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Columnista - 2 octubre, 2017

“Cada quien habla de la fiesta…

Según cómo le va en ella”. Esta frase cargada de ironía es del presidente Alfonso López Michelsen y aplica para eventos tales como: Los resultados de una encuesta para escoger el candidato de una colectividad política, o los resultados de una elección, o en casos como el de la extradición del exministro de Agricultura, Andrés […]

Según cómo le va en ella”. Esta frase cargada de ironía es del presidente Alfonso López Michelsen y aplica para eventos tales como: Los resultados de una encuesta para escoger el candidato de una colectividad política, o los resultados de una elección, o en casos como el de la extradición del exministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, ordenada por las autoridades norteamericanas y que generó la inmediata reacción del jefe natural del Centro Democrático, quien manifestó que dicho procedimiento se hace con fundamento en un tratado de extradición inexistente, y que las Altas Cortes en Colombia no tienen autoridad moral pues están seriamente cuestionadas por actos de corrupción. Razón tiene el senador de estar enojado, pues su otrora ministro de Agricultura fue condenado por la Corte Suprema de Justicia a 17 años cinco meses de prisión por el delito de peculado por apropiación en favor de terceros y celebración de contratos sin el cumplimiento de los requisitos legales; No obstante, creyendo estar en territorio seguro, se traslada a los EE.UU haciendo mofa a la pena impuesta en Colombia. Me di a la tarea de buscar en Google y encontré un dato que me llamó la atención: Sucede que las extradiciones aprobadas en el período comprendido entre 2002 y 2010 fueron exactamente de 1.149 colombianos enviados a los EE.UU. Nada mal para un tratado que fue declarado inexequible por fallo de la Corte Suprema de Justicia proferido en junio 25 de 1987 ¿Cierto? Ahora bien, no seré yo quien asuma la defensa de las Altas Cortes, en momentos en que se han develado los actos de corrupción que el país conoce, pero curiosamente fue la Corte Constitucional, la que avaló la reelección del presidente Uribe, apoyando la tesis del “cambio del “articulito”. En ese momento el hoy senador jamás cuestionó el fallo y lo que hizo fue aplaudir a rabiar la decisión, hasta cuando le negó la segunda re-elección, fue ahí donde la Corte cayó en desgracia, y se dieron por pura coincidencia, qué duda cabe, las famosas “chuzadas” que terminaron con las condenas penales a los exdirectores del DAS, Jorge Noguera Cotes y María del Pilar Hurtado.

Entonces, volviendo a la frase tomada del presidente López Michelsen: “Cada quien habla de la fiesta según como le va en ella”. Yo me pregunto: ¿Si el fallo de la Corte Suprema de Justicia hubiese sido de absolución al cuestionado exministro Andrés Felipe Arias, el hoy senador de la República, y no menos cuestionado, estaría denostando contra las Altas Cortes?

NOTA DE CIERRE: Como monumento a la desidia, reposa en la carrera cuarta el árbol derribado desde hace marras por el huracán, a la espera de que alguien cumpla con su deber de retirarlo de ese lugar, para que avanzar sea posible.

 

Columnista
2 octubre, 2017

“Cada quien habla de la fiesta…

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dario Arregoces

Según cómo le va en ella”. Esta frase cargada de ironía es del presidente Alfonso López Michelsen y aplica para eventos tales como: Los resultados de una encuesta para escoger el candidato de una colectividad política, o los resultados de una elección, o en casos como el de la extradición del exministro de Agricultura, Andrés […]


Según cómo le va en ella”. Esta frase cargada de ironía es del presidente Alfonso López Michelsen y aplica para eventos tales como: Los resultados de una encuesta para escoger el candidato de una colectividad política, o los resultados de una elección, o en casos como el de la extradición del exministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, ordenada por las autoridades norteamericanas y que generó la inmediata reacción del jefe natural del Centro Democrático, quien manifestó que dicho procedimiento se hace con fundamento en un tratado de extradición inexistente, y que las Altas Cortes en Colombia no tienen autoridad moral pues están seriamente cuestionadas por actos de corrupción. Razón tiene el senador de estar enojado, pues su otrora ministro de Agricultura fue condenado por la Corte Suprema de Justicia a 17 años cinco meses de prisión por el delito de peculado por apropiación en favor de terceros y celebración de contratos sin el cumplimiento de los requisitos legales; No obstante, creyendo estar en territorio seguro, se traslada a los EE.UU haciendo mofa a la pena impuesta en Colombia. Me di a la tarea de buscar en Google y encontré un dato que me llamó la atención: Sucede que las extradiciones aprobadas en el período comprendido entre 2002 y 2010 fueron exactamente de 1.149 colombianos enviados a los EE.UU. Nada mal para un tratado que fue declarado inexequible por fallo de la Corte Suprema de Justicia proferido en junio 25 de 1987 ¿Cierto? Ahora bien, no seré yo quien asuma la defensa de las Altas Cortes, en momentos en que se han develado los actos de corrupción que el país conoce, pero curiosamente fue la Corte Constitucional, la que avaló la reelección del presidente Uribe, apoyando la tesis del “cambio del “articulito”. En ese momento el hoy senador jamás cuestionó el fallo y lo que hizo fue aplaudir a rabiar la decisión, hasta cuando le negó la segunda re-elección, fue ahí donde la Corte cayó en desgracia, y se dieron por pura coincidencia, qué duda cabe, las famosas “chuzadas” que terminaron con las condenas penales a los exdirectores del DAS, Jorge Noguera Cotes y María del Pilar Hurtado.

Entonces, volviendo a la frase tomada del presidente López Michelsen: “Cada quien habla de la fiesta según como le va en ella”. Yo me pregunto: ¿Si el fallo de la Corte Suprema de Justicia hubiese sido de absolución al cuestionado exministro Andrés Felipe Arias, el hoy senador de la República, y no menos cuestionado, estaría denostando contra las Altas Cortes?

NOTA DE CIERRE: Como monumento a la desidia, reposa en la carrera cuarta el árbol derribado desde hace marras por el huracán, a la espera de que alguien cumpla con su deber de retirarlo de ese lugar, para que avanzar sea posible.