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Columnista - 28 noviembre, 2017

Hemos perdido la virtud de la decencia

Los vallenatos y no vallenatos nos hemos convertido en unos patanes, groseros, vulgares e irrespetuosos indecentes. Qué lindo es ser decente. Pero, ¿qué es ser decente? Curiosamente, no hay mucha literatura clásica sobre la decencia, cómo en efecto existe sobre el honor, la dignidad, la lealtad y otras tantas virtudes por las cuales se hace […]

Los vallenatos y no vallenatos nos hemos convertido en unos patanes, groseros, vulgares e irrespetuosos indecentes. Qué lindo es ser decente. Pero, ¿qué es ser decente? Curiosamente, no hay mucha literatura clásica sobre la decencia, cómo en efecto existe sobre el honor, la dignidad, la lealtad y otras tantas virtudes por las cuales se hace mala la gente.

La decencia no sólo se refiere al comportamiento de las personas, todos aspiramos a vivir en una casa decente, a tener un ingreso decente, a enviar a nuestros hijos a un colegio decente, a vivir entre gente decente. Esto último para muchos vallenatos puede tener una connotación clasista o elitista, pero se equivocan; la decencia no reconoce clases y sin duda, hay más decencia en los estratos bajos que en los altos.

Y por supuesto, todos aspiramos a morir decentemente. Es, pues, un concepto algo abstracto.
La decencia personal no sólo tiene que ver con los cánones mínimos de comportamiento que exige una sociedad en un momento dado; tiene que ver también con ciertos rasgos básicos del carácter, como la honestidad, la integridad o un sentido de lo que es justo y equitativo.

Ser decente (perdón por la indecencia) no cuesta un c…, dicen por ahí. Pero sí cuesta. La presión para que actuemos de manera indecente a través de la vida, es constante y permanente.

Parte importante de la decencia se adquiere en un buen hogar, pero se pierde con las malas compañías. La codicia, los celos y el egoísmo son enemigos de la decencia. Y cada hogar le pone su propio umbral.

Tratar de mantener esos umbrales con los hijos de hoy en este mundo no debe ser tarea fácil. Con el internet y celular están a tan solo una tecla de lo más indecente, cuando no aberrante y pornográfico.

De manera que un buen propósito es encontrar el coraje suficiente que nos permita ser un poco más decentes. Para que todos podamos vivir una vida más decente en un país asimismo un tantico más decente.

Y como es mi costumbre, trataré otros temitas: Ojalá se sancione ejemplarmente a aquellos dueños de establecimientos que ordenan a sus empleados manejar el volumen de sus equipos de sonido superando los decibeles permitidos. Igualmente a los conductores con sus pitos, cosa difícil de lograr o de conseguir, pero hay que intentarlo.

Pero además quiero sugerirle a los vallenatos que cuiden los servicios públicos. Para poder gozar de nuestros servicios públicos de una forma adecuada, hay que tener en cuenta ciertos comportamientos sencillos, para cuidar los recursos destinados, tanto en el espacio público como en los hogares. Además recordarles la importancia de colaborar con los llamados de las empresas que como Emdupar y Electricaribe hacen con el fin de ahorrar recursos. Adopte las medidas necesarias en su casa para hacer un uso racional de agua y electricidad.

Cuando necesite vaciar sus recipientes de residuos sólidos, sáquelos a las horas indicadas y en lugares dispuestos para esto por la empresa Interaseo, que es la que presta el servicio. No dude en denunciar huecos o excavaciones dejadas en las calles después de una instalación o reparación de un servicio público realizados por arquitectos, ingenieros o particulares. Por lo general siempre reparan mal y de ahí tanto hueco en las calles.

Quiero sugerirle a Oficina de Planeación Municipal, las Curadurías y a firmas constructoras tener en cuenta al expedir un permiso, la incidencia habitual que pueda tener un centro comercial o un edificio al construirse con la congestión vehicular. ¿Qué irán a hacer los responsables de la obra con los espectaculares trancones que se avecinan cuando los centros comerciales o edificios estén en funcionamiento? ¿Por qué no estudiar estos detalles cuando se planea la obra? ¿No pensaron en esto cuando la autorizaron?

También sin ningún temor puedo decir que Valledupar ha crecido en medio del relajo sin atisbo de planeación, eso no es novedoso. Creo que el despelote urbano se debe a las autoridades y no autoridades: las primeras no cumplen con el deber de planear y por otro lado, los constructores piensan más en su bolsillo que en la ciudad y sus condiciones. Y da pena decirlo, aquí a todos les falta algo de sentido común y un poco de generosidad con Valledupar.

Por Alberto Herazo Palmera

Columnista
28 noviembre, 2017

Hemos perdido la virtud de la decencia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Alberto Herazo P.

Los vallenatos y no vallenatos nos hemos convertido en unos patanes, groseros, vulgares e irrespetuosos indecentes. Qué lindo es ser decente. Pero, ¿qué es ser decente? Curiosamente, no hay mucha literatura clásica sobre la decencia, cómo en efecto existe sobre el honor, la dignidad, la lealtad y otras tantas virtudes por las cuales se hace […]


Los vallenatos y no vallenatos nos hemos convertido en unos patanes, groseros, vulgares e irrespetuosos indecentes. Qué lindo es ser decente. Pero, ¿qué es ser decente? Curiosamente, no hay mucha literatura clásica sobre la decencia, cómo en efecto existe sobre el honor, la dignidad, la lealtad y otras tantas virtudes por las cuales se hace mala la gente.

La decencia no sólo se refiere al comportamiento de las personas, todos aspiramos a vivir en una casa decente, a tener un ingreso decente, a enviar a nuestros hijos a un colegio decente, a vivir entre gente decente. Esto último para muchos vallenatos puede tener una connotación clasista o elitista, pero se equivocan; la decencia no reconoce clases y sin duda, hay más decencia en los estratos bajos que en los altos.

Y por supuesto, todos aspiramos a morir decentemente. Es, pues, un concepto algo abstracto.
La decencia personal no sólo tiene que ver con los cánones mínimos de comportamiento que exige una sociedad en un momento dado; tiene que ver también con ciertos rasgos básicos del carácter, como la honestidad, la integridad o un sentido de lo que es justo y equitativo.

Ser decente (perdón por la indecencia) no cuesta un c…, dicen por ahí. Pero sí cuesta. La presión para que actuemos de manera indecente a través de la vida, es constante y permanente.

Parte importante de la decencia se adquiere en un buen hogar, pero se pierde con las malas compañías. La codicia, los celos y el egoísmo son enemigos de la decencia. Y cada hogar le pone su propio umbral.

Tratar de mantener esos umbrales con los hijos de hoy en este mundo no debe ser tarea fácil. Con el internet y celular están a tan solo una tecla de lo más indecente, cuando no aberrante y pornográfico.

De manera que un buen propósito es encontrar el coraje suficiente que nos permita ser un poco más decentes. Para que todos podamos vivir una vida más decente en un país asimismo un tantico más decente.

Y como es mi costumbre, trataré otros temitas: Ojalá se sancione ejemplarmente a aquellos dueños de establecimientos que ordenan a sus empleados manejar el volumen de sus equipos de sonido superando los decibeles permitidos. Igualmente a los conductores con sus pitos, cosa difícil de lograr o de conseguir, pero hay que intentarlo.

Pero además quiero sugerirle a los vallenatos que cuiden los servicios públicos. Para poder gozar de nuestros servicios públicos de una forma adecuada, hay que tener en cuenta ciertos comportamientos sencillos, para cuidar los recursos destinados, tanto en el espacio público como en los hogares. Además recordarles la importancia de colaborar con los llamados de las empresas que como Emdupar y Electricaribe hacen con el fin de ahorrar recursos. Adopte las medidas necesarias en su casa para hacer un uso racional de agua y electricidad.

Cuando necesite vaciar sus recipientes de residuos sólidos, sáquelos a las horas indicadas y en lugares dispuestos para esto por la empresa Interaseo, que es la que presta el servicio. No dude en denunciar huecos o excavaciones dejadas en las calles después de una instalación o reparación de un servicio público realizados por arquitectos, ingenieros o particulares. Por lo general siempre reparan mal y de ahí tanto hueco en las calles.

Quiero sugerirle a Oficina de Planeación Municipal, las Curadurías y a firmas constructoras tener en cuenta al expedir un permiso, la incidencia habitual que pueda tener un centro comercial o un edificio al construirse con la congestión vehicular. ¿Qué irán a hacer los responsables de la obra con los espectaculares trancones que se avecinan cuando los centros comerciales o edificios estén en funcionamiento? ¿Por qué no estudiar estos detalles cuando se planea la obra? ¿No pensaron en esto cuando la autorizaron?

También sin ningún temor puedo decir que Valledupar ha crecido en medio del relajo sin atisbo de planeación, eso no es novedoso. Creo que el despelote urbano se debe a las autoridades y no autoridades: las primeras no cumplen con el deber de planear y por otro lado, los constructores piensan más en su bolsillo que en la ciudad y sus condiciones. Y da pena decirlo, aquí a todos les falta algo de sentido común y un poco de generosidad con Valledupar.

Por Alberto Herazo Palmera