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Columnista - 8 febrero, 2016

Por un periodismo sano

Ana María, la directora de El Pilón, me hizo la petición respetuosa de que escribiera sobre periodismo, porque mañana se festeja el día del periodista, según la fecha tradicional, la que hace honor a Manuel del Socorro Rodríguez, no a la que un caprichoso congresista (casi todos lo son) cambiara para octubre. Acepté, con cierta […]

Ana María, la directora de El Pilón, me hizo la petición respetuosa de que escribiera sobre periodismo, porque mañana se festeja el día del periodista, según la fecha tradicional, la que hace honor a Manuel del Socorro Rodríguez, no a la que un caprichoso congresista (casi todos lo son) cambiara para octubre. Acepté, con cierta pereza, que ella entiende, porque el tema ya parece un “dèjá vú”. Sí, porque todos los años se clama por un periodismo ético, prestigioso, integral, pero cada vez es más superficial, gaseoso, más venal, manchado de corrupción; con las debidas excepciones, lógico.

La mayoría del periodismo nuestro, a ese me estoy refiriendo, aunque lo comparen con otras regiones y encuentren similitudes, se ha olvidado de ‘plantar resistencia a los controles gubernamentales o eludirlos’, de ‘examinar a fondo la actividad del gobierno, de los elegidos por la ciudadanía, y de los servicios públicos’; ‘dar oportunidad de expresarse en público a quienes no la tienen’, esos son principios de David Randall en su libro El Periodista Universal; yo agrego: que los periodistas debemos poner un espejo ante la sociedad para que en él se reflejen sus virtudes y vicios, así como para desmitificar sus más arraigadas creencias; luchar por los objetivos que nos propusimos al escoger este oficio: no estar al servicio de los funcionarios, sino por encima de ellos porque nuestro compromiso es con el pueblo.

El periodista cabal no puede vender información, mal de muchos que reciben de funcionarios, artistas y otros, dinero para que se hable bien de ellos; no debe ensañarse, sólo por odios personales, contra alguien que ha caído en desgracia; si no es capaz de ser neutral u objetivo en una información es mejor no darla; debe ser implacable con el corrupto, pero para eso debe examinarse él mismo a ver si no lo es.

El periodista tiene la obligación de capacitarse cada día, con la lectura, asistiendo a cursos o eventos que nutran su cultura general, cuidar el léxico, y, ¡por Dios!, en el siglo en que estamos un periodista no se puede dar el lujo de maltratar el idioma, somos maestros, nos siguen lectores, oyentes, televidentes y más.

En esta fecha especial insto a los periodistas para que no tengamos miedo, no nos autocensuremos, que defendamos, por encima de todo, la libertad de expresión y nuestros derechos; para ello necesitamos fortalecernos cada día, examinarnos sobre lo que estamos haciendo; exigir que el gremio al que se pertenece también sea fuerte de manera que haya un equilibrio entre él y los conglomerados económicos que manejan los medios o que son los medios, sólo un gremio fuerte, honesto, implacable con la corrupción y con los colegas vendidos, podrá lograr que se haga un periodismo sano, íntegro y que valga la pena.

Columnista
8 febrero, 2016

Por un periodismo sano

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Ana María, la directora de El Pilón, me hizo la petición respetuosa de que escribiera sobre periodismo, porque mañana se festeja el día del periodista, según la fecha tradicional, la que hace honor a Manuel del Socorro Rodríguez, no a la que un caprichoso congresista (casi todos lo son) cambiara para octubre. Acepté, con cierta […]


Ana María, la directora de El Pilón, me hizo la petición respetuosa de que escribiera sobre periodismo, porque mañana se festeja el día del periodista, según la fecha tradicional, la que hace honor a Manuel del Socorro Rodríguez, no a la que un caprichoso congresista (casi todos lo son) cambiara para octubre. Acepté, con cierta pereza, que ella entiende, porque el tema ya parece un “dèjá vú”. Sí, porque todos los años se clama por un periodismo ético, prestigioso, integral, pero cada vez es más superficial, gaseoso, más venal, manchado de corrupción; con las debidas excepciones, lógico.

La mayoría del periodismo nuestro, a ese me estoy refiriendo, aunque lo comparen con otras regiones y encuentren similitudes, se ha olvidado de ‘plantar resistencia a los controles gubernamentales o eludirlos’, de ‘examinar a fondo la actividad del gobierno, de los elegidos por la ciudadanía, y de los servicios públicos’; ‘dar oportunidad de expresarse en público a quienes no la tienen’, esos son principios de David Randall en su libro El Periodista Universal; yo agrego: que los periodistas debemos poner un espejo ante la sociedad para que en él se reflejen sus virtudes y vicios, así como para desmitificar sus más arraigadas creencias; luchar por los objetivos que nos propusimos al escoger este oficio: no estar al servicio de los funcionarios, sino por encima de ellos porque nuestro compromiso es con el pueblo.

El periodista cabal no puede vender información, mal de muchos que reciben de funcionarios, artistas y otros, dinero para que se hable bien de ellos; no debe ensañarse, sólo por odios personales, contra alguien que ha caído en desgracia; si no es capaz de ser neutral u objetivo en una información es mejor no darla; debe ser implacable con el corrupto, pero para eso debe examinarse él mismo a ver si no lo es.

El periodista tiene la obligación de capacitarse cada día, con la lectura, asistiendo a cursos o eventos que nutran su cultura general, cuidar el léxico, y, ¡por Dios!, en el siglo en que estamos un periodista no se puede dar el lujo de maltratar el idioma, somos maestros, nos siguen lectores, oyentes, televidentes y más.

En esta fecha especial insto a los periodistas para que no tengamos miedo, no nos autocensuremos, que defendamos, por encima de todo, la libertad de expresión y nuestros derechos; para ello necesitamos fortalecernos cada día, examinarnos sobre lo que estamos haciendo; exigir que el gremio al que se pertenece también sea fuerte de manera que haya un equilibrio entre él y los conglomerados económicos que manejan los medios o que son los medios, sólo un gremio fuerte, honesto, implacable con la corrupción y con los colegas vendidos, podrá lograr que se haga un periodismo sano, íntegro y que valga la pena.