la edad media estas fiestas se extendieron a otros países especialmente a España, Francia, Portugal donde se nutrieron de tradiciones y costumbres populares de esas tierras.

 

Al tratar de integrar las  tradiciones a las necesidades y nuevas formas del cristianismo, la iglesia logró que las antiguas fiestas de desenfreno popular coincidieron con los días anteriores a la cuaresma y por eso se llama “carnaval” que proviene del latín carne lavare que traduce lavar la carne, refiriéndose a la tradición cristiana que durante la cuaresma no se debe comer carne y a que en ese periodo debía haber abstinencia sexual.

 

Fueron los portugueses quienes trajeron a América el que hoy es uno de los carnavales más celebres del mundo; el de Río de Janeiro en el que se entremezclan las danzas más bellas de Europa con los ritmos y danzas de origen africanos y autóctonos. Este es uno de los carnavales más espectaculares del mundo, su vistosidad es asombrosa por el despliegue imaginativo de carrozas profusamente decoradas, bailes populares, imaginativos trajes que hacen los residentes de esta ciudad y  en Colombia el carnaval de Barranquilla declarado patrimonio cultural oral e intangible de la humanidad.

 

Y para nosotros esa noche

Fue como si fuese una mascarada

Fue como si fuese un carnaval

Un espectáculo feérico de gran

Gala (“El Mesón de los comediantes”)

 

La idea  del carnaval tiene algo que ver con lo cómico, con la ruptura de las reglas y premisas sociales, que nos hace sentir complacencia, volvemos el mundo al revés a través de diversas alegorías donde es posible hacer volar a los peces, los pájaros nadan, las zorros y los peces persiguen a los cazadores, los obispos enloquecen todos los símbolos de libertad, nos liberamos de ataduras y temores impuestos por las reglas, para disfrutar del placer de la ridiculización cómica y la risa que nos producen personajes del diario vivir, trastocados.

Al asumir una máscara podemos envanecernos e identificarnos con el personaje que representamos y de  manifestaciones inocentes, porque es para el disfrute. El carnaval es el teatro natural en que es posible que animales y seres anibalescos tomen poder y se conviertan desde dirigentes hasta los más inverosímiles actores, donde hasta los reyes se comportan como plebeyos. (Umberto Eco. “Los marcos de La Libertad”)

La tradición carnavalera con sus danzas alegres, las cumbiambas, disfraces, máscaras, antifaces, capuchones, confetis y maicena, reinas reyes, dioses, plebeyos, animales y un sinfín de manifestaciones populares enriquecidas  tienen  sentido y llevan consigo su contenido. Este período de entretenimiento y ocio  además de resaltar las manifestaciones culturales tradicionales, debe conducir a  enriquecer las mismas y al conocimiento y análisis crítico de las costumbres de antaño, que van cayendo de la memoria colectiva a las nuevas generaciones a veces por desconocimiento, como si fueran hojas secas sin savia, en medio de un verano devastador que el viento del modernismo arranca con enojo, para mostrarnos en cambio amarillentos y descoloridos renuevos que se marchitan muy temprano.

 

Hoy, recordamos a Don Oscar Pupo Martínez, Nicolás Baute Pavajeau, Evaristo Gutiérrez y Florentino (“Papá Tino”) González, quienes dejaron una hermosa estela en la tradición de los carnavales en Valledupar

 

Ellos organizaron durante muchos años el desfile de El pilón. Según nos cuentan su esposa la Señora Luisa Céspedes y Yudy Baute, (año 1999), quien disfrutó mucho estas fiestas.  Era grande el entusiasmo que su padre Nicolás Baute, le imprimía a la organización  y a la convocatoria para que se unieran    a estos festejos.

Los organizadores, cargaban el pilón y las manos de pilar, mientras la gente se reunía. Hacían paradas en las esquinas de las casas del centro. Allí una pareja, podía ser dos mujeres pilaban. Además de pilar y llevar el ritmo de la música, quien entonaba los versos debía tener buena voz para cantarlos. Se detenían en otra esquina y así sucesivamente. Esta fiesta comenzaba muy temprano,  por lo cual en muchos casos tocaban a las puertas de los vecinos para despertarlos e integrarlos al baile.  

Iban agarrados de la cintura formando una especie de pared humana, bailando hacia adelante y hacia atrás. En estas festividades fue admirable  la creatividad y constancia de don Nicolás Baute  para  seleccionar y elaborar  los disfraces, que procuraban además de  la diversión sana, la preservación de valores, la conservación y rescate de las tradiciones y cultura local, fomentar la unidad familiar y estrechar los lazos de amistad. De igual manera los disfraces podían ser inspiraciones de carácter local y en otros eventos distintos al pilón, parodiaban temas  internacionales, buscando promover el conocimiento  de la historia y costumbres de otros países.

Y como “recordar es vivir” continuemos  las remembranzas del carnaval con uno de los personajes que en mi mente de niña dejó gratos recuerdos, con quien años más tarde ya adulta (1980) tuve la oportunidad de conversar sobre sus vivencias en estas alegres fiestas, sin huir despavorida junto con mis hermanos Luis y Orlando, corriendo por la plaza como en aquellos  días de carnaval, para que “Papatino” no nos enlazara con la larga cola de su célebre disfraz de mico, color amarillo terroso, que nos producía  miedo y a la vez regocijo.

Conversé con él a  edad  avanzada, sobre algunas tradiciones culturales del viejo Valle. Me contó que cantaba a medianoche en tiempo de carnaval, por las solitarias y pedregosas calles de la ciudad unas coplas que decían:

 

“En tu puerta puse un pilón / En tu puerta puse una flor.

En tu boquita amorosa / Una azucena de amor

Dime lirio / Dime rosa

Ay y y y…dime clavel encantado / Cuál es el mejor remedio

Para un hombre enamorado

 

En “Crónicas Vallenatas,” su autor Luis González Pimienta, afirma sobre nuestro personaje: “Con Evaristo Gutiérrez Araújo daba inicio, a las 2 de la mañana del sábado de carnaval, al desfile de El pilón, haciendo un recorrido musical que incluía la llegada a las casas de los más conspicuos personajes vallenatos, comenzando por la de Don Oscarito Pupo, convidándolos a unirse al cortejo parrandero. Para don Tino era todo un acontecimiento. La víspera apenas si pegaba los ojos, y se afeitaba a la media noche, para esperar con tiempo al conjunto de acordeón contratado.”

Por su parte Don Evaristo Gutiérrez era músico.  Aprendió a tocar con maestría el acordeón de botones, piano y violín. Talento heredado de su abuela doña Juana Monsalvo, según Olguita y Gustavo Gutiérrez sus hijos. Además por la vena artística de su progenitora Doña Genoveva Araújo, natural de Patillal “la tierra de compositores”. A la usanza de la época acostumbraba interpretar música clásica, valses, boleros. Especial predilección sentía por canciones como: “Cuando escuches este vals”, “Tristezas del alma”

Encabezaba también los desfiles de carnaval, disfrazado a veces con una falda. Además del amor, amor y los versos de El pilón, entonaba la canción:

Zumba la pava / Zumba la, la, la / Yo tenía mi pava echá… Con huevos de pisingos…

Don Oscar Pupo Martínez de los más entusiastas y asiduos amantes del carnaval, en cuya residencia fueron famosos los bailes que hacían en esta temporada, con la más selecta concurrencia. El también con su alegría característica, conservó la costumbre de sacar a las calles el pilón, para abrir la temporada de carnaval a partir del 20 de enero, junto con sus vecinos y amigos y un trabajador de su hacienda llamado Fidel Mejía.

Desde tempranas horas iban cantando, el amor, amor, el caimán, los versos del pilón, así:

¡Ay! Despierten si están dormidos / de ese sueño tan profundo (bis) / que los vino a despertar / la maravilla del mundo

¡Ay! Bonita que está la casa / bonita su varazón / bonita la que está dentro / prenda de mi corazón…

En algunas ocasiones acompañados de acordeoneros y de música de viento, banda integrada entre otros por: Teófilo Araméndiz, José Dolores Mejía, Virgilio Martínez, Abel Verdecia, Luis Antonio Cotes, Cristóbal Zuleta, Juan Villero, Evaristo Morales y Sebastián Martínez.

Don Oscar Pupo fue además de excelente anfitrión, uno de los empresarios más importante de la región. Por muchos años destacado gerente de Caja Agraria.

Continuemos entonces con el derroche de alegría, recordando  versos de la canción “La vida es un carnaval”  que Celia Cruz, cantó así:

“Todo aquel que piensa que la vida es desigual / Tiene que saber que no es así /Que la vida es una hermosura / Hay que vivirla…

Ay! Por qué llorar / que la vida es un carnaval/  Y es más bello vivir cantando / Que la vida es un carnaval/ Y las penas se van cantandooooo…”

Todo aquel que piensa que está solo /Y que está mal / Tiene que saber que no es así/ Que en la vida no hay nadie solo /Siempre hay alguien…”

Todo aquel que piensa que la vida siempre es cruel/ Tiene que saber que no es así /Que tan solo hay momentos malos / Y todo pasa /

Todo aquel que piensa que esto nunca va a cambiar / Tiene que saber que no es así / Que al mal tiempo buena cara/ y todo cambia…

Columnista
3 febrero, 2013

Remembranzas del carnaval

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Giomar Lucía Guerra Bonilla

Por Giomar Lucía Guerra Bonilla El carnaval llegó a América con las migraciones de españoles que ingresaron por Santa Marta y Cartagena e italianos que abordaron estos últimos por Riohacha (La Ramada) en el bagaje cultural que traían consigo en la colonia. Fue en la Edad Media cuando adquirió su auge Europa y su conformación […]


Por Giomar Lucía Guerra Bonilla

El carnaval llegó a América con las migraciones de españoles que ingresaron por Santa Marta y Cartagena e italianos que abordaron estos últimos por Riohacha (La Ramada) en el bagaje cultural que traían consigo en la colonia. Fue en la Edad Media cuando adquirió su auge Europa y su conformación después de siglos de evolución de los ritos mágicos y cómicos de las saturnales. Una festividad pagana con sabor cristiano, es un preludio a  los rigores de la cuaresma, un lapso de tres días de locura que antes se celebraba especialmente en las provincias con tradición católica. En términos etimológicos según algunos investigadores del tema el carnaval estaba referido en principio al martes de absolución, día a partir del cual la iglesia prohíbe comer carne. Con la llegada de la edad media estas fiestas se extendieron a otros países especialmente a España, Francia, Portugal donde se nutrieron de tradiciones y costumbres populares de esas tierras.

 

Al tratar de integrar las  tradiciones a las necesidades y nuevas formas del cristianismo, la iglesia logró que las antiguas fiestas de desenfreno popular coincidieron con los días anteriores a la cuaresma y por eso se llama “carnaval” que proviene del latín carne lavare que traduce lavar la carne, refiriéndose a la tradición cristiana que durante la cuaresma no se debe comer carne y a que en ese periodo debía haber abstinencia sexual.

 

Fueron los portugueses quienes trajeron a América el que hoy es uno de los carnavales más celebres del mundo; el de Río de Janeiro en el que se entremezclan las danzas más bellas de Europa con los ritmos y danzas de origen africanos y autóctonos. Este es uno de los carnavales más espectaculares del mundo, su vistosidad es asombrosa por el despliegue imaginativo de carrozas profusamente decoradas, bailes populares, imaginativos trajes que hacen los residentes de esta ciudad y  en Colombia el carnaval de Barranquilla declarado patrimonio cultural oral e intangible de la humanidad.

 

Y para nosotros esa noche

Fue como si fuese una mascarada

Fue como si fuese un carnaval

Un espectáculo feérico de gran

Gala (“El Mesón de los comediantes”)

 

La idea  del carnaval tiene algo que ver con lo cómico, con la ruptura de las reglas y premisas sociales, que nos hace sentir complacencia, volvemos el mundo al revés a través de diversas alegorías donde es posible hacer volar a los peces, los pájaros nadan, las zorros y los peces persiguen a los cazadores, los obispos enloquecen todos los símbolos de libertad, nos liberamos de ataduras y temores impuestos por las reglas, para disfrutar del placer de la ridiculización cómica y la risa que nos producen personajes del diario vivir, trastocados.

Al asumir una máscara podemos envanecernos e identificarnos con el personaje que representamos y de  manifestaciones inocentes, porque es para el disfrute. El carnaval es el teatro natural en que es posible que animales y seres anibalescos tomen poder y se conviertan desde dirigentes hasta los más inverosímiles actores, donde hasta los reyes se comportan como plebeyos. (Umberto Eco. “Los marcos de La Libertad”)

La tradición carnavalera con sus danzas alegres, las cumbiambas, disfraces, máscaras, antifaces, capuchones, confetis y maicena, reinas reyes, dioses, plebeyos, animales y un sinfín de manifestaciones populares enriquecidas  tienen  sentido y llevan consigo su contenido. Este período de entretenimiento y ocio  además de resaltar las manifestaciones culturales tradicionales, debe conducir a  enriquecer las mismas y al conocimiento y análisis crítico de las costumbres de antaño, que van cayendo de la memoria colectiva a las nuevas generaciones a veces por desconocimiento, como si fueran hojas secas sin savia, en medio de un verano devastador que el viento del modernismo arranca con enojo, para mostrarnos en cambio amarillentos y descoloridos renuevos que se marchitan muy temprano.

 

Hoy, recordamos a Don Oscar Pupo Martínez, Nicolás Baute Pavajeau, Evaristo Gutiérrez y Florentino (“Papá Tino”) González, quienes dejaron una hermosa estela en la tradición de los carnavales en Valledupar

 

Ellos organizaron durante muchos años el desfile de El pilón. Según nos cuentan su esposa la Señora Luisa Céspedes y Yudy Baute, (año 1999), quien disfrutó mucho estas fiestas.  Era grande el entusiasmo que su padre Nicolás Baute, le imprimía a la organización  y a la convocatoria para que se unieran    a estos festejos.

Los organizadores, cargaban el pilón y las manos de pilar, mientras la gente se reunía. Hacían paradas en las esquinas de las casas del centro. Allí una pareja, podía ser dos mujeres pilaban. Además de pilar y llevar el ritmo de la música, quien entonaba los versos debía tener buena voz para cantarlos. Se detenían en otra esquina y así sucesivamente. Esta fiesta comenzaba muy temprano,  por lo cual en muchos casos tocaban a las puertas de los vecinos para despertarlos e integrarlos al baile.  

Iban agarrados de la cintura formando una especie de pared humana, bailando hacia adelante y hacia atrás. En estas festividades fue admirable  la creatividad y constancia de don Nicolás Baute  para  seleccionar y elaborar  los disfraces, que procuraban además de  la diversión sana, la preservación de valores, la conservación y rescate de las tradiciones y cultura local, fomentar la unidad familiar y estrechar los lazos de amistad. De igual manera los disfraces podían ser inspiraciones de carácter local y en otros eventos distintos al pilón, parodiaban temas  internacionales, buscando promover el conocimiento  de la historia y costumbres de otros países.

Y como “recordar es vivir” continuemos  las remembranzas del carnaval con uno de los personajes que en mi mente de niña dejó gratos recuerdos, con quien años más tarde ya adulta (1980) tuve la oportunidad de conversar sobre sus vivencias en estas alegres fiestas, sin huir despavorida junto con mis hermanos Luis y Orlando, corriendo por la plaza como en aquellos  días de carnaval, para que “Papatino” no nos enlazara con la larga cola de su célebre disfraz de mico, color amarillo terroso, que nos producía  miedo y a la vez regocijo.

Conversé con él a  edad  avanzada, sobre algunas tradiciones culturales del viejo Valle. Me contó que cantaba a medianoche en tiempo de carnaval, por las solitarias y pedregosas calles de la ciudad unas coplas que decían:

 

“En tu puerta puse un pilón / En tu puerta puse una flor.

En tu boquita amorosa / Una azucena de amor

Dime lirio / Dime rosa

Ay y y y…dime clavel encantado / Cuál es el mejor remedio

Para un hombre enamorado

 

En “Crónicas Vallenatas,” su autor Luis González Pimienta, afirma sobre nuestro personaje: “Con Evaristo Gutiérrez Araújo daba inicio, a las 2 de la mañana del sábado de carnaval, al desfile de El pilón, haciendo un recorrido musical que incluía la llegada a las casas de los más conspicuos personajes vallenatos, comenzando por la de Don Oscarito Pupo, convidándolos a unirse al cortejo parrandero. Para don Tino era todo un acontecimiento. La víspera apenas si pegaba los ojos, y se afeitaba a la media noche, para esperar con tiempo al conjunto de acordeón contratado.”

Por su parte Don Evaristo Gutiérrez era músico.  Aprendió a tocar con maestría el acordeón de botones, piano y violín. Talento heredado de su abuela doña Juana Monsalvo, según Olguita y Gustavo Gutiérrez sus hijos. Además por la vena artística de su progenitora Doña Genoveva Araújo, natural de Patillal “la tierra de compositores”. A la usanza de la época acostumbraba interpretar música clásica, valses, boleros. Especial predilección sentía por canciones como: “Cuando escuches este vals”, “Tristezas del alma”

Encabezaba también los desfiles de carnaval, disfrazado a veces con una falda. Además del amor, amor y los versos de El pilón, entonaba la canción:

Zumba la pava / Zumba la, la, la / Yo tenía mi pava echá… Con huevos de pisingos…

Don Oscar Pupo Martínez de los más entusiastas y asiduos amantes del carnaval, en cuya residencia fueron famosos los bailes que hacían en esta temporada, con la más selecta concurrencia. El también con su alegría característica, conservó la costumbre de sacar a las calles el pilón, para abrir la temporada de carnaval a partir del 20 de enero, junto con sus vecinos y amigos y un trabajador de su hacienda llamado Fidel Mejía.

Desde tempranas horas iban cantando, el amor, amor, el caimán, los versos del pilón, así:

¡Ay! Despierten si están dormidos / de ese sueño tan profundo (bis) / que los vino a despertar / la maravilla del mundo

¡Ay! Bonita que está la casa / bonita su varazón / bonita la que está dentro / prenda de mi corazón…

En algunas ocasiones acompañados de acordeoneros y de música de viento, banda integrada entre otros por: Teófilo Araméndiz, José Dolores Mejía, Virgilio Martínez, Abel Verdecia, Luis Antonio Cotes, Cristóbal Zuleta, Juan Villero, Evaristo Morales y Sebastián Martínez.

Don Oscar Pupo fue además de excelente anfitrión, uno de los empresarios más importante de la región. Por muchos años destacado gerente de Caja Agraria.

Continuemos entonces con el derroche de alegría, recordando  versos de la canción “La vida es un carnaval”  que Celia Cruz, cantó así:

“Todo aquel que piensa que la vida es desigual / Tiene que saber que no es así /Que la vida es una hermosura / Hay que vivirla…

Ay! Por qué llorar / que la vida es un carnaval/  Y es más bello vivir cantando / Que la vida es un carnaval/ Y las penas se van cantandooooo…”

Todo aquel que piensa que está solo /Y que está mal / Tiene que saber que no es así/ Que en la vida no hay nadie solo /Siempre hay alguien…”

Todo aquel que piensa que la vida siempre es cruel/ Tiene que saber que no es así /Que tan solo hay momentos malos / Y todo pasa /

Todo aquel que piensa que esto nunca va a cambiar / Tiene que saber que no es así / Que al mal tiempo buena cara/ y todo cambia…