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General - 30 mayo, 2015

¿Qué es la Payola?

El comunicador social y docente cordobés, Arminio Mestra, quien trabaja en la emisora de la Universidad Distrital de Bogotá, analiza la mala práctica de la payola en emisoras y canales de televisión colombianas.

Palabra que procede de la expresión Pay off law (en términos más claros, pago por fuera de la ley) y nace en los Estados Unidos por la década de los años 50 y, con el transcurrir del tiempo se ha convertido en delito federal y se relaciona con la evasión de impuesto y a la competencia desleal.

En Colombia la payola hace referencia al soborno económico que realizan ciertos programadores de radio y televisión y DJ, para que un disco suene o rote en la parrilla de programación entre cinco o seis veces al día. La utilización de este mecanismo dicen que se presentó en el país por los años de 1970 y 1980.
De ser cierto todo esto, nos preguntamos cuál es el monto de dinero que se mueve en el país anualmente por debajo de la mesa con los señores antes mencionados y los llamados programadores nacionales que tienen las cadenas radiales.

El domingo 27 de mayo del 2000 la periodista del periódico El Tiempo, Liliana Martínez, realizó una publicación titulada: “Los pagos por debajo de cuerda para hacer éxitos radiales pueden llegar a 60 millones: Payola: el que no paga, no suena”. Y continuaba afirmando: “Las canciones que llegan al número uno no siempre lo hacen por su calidad musical. En ocasiones, más que las llamadas de los oyentes, pesan los millones que se invierten en pagos e incentivos no muy éticos a programadores de radio”.

Han transcurrido 14 años desde que la periodista hizo la denuncia, donde ponía ciertas evidencias de personajes del medio, para que se discutieran o al menos se reflexionara sobre esta temática, pero lo cierto fue, que no aconteció absolutamente nada con la denuncia de la periodista. Pasó desapercibida y no les interesó, quizás por el claro comprometimiento de algunos directores de casas disqueras y de directores de emisoras.

Otro periódico, Vanguardia Liberal, el 30 de abril del 2004, en su sección de Opinión, el periodista Moisés Mojica Baquero escribía: “Es tal la fuerza económica de quienes ejercen el santo oficio del vallenato en nuestro medio, que se comenta que un hábil locutor de farándula cobra sumas elevadas por la promoción de un disco para posicionarlo dentro de las preferidas de la semana y lo exótico es que ni los conjuntos consagrados se libran de las tentaciones venenosas de una audiencia cautiva. Se hincha la vanidad humana con solo saber que será nombrado dentro de los saludos del último CD y constituye motivo de singular complacencia y hasta de dádivas lograr semejantes privilegios”.

Surgen muchas inquietudes, por qué si esto se viene denunciando desde hace años, no se han tomado lo correctivos necesarios para que la música de nuestros creadores, suenen sin tener que desembolsar el dinero de su trabajo y de su creación artística. ¿Por qué los mismos perjudicados o las agrupaciones musicales no se agrupan y denuncian este tipo de atropello ante la autoridad respectiva? ¿O se tendrá que esperar que el Congreso de la República legisle sobre este abuso y atropello? En la actualidad el Canal Vallenato tiene una campaña muy positiva contra este tipo de abuso y llama a creadores, músicos y artistas a que no paguen la payola, y corroboran que el canal no acepta este tipo de prebendas, porque creen que es dinero ilícito, soborno, corrupción y lavado de dinero.

Un ejemplo para aplicar y replicar si queremos acabar con esta modalidad de enriquecimiento fácil por parte de ciertos personajes de la radio y otros medios en Bogotá, Montería, Sincelejo, Santa Marta, Riohacha, Barranquilla y Valledupar, estas dos últimas ciudades consideradas como el núcleo central donde se pone en práctica este abominable ejercicio, el cual carece de moral y de ética pública.

En el medio se comentan esta serie de hechos y muchos artistas suelen ratificarlos, pero dudan y temen hacer las denuncias, cuando ellos son la verdadera autoridad para poner al descubierto esta perversidad. Cuando exista esa verdadera voluntad y ese respeto por ellos mismos el panorama de la Payola será historia del pasado. En Colombia no se penaliza este hecho, en los Estados Unidos si se penaliza, que bueno sería que al menos existiera un mínimo de pena para estos traficantes.

Con la cultura no se negocia, no se le debe pagar nada al mejor postor, y tomar una postura bien crítica no sólo con los payoleros sino con el capital transnacional que son otros que han terminado por arruinar y chuparle el último suspiro a muchos creadores, actores y músicos del mundo. Debe ser sancionado todo aquel que quiera sacarle la máxima rentabilidad a la cultura y a la música traficada.
Estos mismos traficantes o dueños de la Payola, son los que solicitan para sus emisoras, televisores, bicicletas, celebración de fiesta de quince años, plasmas, pagar los recibos de los servicios públicos, conciertos con los artistas que suenan en su parrilla de programación, también se dice que solicitan estar en la nómina del conjunto, tiquetes y demás prebendas. En el mundo vallenato sí es que se oyen estos rumores; también con los programadores de salsa y, que la práctica ha demostrado que muchos de ellos han salido de ciertas cadenas radiales porque los han pillado cobrando el peaje de la payola.

Otro ejemplo ilustrativo es el del columnista del diario EL PILÓN, Jacobo Solano Cerchiaro, que publicó una columna titulada: “Saludos por conveniencia”, en la que escribió lo siguiente: “Estas menciones parecen tele-ventas, se han convertido en una plataforma para satisfacer los egos y las ansias de media fama de algunos, que por diferentes causas quieren que su nombre se escuche, en una sociedad hueca, que venera a este tipo de personajes y los convierte en iconos.

Luego vienen los que están en el poder y que son incluidos por cepillo de los mismos intérpretes, para que les den contratos musicales en los diferentes festivales, que en su mayoría son organizados por los alcaldes, gobernadores, siguen algunos locutores que no se conforman con figurar en la radio y con extorsionar a los cantantes para sonarlos, sino que quieren quedar en la pasta, hasta con sus hijos”.

Tengo otra percepción de la música, de la cultura y de las artes y creo que un país que permite este tipo de negociación, es porque el país se ha levantado en esa cultura perversa de la trampa y la corrupción; se desconoce la ley, la justicia, porque el más astuto delincuente busca trapisondas para desconocer los fallos jurídicos tal y cual como lo hace un ex presidente de la república. Soy un poco romántico y me quedo con J.J Bruner cuando define la cultura como la “capacidad colectiva de producir sentidos, afirmar valores, compartir prácticas, innovar y crear un mundo sin destruir a los demás y al medio en que vivimos”. Por otro lado afirma, que la cultura se afirma según él en “redes de intercambio plural donde todos participamos en la configuración de un mundo que aspiramos a vivir en común”.
arminiodelcristo@hotmail.com

Por Arminio Mestra Osorio

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30 mayo, 2015

¿Qué es la Payola?

El comunicador social y docente cordobés, Arminio Mestra, quien trabaja en la emisora de la Universidad Distrital de Bogotá, analiza la mala práctica de la payola en emisoras y canales de televisión colombianas.


Palabra que procede de la expresión Pay off law (en términos más claros, pago por fuera de la ley) y nace en los Estados Unidos por la década de los años 50 y, con el transcurrir del tiempo se ha convertido en delito federal y se relaciona con la evasión de impuesto y a la competencia desleal.

En Colombia la payola hace referencia al soborno económico que realizan ciertos programadores de radio y televisión y DJ, para que un disco suene o rote en la parrilla de programación entre cinco o seis veces al día. La utilización de este mecanismo dicen que se presentó en el país por los años de 1970 y 1980.
De ser cierto todo esto, nos preguntamos cuál es el monto de dinero que se mueve en el país anualmente por debajo de la mesa con los señores antes mencionados y los llamados programadores nacionales que tienen las cadenas radiales.

El domingo 27 de mayo del 2000 la periodista del periódico El Tiempo, Liliana Martínez, realizó una publicación titulada: “Los pagos por debajo de cuerda para hacer éxitos radiales pueden llegar a 60 millones: Payola: el que no paga, no suena”. Y continuaba afirmando: “Las canciones que llegan al número uno no siempre lo hacen por su calidad musical. En ocasiones, más que las llamadas de los oyentes, pesan los millones que se invierten en pagos e incentivos no muy éticos a programadores de radio”.

Han transcurrido 14 años desde que la periodista hizo la denuncia, donde ponía ciertas evidencias de personajes del medio, para que se discutieran o al menos se reflexionara sobre esta temática, pero lo cierto fue, que no aconteció absolutamente nada con la denuncia de la periodista. Pasó desapercibida y no les interesó, quizás por el claro comprometimiento de algunos directores de casas disqueras y de directores de emisoras.

Otro periódico, Vanguardia Liberal, el 30 de abril del 2004, en su sección de Opinión, el periodista Moisés Mojica Baquero escribía: “Es tal la fuerza económica de quienes ejercen el santo oficio del vallenato en nuestro medio, que se comenta que un hábil locutor de farándula cobra sumas elevadas por la promoción de un disco para posicionarlo dentro de las preferidas de la semana y lo exótico es que ni los conjuntos consagrados se libran de las tentaciones venenosas de una audiencia cautiva. Se hincha la vanidad humana con solo saber que será nombrado dentro de los saludos del último CD y constituye motivo de singular complacencia y hasta de dádivas lograr semejantes privilegios”.

Surgen muchas inquietudes, por qué si esto se viene denunciando desde hace años, no se han tomado lo correctivos necesarios para que la música de nuestros creadores, suenen sin tener que desembolsar el dinero de su trabajo y de su creación artística. ¿Por qué los mismos perjudicados o las agrupaciones musicales no se agrupan y denuncian este tipo de atropello ante la autoridad respectiva? ¿O se tendrá que esperar que el Congreso de la República legisle sobre este abuso y atropello? En la actualidad el Canal Vallenato tiene una campaña muy positiva contra este tipo de abuso y llama a creadores, músicos y artistas a que no paguen la payola, y corroboran que el canal no acepta este tipo de prebendas, porque creen que es dinero ilícito, soborno, corrupción y lavado de dinero.

Un ejemplo para aplicar y replicar si queremos acabar con esta modalidad de enriquecimiento fácil por parte de ciertos personajes de la radio y otros medios en Bogotá, Montería, Sincelejo, Santa Marta, Riohacha, Barranquilla y Valledupar, estas dos últimas ciudades consideradas como el núcleo central donde se pone en práctica este abominable ejercicio, el cual carece de moral y de ética pública.

En el medio se comentan esta serie de hechos y muchos artistas suelen ratificarlos, pero dudan y temen hacer las denuncias, cuando ellos son la verdadera autoridad para poner al descubierto esta perversidad. Cuando exista esa verdadera voluntad y ese respeto por ellos mismos el panorama de la Payola será historia del pasado. En Colombia no se penaliza este hecho, en los Estados Unidos si se penaliza, que bueno sería que al menos existiera un mínimo de pena para estos traficantes.

Con la cultura no se negocia, no se le debe pagar nada al mejor postor, y tomar una postura bien crítica no sólo con los payoleros sino con el capital transnacional que son otros que han terminado por arruinar y chuparle el último suspiro a muchos creadores, actores y músicos del mundo. Debe ser sancionado todo aquel que quiera sacarle la máxima rentabilidad a la cultura y a la música traficada.
Estos mismos traficantes o dueños de la Payola, son los que solicitan para sus emisoras, televisores, bicicletas, celebración de fiesta de quince años, plasmas, pagar los recibos de los servicios públicos, conciertos con los artistas que suenan en su parrilla de programación, también se dice que solicitan estar en la nómina del conjunto, tiquetes y demás prebendas. En el mundo vallenato sí es que se oyen estos rumores; también con los programadores de salsa y, que la práctica ha demostrado que muchos de ellos han salido de ciertas cadenas radiales porque los han pillado cobrando el peaje de la payola.

Otro ejemplo ilustrativo es el del columnista del diario EL PILÓN, Jacobo Solano Cerchiaro, que publicó una columna titulada: “Saludos por conveniencia”, en la que escribió lo siguiente: “Estas menciones parecen tele-ventas, se han convertido en una plataforma para satisfacer los egos y las ansias de media fama de algunos, que por diferentes causas quieren que su nombre se escuche, en una sociedad hueca, que venera a este tipo de personajes y los convierte en iconos.

Luego vienen los que están en el poder y que son incluidos por cepillo de los mismos intérpretes, para que les den contratos musicales en los diferentes festivales, que en su mayoría son organizados por los alcaldes, gobernadores, siguen algunos locutores que no se conforman con figurar en la radio y con extorsionar a los cantantes para sonarlos, sino que quieren quedar en la pasta, hasta con sus hijos”.

Tengo otra percepción de la música, de la cultura y de las artes y creo que un país que permite este tipo de negociación, es porque el país se ha levantado en esa cultura perversa de la trampa y la corrupción; se desconoce la ley, la justicia, porque el más astuto delincuente busca trapisondas para desconocer los fallos jurídicos tal y cual como lo hace un ex presidente de la república. Soy un poco romántico y me quedo con J.J Bruner cuando define la cultura como la “capacidad colectiva de producir sentidos, afirmar valores, compartir prácticas, innovar y crear un mundo sin destruir a los demás y al medio en que vivimos”. Por otro lado afirma, que la cultura se afirma según él en “redes de intercambio plural donde todos participamos en la configuración de un mundo que aspiramos a vivir en común”.
arminiodelcristo@hotmail.com

Por Arminio Mestra Osorio