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Columnista - 19 diciembre, 2017

Propósitos de fin de año

Coincidió el inicio de las fiestas de fin de año con la inscripción de los candidatos al Congreso de la República y así como desprevenidamente hacemos el propósito de mejorar o mínimamente modificar algunos asuntos personales a partir del próximo primero de enero, igualmente los que siguen creyendo en la democracia, los electores sometidos y […]

Coincidió el inicio de las fiestas de fin de año con la inscripción de los candidatos al Congreso de la República y así como desprevenidamente hacemos el propósito de mejorar o mínimamente modificar algunos asuntos personales a partir del próximo primero de enero, igualmente los que siguen creyendo en la democracia, los electores sometidos y hasta los mismos candidatos tienen expectativas que aspiran comenzar a cumplir el segundo domingo del mes de marzo.

Normalmente la gente se compromete a hacer lo que por distintas razones no pudo en el año que en pocos días termina. Dietas, estudios, reconcilios, olvidos, conversiones religiosas, visitas y cualquier añoranza que este momento les de algún grado de satisfacción. En los temas políticos los deseos cambian un poco, el votante sueña con un bienestar que el político interpreta diferente, pero al final terminan en el mismo propósito que es lograr la felicidad particular.

Algunos psicólogos han definido la felicidad como una medida de bienestar subjetivo y que influye en las actitudes y el comportamiento de los individuos. Las personas que tienen un alto grado de felicidad muestran generalmente un enfoque del medio positivo, son los que ven el vaso medio lleno, al mismo tiempo que se sienten motivadas a conquistar nuevas metas.

Por eso debemos intentar equivocarnos menos al momento de hacer coincidir nuestras expectativas, como beneficiarios de las inversiones sociales del Estado, con las reales intenciones de las personas a quienes democráticamente les entreguemos el poder de intervenir en las decisiones públicas que nos afectarán a todos.

Entonces entre las intenciones de fin de año debe estar el compromiso personal de participar activamente en el próximo proceso político de Congreso y Presidencia de la República, primero motivando a aquellos que no votan a que lo hagan para poder tener derecho a criticar o reconocer la labor de los elegidos y segundo, echando mano de los más finos criterios de selección para escoger a quien pueda enfrentar dignamente las condiciones especiales por las que hoy atraviesa el país.

En el Senado y la Cámara de Representantes el pan de cada día son los escándalos, porque algunos elegidos llegan a hacer sus negociaciones como decía Diomedes Díaz en una canción, poco les interesa exponer en el ámbito nacional la problemática de sus regiones. Son los mudos que en privado sí hablan pero que públicamente solo se hacen visibles cuando desde alguna posición pueden lograr un objetivo personal.

Como presidente también necesitamos a alguien que no se regocije con la sangre en la arena de sus compatriotas, que piense en la reivindicación de los derechos que fomentaron la violencia; de convicciones estables y libre de prejuicios que ayuden a reconciliarnos luego de haberse derramado tanta sangre.

Hoy nuestro país es otro y por lo tanto los dirigentes también deben ser otros. Y el problema no son los nombres o los partidos, son las banderas de la reconciliación que necesita una nación, cuando se da cuenta que en las atrocidades de la guerra todos somos perdedores. A escoger bien. Un abrazo.

Columnista
19 diciembre, 2017

Propósitos de fin de año

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Coincidió el inicio de las fiestas de fin de año con la inscripción de los candidatos al Congreso de la República y así como desprevenidamente hacemos el propósito de mejorar o mínimamente modificar algunos asuntos personales a partir del próximo primero de enero, igualmente los que siguen creyendo en la democracia, los electores sometidos y […]


Coincidió el inicio de las fiestas de fin de año con la inscripción de los candidatos al Congreso de la República y así como desprevenidamente hacemos el propósito de mejorar o mínimamente modificar algunos asuntos personales a partir del próximo primero de enero, igualmente los que siguen creyendo en la democracia, los electores sometidos y hasta los mismos candidatos tienen expectativas que aspiran comenzar a cumplir el segundo domingo del mes de marzo.

Normalmente la gente se compromete a hacer lo que por distintas razones no pudo en el año que en pocos días termina. Dietas, estudios, reconcilios, olvidos, conversiones religiosas, visitas y cualquier añoranza que este momento les de algún grado de satisfacción. En los temas políticos los deseos cambian un poco, el votante sueña con un bienestar que el político interpreta diferente, pero al final terminan en el mismo propósito que es lograr la felicidad particular.

Algunos psicólogos han definido la felicidad como una medida de bienestar subjetivo y que influye en las actitudes y el comportamiento de los individuos. Las personas que tienen un alto grado de felicidad muestran generalmente un enfoque del medio positivo, son los que ven el vaso medio lleno, al mismo tiempo que se sienten motivadas a conquistar nuevas metas.

Por eso debemos intentar equivocarnos menos al momento de hacer coincidir nuestras expectativas, como beneficiarios de las inversiones sociales del Estado, con las reales intenciones de las personas a quienes democráticamente les entreguemos el poder de intervenir en las decisiones públicas que nos afectarán a todos.

Entonces entre las intenciones de fin de año debe estar el compromiso personal de participar activamente en el próximo proceso político de Congreso y Presidencia de la República, primero motivando a aquellos que no votan a que lo hagan para poder tener derecho a criticar o reconocer la labor de los elegidos y segundo, echando mano de los más finos criterios de selección para escoger a quien pueda enfrentar dignamente las condiciones especiales por las que hoy atraviesa el país.

En el Senado y la Cámara de Representantes el pan de cada día son los escándalos, porque algunos elegidos llegan a hacer sus negociaciones como decía Diomedes Díaz en una canción, poco les interesa exponer en el ámbito nacional la problemática de sus regiones. Son los mudos que en privado sí hablan pero que públicamente solo se hacen visibles cuando desde alguna posición pueden lograr un objetivo personal.

Como presidente también necesitamos a alguien que no se regocije con la sangre en la arena de sus compatriotas, que piense en la reivindicación de los derechos que fomentaron la violencia; de convicciones estables y libre de prejuicios que ayuden a reconciliarnos luego de haberse derramado tanta sangre.

Hoy nuestro país es otro y por lo tanto los dirigentes también deben ser otros. Y el problema no son los nombres o los partidos, son las banderas de la reconciliación que necesita una nación, cuando se da cuenta que en las atrocidades de la guerra todos somos perdedores. A escoger bien. Un abrazo.