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Columnista - 4 julio, 2017

Reconducirnos como agentes motivadores

Tenemos que decir ¡no! a esta mentalidad tan mediocre, sumisa al poder y a las riquezas. Necesitamos tomar un nuevo rumbo y orientarnos hacia una perspectiva más humana, donde impere la ética sobre todo lo demás. De entrada, hemos de concienciarnos que la más importante medida de éxito es la supervivencia de toda la población, […]

Tenemos que decir ¡no! a esta mentalidad tan mediocre, sumisa al poder y a las riquezas. Necesitamos tomar un nuevo rumbo y orientarnos hacia una perspectiva más humana, donde impere la ética sobre todo lo demás. De entrada, hemos de concienciarnos que la más importante medida de éxito es la supervivencia de toda la población, lo que nos exige otro raciocinio que nos lleve a una transformación de respeto y bienestar del conjunto ciudadano. En consecuencia, ha llegado el tiempo de las acciones valientes y audaces, para encaminarnos a afrontar, con familiaridad, las dificultades y los desafíos del momento actual. Para este ejercicio de renovación al que todos estamos llamados, sin exclusión alguna, el mejor tratamiento es ponerse los unos al servicio de los otros, dejándonos guiar por un auténtico hálito de concordia. Con armonía todo se reconduce mejor, y hasta el mismo deseo de vivir, se refuerza en el amor, que es donde se halla la clave de toda esperanza.

Por tanto, hemos también de pasar de la pasividad que sufrimos (sálvese el que pueda), a la actividad responsable, pues cada cual ha de ser protagonista en su ámbito de actuación, aunque es de elogiar el verdadero tesón del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), sobre todo a la hora de apoyar la planificación familiar mediante el abastecimiento seguro y continuo de contraceptivos de calidad, el reforzamiento de los sistemas de salud nacionales y el apoyo incondicional a políticas sociales y de asistencia.

Hemos de ser más generosos con los que menos tienen, y a la vez hemos de ayudarles a su realización, trabajando próximos para resolver estos graves problemas demográficos, donde impera la pobreza y la desigualdad. Ésta última como jamás. Por otra parte, es evidente que los seres humanos necesitamos, para crecernos de manera proporcionada, espacios y recursos naturales, condiciones de justicia e igualdad, libertad, derechos humanos, trabajo digno, áreas de esparcimiento y ocio….A mi juicio, contiguo a esta necesidad, uno de los mayores problemas a los que nos vamos a enfrentar es la escasez de agua potable; por lo que hay que detener, con urgencia, la contaminación ambiental.

Adyacente a ese ¡no! rotundo de deshumanización de la especie pensante, hemos de reflexionar, sobre todo para dar salida a otra atmósfera más compasiva, menos violenta, que proteja y aumente los recursos naturales, cuide el bien más preciado, el agua, en vez de utilizar enormes recursos económicos para la fabricación de armas y destrucción, utilizando para ello el fluido de los lagos, mares u océanos, después de tratarlo y distribuyéndolo a donde sea necesario. También hay que avanzar, y nunca retroceder, en materia de producción de alimentos, economía, salud, educación, política y bienestar social. De igual modo, hemos de evolucionar en la observancia a la dignidad de la mujer, proporcionándole una serie de opciones de planificación familiar y libertad de elección. Deberíamos lograr, por ende, que esto fuese un componente esencial de los servicios de atención sanitaria, eliminando cualquier restricción social al respecto. En todo caso, es público y notorio, que no podemos seguir cohabitando con el territorio de la indiferencia, hemos de transformarnos hacia otros horizontes más equitativos, mediante alianzas de cooperación y colaboración real y visible.

No podemos seguir degradando el planeta, que es como devaluarnos a nosotros mismos, requiero a las culturas que se humanicen, que propicien sociedades justas y fraternas, porque al fin, tampoco puede haber continuidad del linaje sin sosiego. Lo saben bien los sembradores del terror. De ahí, la necesidad de reconducirnos como agentes motivadores de paz, dispuestos a velar para que todas las personas puedan vivir dignamente, en un entorno tan humanitario como esperanzador.

Columnista
4 julio, 2017

Reconducirnos como agentes motivadores

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Víctor Corcoba Herrero

Tenemos que decir ¡no! a esta mentalidad tan mediocre, sumisa al poder y a las riquezas. Necesitamos tomar un nuevo rumbo y orientarnos hacia una perspectiva más humana, donde impere la ética sobre todo lo demás. De entrada, hemos de concienciarnos que la más importante medida de éxito es la supervivencia de toda la población, […]


Tenemos que decir ¡no! a esta mentalidad tan mediocre, sumisa al poder y a las riquezas. Necesitamos tomar un nuevo rumbo y orientarnos hacia una perspectiva más humana, donde impere la ética sobre todo lo demás. De entrada, hemos de concienciarnos que la más importante medida de éxito es la supervivencia de toda la población, lo que nos exige otro raciocinio que nos lleve a una transformación de respeto y bienestar del conjunto ciudadano. En consecuencia, ha llegado el tiempo de las acciones valientes y audaces, para encaminarnos a afrontar, con familiaridad, las dificultades y los desafíos del momento actual. Para este ejercicio de renovación al que todos estamos llamados, sin exclusión alguna, el mejor tratamiento es ponerse los unos al servicio de los otros, dejándonos guiar por un auténtico hálito de concordia. Con armonía todo se reconduce mejor, y hasta el mismo deseo de vivir, se refuerza en el amor, que es donde se halla la clave de toda esperanza.

Por tanto, hemos también de pasar de la pasividad que sufrimos (sálvese el que pueda), a la actividad responsable, pues cada cual ha de ser protagonista en su ámbito de actuación, aunque es de elogiar el verdadero tesón del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), sobre todo a la hora de apoyar la planificación familiar mediante el abastecimiento seguro y continuo de contraceptivos de calidad, el reforzamiento de los sistemas de salud nacionales y el apoyo incondicional a políticas sociales y de asistencia.

Hemos de ser más generosos con los que menos tienen, y a la vez hemos de ayudarles a su realización, trabajando próximos para resolver estos graves problemas demográficos, donde impera la pobreza y la desigualdad. Ésta última como jamás. Por otra parte, es evidente que los seres humanos necesitamos, para crecernos de manera proporcionada, espacios y recursos naturales, condiciones de justicia e igualdad, libertad, derechos humanos, trabajo digno, áreas de esparcimiento y ocio….A mi juicio, contiguo a esta necesidad, uno de los mayores problemas a los que nos vamos a enfrentar es la escasez de agua potable; por lo que hay que detener, con urgencia, la contaminación ambiental.

Adyacente a ese ¡no! rotundo de deshumanización de la especie pensante, hemos de reflexionar, sobre todo para dar salida a otra atmósfera más compasiva, menos violenta, que proteja y aumente los recursos naturales, cuide el bien más preciado, el agua, en vez de utilizar enormes recursos económicos para la fabricación de armas y destrucción, utilizando para ello el fluido de los lagos, mares u océanos, después de tratarlo y distribuyéndolo a donde sea necesario. También hay que avanzar, y nunca retroceder, en materia de producción de alimentos, economía, salud, educación, política y bienestar social. De igual modo, hemos de evolucionar en la observancia a la dignidad de la mujer, proporcionándole una serie de opciones de planificación familiar y libertad de elección. Deberíamos lograr, por ende, que esto fuese un componente esencial de los servicios de atención sanitaria, eliminando cualquier restricción social al respecto. En todo caso, es público y notorio, que no podemos seguir cohabitando con el territorio de la indiferencia, hemos de transformarnos hacia otros horizontes más equitativos, mediante alianzas de cooperación y colaboración real y visible.

No podemos seguir degradando el planeta, que es como devaluarnos a nosotros mismos, requiero a las culturas que se humanicen, que propicien sociedades justas y fraternas, porque al fin, tampoco puede haber continuidad del linaje sin sosiego. Lo saben bien los sembradores del terror. De ahí, la necesidad de reconducirnos como agentes motivadores de paz, dispuestos a velar para que todas las personas puedan vivir dignamente, en un entorno tan humanitario como esperanzador.