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Columnista - 25 mayo, 2018

Príncipe de paz

“Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera”. 2Ts 3,16 Por causa de nuestros propios conflictos internos, solemos experimentar sequedad y desolación; Lo que nos obliga a poner nuestra confianza en la bondad de Dios y animarnos con la certidumbre que Dios está siempre con nosotros. El consuelo es el […]

“Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera”. 2Ts 3,16
Por causa de nuestros propios conflictos internos, solemos experimentar sequedad y desolación; Lo que nos obliga a poner nuestra confianza en la bondad de Dios y animarnos con la certidumbre que Dios está siempre con nosotros.

El consuelo es el derramamiento de la paz que proviene de la naturaleza divina. La paz no es solamente el fruto de acuerdos y negociaciones, sino la realidad interna de sabernos bien con Dios, con nosotros y con los otros.

Ciertamente, hay momentos en que las circunstancias tienden a pintar cuadros de desolación como si Dios estuviera ausente; pero, aunque a veces silente, nunca ausente. Él siente toda nuestra preocupación, se duele con cada herida y soporta nuestro dolor. Dios ve en secreto y conoce nuestras necesidades y lágrimas derramadas y no se olvida de ninguna de nuestras ofrendas.

Conocer a Jesús es conocer al príncipe de paz, al Señor de la paz. Esto implica: Intimidad, porque es el mismo Señor quien promete entregarla. Implica constancia, porque el Señor siempre nos concederá su paz. Cierto que, por lo sinuoso del camino podemos encontrar trayectos con obstáculos y discordias; pero, Dios promete su paz en medio de la adversidad y mientras avanzamos. Y finalmente, implica también supremacía, porque esa paz está dada para todas las circunstancias. Dios nos dará su paz en cada situación complicada en que nos encontremos.

Cristo es el Señor de paz y el único capaz de infundir su paz en cada circunstancia de nuestras vidas. La idea básica de paz en el idioma original implica unidad o integridad; por eso cuando esa sensación de unidad interior se quiebra, lo describimos como intranquilidad o pérdida de paz.

Es ahí en ese punto de quiebre, cuando Jesús interviene para darnos su paz. Esa paz que imparte calma en situaciones conflictivas, que restaura la unidad de nuestro ser interior y nos permite recomponer las partes dañadas de nuestro ego, que imparte reconciliación con todos aquellos con quienes hayamos tenido desavenencias o dificultades.

Amados amigos: No solamente tenemos un salvador que calma las tormentas de la vida, sino que en Cristo tenemos un ancla que nos afirma en el muelle seguro de su amor. No hay estrés, prueba, persona o circunstancia que pueda robarnos la paz de Cristo derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo.

Oremos en el nombre de Jesús, reclamando la provisión de su paz y consuelo en cualquier situación diaria potencialmente perturbadora. Invitemos al Señor de paz, al príncipe de paz, para que ejercite su calma, su unidad y su reconciliación en cada situación de nuestras vidas y disfrutemos de todo bajo su señorío. ¡Elecciones en paz!

Un abrazo y que la paz de Dios sea contigo

Columnista
25 mayo, 2018

Príncipe de paz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera”. 2Ts 3,16 Por causa de nuestros propios conflictos internos, solemos experimentar sequedad y desolación; Lo que nos obliga a poner nuestra confianza en la bondad de Dios y animarnos con la certidumbre que Dios está siempre con nosotros. El consuelo es el […]


“Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera”. 2Ts 3,16
Por causa de nuestros propios conflictos internos, solemos experimentar sequedad y desolación; Lo que nos obliga a poner nuestra confianza en la bondad de Dios y animarnos con la certidumbre que Dios está siempre con nosotros.

El consuelo es el derramamiento de la paz que proviene de la naturaleza divina. La paz no es solamente el fruto de acuerdos y negociaciones, sino la realidad interna de sabernos bien con Dios, con nosotros y con los otros.

Ciertamente, hay momentos en que las circunstancias tienden a pintar cuadros de desolación como si Dios estuviera ausente; pero, aunque a veces silente, nunca ausente. Él siente toda nuestra preocupación, se duele con cada herida y soporta nuestro dolor. Dios ve en secreto y conoce nuestras necesidades y lágrimas derramadas y no se olvida de ninguna de nuestras ofrendas.

Conocer a Jesús es conocer al príncipe de paz, al Señor de la paz. Esto implica: Intimidad, porque es el mismo Señor quien promete entregarla. Implica constancia, porque el Señor siempre nos concederá su paz. Cierto que, por lo sinuoso del camino podemos encontrar trayectos con obstáculos y discordias; pero, Dios promete su paz en medio de la adversidad y mientras avanzamos. Y finalmente, implica también supremacía, porque esa paz está dada para todas las circunstancias. Dios nos dará su paz en cada situación complicada en que nos encontremos.

Cristo es el Señor de paz y el único capaz de infundir su paz en cada circunstancia de nuestras vidas. La idea básica de paz en el idioma original implica unidad o integridad; por eso cuando esa sensación de unidad interior se quiebra, lo describimos como intranquilidad o pérdida de paz.

Es ahí en ese punto de quiebre, cuando Jesús interviene para darnos su paz. Esa paz que imparte calma en situaciones conflictivas, que restaura la unidad de nuestro ser interior y nos permite recomponer las partes dañadas de nuestro ego, que imparte reconciliación con todos aquellos con quienes hayamos tenido desavenencias o dificultades.

Amados amigos: No solamente tenemos un salvador que calma las tormentas de la vida, sino que en Cristo tenemos un ancla que nos afirma en el muelle seguro de su amor. No hay estrés, prueba, persona o circunstancia que pueda robarnos la paz de Cristo derramada en nuestros corazones por el Espíritu Santo.

Oremos en el nombre de Jesús, reclamando la provisión de su paz y consuelo en cualquier situación diaria potencialmente perturbadora. Invitemos al Señor de paz, al príncipe de paz, para que ejercite su calma, su unidad y su reconciliación en cada situación de nuestras vidas y disfrutemos de todo bajo su señorío. ¡Elecciones en paz!

Un abrazo y que la paz de Dios sea contigo