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Columnista - 6 marzo, 2017

Pesadilla sin fin

Terminó la ceremonia de entrega de los premios Oscar de la academia cinematográfica, y se me ocurrió titular este escrito con el epígrafe: “Pesadilla sin fin”, pero no por la famosa película de terror, cuyo estreno se produjo en 1984, y que trata de un grupo de  jóvenes que habitualmente tienen pesadillas con un individuo […]

Terminó la ceremonia de entrega de los premios Oscar de la academia cinematográfica, y se me ocurrió titular este escrito con el epígrafe: “Pesadilla sin fin”, pero no por la famosa película de terror, cuyo estreno se produjo en 1984, y que trata de un grupo de  jóvenes que habitualmente tienen pesadillas con un individuo deformado por el fuego, que los persigue para asesinarlos con las afiladas cuchillas que salen de su guante derecho. Su director fue el señor Wes Craven, fallecido el 30 de agosto de 2015 a sus 76 años. Pero la verdadera razón que me llevó a pensar en este título, no es otra que la pesadilla sin fin a la que desde hace años nos tiene sometidos la empresa comercializadora del servicio de energía eléctrica para la costa caribe, Electricaribe.

Esta empresa se fusiona en el 2007 con Electrocosta, asumiendo los bienes, derechos y obligaciones, así como el recurso humano y la carga pensional. Electricaribe pasa a ser una filial de  Gas Natural Fenosa, que presta sus servicios en siete departamentos de la Costa.

La Constitución Política de 1991, en su Artículo 365, permite que los servicios públicos domiciliarios puedan ser prestados por el Estado, directamente o a través de comunidades organizadas o particulares. Es así como se privatiza el servicio público de energía, con el propósito de mejorar su prestación, en términos de eficiencia y calidad. No obstante, las interrupciones del servicio de energía, los frecuentes “bajonazos y subidas del voltaje”, las interminables colas de usuarios quejosos y, la pésima infraestructura, son entre otros muchos, los males que dejan mal parada a Electricaribe, en los siete departamentos costeños, al punto que el gobierno se vio en la necesidad de intervenirla. Pero ¿qué resultados se obtuvieron con dicha intervención? Según el gerente de Electricaribe, Edgardo Sojo, la intervención sirvió para inyectarle unos recursos del orden de los 470.000 millones a través del documento Conpes, y del Fondo Empresarial de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios. Con los cuales se garantiza la continuidad en la prestación del servicio. Además el recaudo que era de 21.161, mostro una mejoría pasando a 44.767 millones de pesos, por esta razón muchos consideran que la intervención era necesaria. No obstante, considero que todas estas medidas como se dice coloquialmente son “pañitos de agua tibia”, que no ocultan la realidad monda y lironda de Electricaribe, y es su rezago en la inversión estimado en 1.1 billones de pesos, que la hacen ineficiente, y a mi modo de ver, inviable.

De tal manera, que la pesadilla no parece tener fin, y quien sabe hasta cuándo tendremos que aguantarnos a Electricaribe con su pésimo y costoso servicio. Debemos  acostumbrarnos a las mentiras de siempre, como que la interrupción del servicio obedece a que los costeños no pagamos oportunamente la factura, -se demostró todo lo contrario-, o que los apagones son causados por la fuertes brisas, o por el fenómeno de las cometas. Todo ello para justificar la mediocridad e inoperancia.

Columnista
6 marzo, 2017

Pesadilla sin fin

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dario Arregoces

Terminó la ceremonia de entrega de los premios Oscar de la academia cinematográfica, y se me ocurrió titular este escrito con el epígrafe: “Pesadilla sin fin”, pero no por la famosa película de terror, cuyo estreno se produjo en 1984, y que trata de un grupo de  jóvenes que habitualmente tienen pesadillas con un individuo […]


Terminó la ceremonia de entrega de los premios Oscar de la academia cinematográfica, y se me ocurrió titular este escrito con el epígrafe: “Pesadilla sin fin”, pero no por la famosa película de terror, cuyo estreno se produjo en 1984, y que trata de un grupo de  jóvenes que habitualmente tienen pesadillas con un individuo deformado por el fuego, que los persigue para asesinarlos con las afiladas cuchillas que salen de su guante derecho. Su director fue el señor Wes Craven, fallecido el 30 de agosto de 2015 a sus 76 años. Pero la verdadera razón que me llevó a pensar en este título, no es otra que la pesadilla sin fin a la que desde hace años nos tiene sometidos la empresa comercializadora del servicio de energía eléctrica para la costa caribe, Electricaribe.

Esta empresa se fusiona en el 2007 con Electrocosta, asumiendo los bienes, derechos y obligaciones, así como el recurso humano y la carga pensional. Electricaribe pasa a ser una filial de  Gas Natural Fenosa, que presta sus servicios en siete departamentos de la Costa.

La Constitución Política de 1991, en su Artículo 365, permite que los servicios públicos domiciliarios puedan ser prestados por el Estado, directamente o a través de comunidades organizadas o particulares. Es así como se privatiza el servicio público de energía, con el propósito de mejorar su prestación, en términos de eficiencia y calidad. No obstante, las interrupciones del servicio de energía, los frecuentes “bajonazos y subidas del voltaje”, las interminables colas de usuarios quejosos y, la pésima infraestructura, son entre otros muchos, los males que dejan mal parada a Electricaribe, en los siete departamentos costeños, al punto que el gobierno se vio en la necesidad de intervenirla. Pero ¿qué resultados se obtuvieron con dicha intervención? Según el gerente de Electricaribe, Edgardo Sojo, la intervención sirvió para inyectarle unos recursos del orden de los 470.000 millones a través del documento Conpes, y del Fondo Empresarial de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios. Con los cuales se garantiza la continuidad en la prestación del servicio. Además el recaudo que era de 21.161, mostro una mejoría pasando a 44.767 millones de pesos, por esta razón muchos consideran que la intervención era necesaria. No obstante, considero que todas estas medidas como se dice coloquialmente son “pañitos de agua tibia”, que no ocultan la realidad monda y lironda de Electricaribe, y es su rezago en la inversión estimado en 1.1 billones de pesos, que la hacen ineficiente, y a mi modo de ver, inviable.

De tal manera, que la pesadilla no parece tener fin, y quien sabe hasta cuándo tendremos que aguantarnos a Electricaribe con su pésimo y costoso servicio. Debemos  acostumbrarnos a las mentiras de siempre, como que la interrupción del servicio obedece a que los costeños no pagamos oportunamente la factura, -se demostró todo lo contrario-, o que los apagones son causados por la fuertes brisas, o por el fenómeno de las cometas. Todo ello para justificar la mediocridad e inoperancia.