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Columnista - 6 abril, 2017

Reflexiones alusivas a la tragedia de Mocoa

En vista del excesivo acúmulo de agua proveniente de torrencial aguacero durante más de cuatro horas, los habitantes de las riberas de ríos y arroyuelos aledaños a Mocoa, ante el inminente desastre prendieron las alarmas a las 10:30 de la noche del viernes 31 de marzo. A las 6:00 de la mañana del primero de […]

En vista del excesivo acúmulo de agua proveniente de torrencial aguacero durante más de cuatro horas, los habitantes de las riberas de ríos y arroyuelos aledaños a Mocoa, ante el inminente desastre prendieron las alarmas a las 10:30 de la noche del viernes 31 de marzo. A las 6:00 de la mañana del primero de abril ya en toda Colombia y el mundo entero los diferentes medios de comunicación informaban las horribles consecuencias de la catastrófica tragedia producida por la avalancha de agua, lodo, piedras, palos y todo lo arrastrado con la potente fuerza de su raudo recorrido que a mucha gente no les dio tiempo ni para salvarse.

Aunque la tragedia de Mocoa nos deja las mismas enseñanzas de los anteriores siniestros, nunca logramos tener la suficiente preparación para prevenirlos y afrontarlos eficazmente, no tanto por insolvencia económica, tampoco por carencias de tecnologías sino por falencias humanas, entre las cuales las más protuberantes son la falta de voluntad, la insensibilidad, la indiferencia hacia nuestros semejantes, la irresponsabilidad de las autoridades al permitir colonizaciones o invasiones en sitios riesgosos y otros factores altamente dañinos que se me quedaron en el tintero.

Ejemplo de tales falencias humanas, la encarnaron los dirigentes organizadores de las marchas contra la corrupción en las principales ciudades del país, realizadas el mismo día que los mocoanos amanecieron con la mayor calamidad hasta ahora sufrida, casi 300 muertos, además cientos de desaparecidos, muchos damnificados buscando desesperadamente a sus familiares entre los escombros, sin fluido eléctrico ni agua potable, el hospital insuficiente para atender a todos los heridos. Fatalidad nunca antes vivida que requería del apoyo inmediato de toda la dirigencia política colombiana.

Sin embargo, los congresistas del partido Centro Democrático (uno de ellos, el senador Daniel Cabrales, tuvo la insolencia y error al manifestar que una explosión de dinamita activada por las Farc había provocado una avalancha en Tumaco. Si bien el día siguiente pidió perdón, no queda duda en que su intención inicial fue malsana), con la compañía del exprocurador Ordóñez y algunos dirigentes del partido conservador prefirieron marchar portando carteles injuriosos, lanzando arengas contra el presidente Santos pidiendo su renuncia, en vez de solidarizarse con las víctimas del desastre natural.

Qué bueno si los promotores de tales marchas hubieran invitado a sus seguidores a donar como mínimo 100 mil pesos para la reconstrucción de Mocoa, porque la mayoría de los marchantes son pudientes, que multiplicados al menos por los 350 mil de los 400 mil que según cálculos periodísticos participaron en las marchas sumarían 35 mil o más millones de pesos, cifra similar a la aprovisionada por el gobierno para comenzar a reparar a Mocoa.

Marcharon fomentando el odio, la rabia y la venganza. Calificando al Presidente Santos y al Papa Francisco como comunistas, que quienes han apoyado el logro del acuerdo de paz con las Farc les compraron a los noruegos el Premio Nobel de la Paz y otros inventos con tal de confundir a los ignorantes o incautos que, lamentablemente, en nuestro país todavía son muchos.

En fin, loable la solidaridad nacional e internacional de todos con Mocoa, obviamente entre ellos hay opositores del gobierno del presidente Santos y también uribistas moderados ya habrán aportado generosas donaciones.

Por José Romero Churio

[email protected]

Columnista
6 abril, 2017

Reflexiones alusivas a la tragedia de Mocoa

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

En vista del excesivo acúmulo de agua proveniente de torrencial aguacero durante más de cuatro horas, los habitantes de las riberas de ríos y arroyuelos aledaños a Mocoa, ante el inminente desastre prendieron las alarmas a las 10:30 de la noche del viernes 31 de marzo. A las 6:00 de la mañana del primero de […]


En vista del excesivo acúmulo de agua proveniente de torrencial aguacero durante más de cuatro horas, los habitantes de las riberas de ríos y arroyuelos aledaños a Mocoa, ante el inminente desastre prendieron las alarmas a las 10:30 de la noche del viernes 31 de marzo. A las 6:00 de la mañana del primero de abril ya en toda Colombia y el mundo entero los diferentes medios de comunicación informaban las horribles consecuencias de la catastrófica tragedia producida por la avalancha de agua, lodo, piedras, palos y todo lo arrastrado con la potente fuerza de su raudo recorrido que a mucha gente no les dio tiempo ni para salvarse.

Aunque la tragedia de Mocoa nos deja las mismas enseñanzas de los anteriores siniestros, nunca logramos tener la suficiente preparación para prevenirlos y afrontarlos eficazmente, no tanto por insolvencia económica, tampoco por carencias de tecnologías sino por falencias humanas, entre las cuales las más protuberantes son la falta de voluntad, la insensibilidad, la indiferencia hacia nuestros semejantes, la irresponsabilidad de las autoridades al permitir colonizaciones o invasiones en sitios riesgosos y otros factores altamente dañinos que se me quedaron en el tintero.

Ejemplo de tales falencias humanas, la encarnaron los dirigentes organizadores de las marchas contra la corrupción en las principales ciudades del país, realizadas el mismo día que los mocoanos amanecieron con la mayor calamidad hasta ahora sufrida, casi 300 muertos, además cientos de desaparecidos, muchos damnificados buscando desesperadamente a sus familiares entre los escombros, sin fluido eléctrico ni agua potable, el hospital insuficiente para atender a todos los heridos. Fatalidad nunca antes vivida que requería del apoyo inmediato de toda la dirigencia política colombiana.

Sin embargo, los congresistas del partido Centro Democrático (uno de ellos, el senador Daniel Cabrales, tuvo la insolencia y error al manifestar que una explosión de dinamita activada por las Farc había provocado una avalancha en Tumaco. Si bien el día siguiente pidió perdón, no queda duda en que su intención inicial fue malsana), con la compañía del exprocurador Ordóñez y algunos dirigentes del partido conservador prefirieron marchar portando carteles injuriosos, lanzando arengas contra el presidente Santos pidiendo su renuncia, en vez de solidarizarse con las víctimas del desastre natural.

Qué bueno si los promotores de tales marchas hubieran invitado a sus seguidores a donar como mínimo 100 mil pesos para la reconstrucción de Mocoa, porque la mayoría de los marchantes son pudientes, que multiplicados al menos por los 350 mil de los 400 mil que según cálculos periodísticos participaron en las marchas sumarían 35 mil o más millones de pesos, cifra similar a la aprovisionada por el gobierno para comenzar a reparar a Mocoa.

Marcharon fomentando el odio, la rabia y la venganza. Calificando al Presidente Santos y al Papa Francisco como comunistas, que quienes han apoyado el logro del acuerdo de paz con las Farc les compraron a los noruegos el Premio Nobel de la Paz y otros inventos con tal de confundir a los ignorantes o incautos que, lamentablemente, en nuestro país todavía son muchos.

En fin, loable la solidaridad nacional e internacional de todos con Mocoa, obviamente entre ellos hay opositores del gobierno del presidente Santos y también uribistas moderados ya habrán aportado generosas donaciones.

Por José Romero Churio

[email protected]