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Columnista - 17 octubre, 2016

Profesoras fotocopiadoras

Fue al salir de una misa. La señora se me acercó y me dijo que si le podía prestar mi libro ¡Los muertos no se cuentan así! Que su hijo lo tenía que leer como tarea en un colegio de la ciudad y que no lo había encontrado en ninguna librería. Le dije que estaba […]

Fue al salir de una misa. La señora se me acercó y me dijo que si le podía prestar mi libro ¡Los muertos no se cuentan así! Que su hijo lo tenía que leer como tarea en un colegio de la ciudad y que no lo había encontrado en ninguna librería. Le dije que estaba agotado, pero que yo le prestaba uno que tenía en casa. Le di mi dirección, pero nunca fue.

El domingo siguiente me la volví a encontrar y le dije que me había quedado esperándola, y me dijo inocente y textualmente: “No, escritora, en el colegio lo están vendiendo en fotocopias”. Me molesté mucho y mi enojo lo aumentó la amiga que estaba conmigo cuando me dijo: “Ay, ya eres famosa, ya te piratean como a Silvestre”, recordé la frase de Andrés Caicedo, pero no se la dije para no ofenderla, pero si mentalmente: “Bienaventurados los estúpidos porque de ellos es el reino de la tierra”.

Le pregunté el nombre del colegio y es uno oficial, departamental o nacional, no sé, al que fui unas cuantas veces a charlar con los muchachos y no volví porque hace dos años la profesora me pidió unos libros en consignación, se los conseguí con la editorial, y al entregárselos le dije que se los vendiera a mitad de precio. No acostumbro a vender libros así, pero como son niños muy pobres accedí, pero nunca me dio razón ni de los libros, ni del dinero a pesar de que la llamé varias veces.

No quiero decir el nombre del colegio para no aumentar su mala imagen, por respeto, el que no ha tenido conmigo. Vender fotocopia de un libro es piratería, es un delito, a no ser de uno antiguo que ya esté en la web. En este que comento se especifica textualmente: “Reservado todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del autor o de sus descendientes, bajo las sanciones establecida en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento”. Pero como aquí no hay autoridades que hagan cumplir la llamada ley de autor, todo se queda así.

Fui al colegio con una amiga que se prestó para comprar la fotocopia, para estar segura, la esperé en el carro y llegó sin las fotocopias, pero con la prueba: “Que si lo venden pero que la profesora no viene esta tarde”. El problema más grande es que se les enseña a los niños a hacer lo que no es correcto.

Profesoras que son fotocopiadoras, por lo menos pidan permiso, para mí es un honor que me lean, pero no que pirateen mis obras. Profesoras fotocopiadoras si ustedes supieran lo que cuesta escribir y publicar un libro, no es un comercio, por lo menos no en mi caso, como lo calificó una ‘académica’ que me detesta, son horas de trabajo, de desvelos, de correcciones y cuando está listo la lucha para conseguir cómo publicarlo (cuando no se tiene editorial) es ingente, ya de esto había escrito. Profesoras ‘pirateadoras’, no enseñen a los niños, a sus estudiantes a ser lo mismo.

Columnista
17 octubre, 2016

Profesoras fotocopiadoras

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Fue al salir de una misa. La señora se me acercó y me dijo que si le podía prestar mi libro ¡Los muertos no se cuentan así! Que su hijo lo tenía que leer como tarea en un colegio de la ciudad y que no lo había encontrado en ninguna librería. Le dije que estaba […]


Fue al salir de una misa. La señora se me acercó y me dijo que si le podía prestar mi libro ¡Los muertos no se cuentan así! Que su hijo lo tenía que leer como tarea en un colegio de la ciudad y que no lo había encontrado en ninguna librería. Le dije que estaba agotado, pero que yo le prestaba uno que tenía en casa. Le di mi dirección, pero nunca fue.

El domingo siguiente me la volví a encontrar y le dije que me había quedado esperándola, y me dijo inocente y textualmente: “No, escritora, en el colegio lo están vendiendo en fotocopias”. Me molesté mucho y mi enojo lo aumentó la amiga que estaba conmigo cuando me dijo: “Ay, ya eres famosa, ya te piratean como a Silvestre”, recordé la frase de Andrés Caicedo, pero no se la dije para no ofenderla, pero si mentalmente: “Bienaventurados los estúpidos porque de ellos es el reino de la tierra”.

Le pregunté el nombre del colegio y es uno oficial, departamental o nacional, no sé, al que fui unas cuantas veces a charlar con los muchachos y no volví porque hace dos años la profesora me pidió unos libros en consignación, se los conseguí con la editorial, y al entregárselos le dije que se los vendiera a mitad de precio. No acostumbro a vender libros así, pero como son niños muy pobres accedí, pero nunca me dio razón ni de los libros, ni del dinero a pesar de que la llamé varias veces.

No quiero decir el nombre del colegio para no aumentar su mala imagen, por respeto, el que no ha tenido conmigo. Vender fotocopia de un libro es piratería, es un delito, a no ser de uno antiguo que ya esté en la web. En este que comento se especifica textualmente: “Reservado todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida sin la autorización escrita del autor o de sus descendientes, bajo las sanciones establecida en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento”. Pero como aquí no hay autoridades que hagan cumplir la llamada ley de autor, todo se queda así.

Fui al colegio con una amiga que se prestó para comprar la fotocopia, para estar segura, la esperé en el carro y llegó sin las fotocopias, pero con la prueba: “Que si lo venden pero que la profesora no viene esta tarde”. El problema más grande es que se les enseña a los niños a hacer lo que no es correcto.

Profesoras que son fotocopiadoras, por lo menos pidan permiso, para mí es un honor que me lean, pero no que pirateen mis obras. Profesoras fotocopiadoras si ustedes supieran lo que cuesta escribir y publicar un libro, no es un comercio, por lo menos no en mi caso, como lo calificó una ‘académica’ que me detesta, son horas de trabajo, de desvelos, de correcciones y cuando está listo la lucha para conseguir cómo publicarlo (cuando no se tiene editorial) es ingente, ya de esto había escrito. Profesoras ‘pirateadoras’, no enseñen a los niños, a sus estudiantes a ser lo mismo.