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Columnista - 9 marzo, 2017

Partidos de centro, un eufemismo

Mucho se habla en todo el mundo de los partidos de centro, aquellos que no quieren parecerse a los de izquierda porque les da miedo pero tampoco a los de derecha porque les da pena; sus defensores saben que cualquiera de estas posiciones ideológicas les resta votos. Esta situación es la más cómoda para defender […]

Mucho se habla en todo el mundo de los partidos de centro, aquellos que no quieren parecerse a los de izquierda porque les da miedo pero tampoco a los de derecha porque les da pena; sus defensores saben que cualquiera de estas posiciones ideológicas les resta votos. Esta situación es la más cómoda para defender un electorado; ni tan cerca que queme al santo, ni tan lejos que no lo alumbre. Ser de centro, ideológicamente, es ser amorfo.

En cambio, ser de derecha o de izquierda significa que se tiene una cosmovisión socio económica del mundo; dentro de cada una de estas vertientes podrán existir franjas o grados de radicalización, por la franja tenue podrían compartir actitudes y entonces dicen que son de centro izquierda o de centro derecha, una definición borrosa; por la franja intensa están los fundamentalistas que también se parecen. Los centros, ideológicamente, son como la mediana de un triángulo que lo divide en dos partes iguales; estadísticamente la mediana indica que encima de esa línea la mitad de la población tiene unas características diferentes a las que tiene la otra mitad que queda por debajo, pero no es ninguna de las dos partes.

Y así como entre NO y SI no caben términos intermedios, tampoco deben existir entre estas tendencias ideológicas. Hablar de partidos de centro es un eufemismo, es ayudar a mantener el statu quo, es disfrazarse, es no comprometerse con una causa determinada. Es como hablar de clase media. Los llamados partidos de centro no tienen ideas nuevas, proponen lo convencional, aquello que no altere la correlación de fuerzas y que permita mantener los privilegios a los de siempre. Abordo este tema ahora que tanto el partido liberal como la U proponen candidatos de centro para la presidencia de la república pese a que al interior de ellos predomina una dirigencia derechista. Aquí también podrían incluirse los verdes y Fajardo, igual que Robledo ya que el MOIR siempre ha sido un partido economicista. ¿Qué hacían reunidos Robledo y José Obdulio Gaviria en un restaurante en Bogotá? Extraña reunión.

La alternativa para romper el statu quo podrían ser Petro u otras candidaturas como la del partido de las Farc, con una mirada más antropocéntrica que mercantil. La otra vertiente, la derechista y contratista, la integran los uribovarguistas, algunos sectores del conservatismo, todos los oportunistas y los grupos confesionales “aleluyas” y católicos. La verdad es que el pueblo colombiano tiene que salirse de esos esquemas tradicionales maníos ya fracasados y ensayar nuevas formas de concebir la política, la economía, la educación, las relaciones internacionales y sobre todo, la decencia frente a lo público. Doscientos años de vida republicana son más que suficientes para darse cuenta de que andamos a paso de cangrejo que a veces se detiene y retrocede. Y a todo lo que permanece estático le cae moho.

[email protected]

Columnista
9 marzo, 2017

Partidos de centro, un eufemismo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Mucho se habla en todo el mundo de los partidos de centro, aquellos que no quieren parecerse a los de izquierda porque les da miedo pero tampoco a los de derecha porque les da pena; sus defensores saben que cualquiera de estas posiciones ideológicas les resta votos. Esta situación es la más cómoda para defender […]


Mucho se habla en todo el mundo de los partidos de centro, aquellos que no quieren parecerse a los de izquierda porque les da miedo pero tampoco a los de derecha porque les da pena; sus defensores saben que cualquiera de estas posiciones ideológicas les resta votos. Esta situación es la más cómoda para defender un electorado; ni tan cerca que queme al santo, ni tan lejos que no lo alumbre. Ser de centro, ideológicamente, es ser amorfo.

En cambio, ser de derecha o de izquierda significa que se tiene una cosmovisión socio económica del mundo; dentro de cada una de estas vertientes podrán existir franjas o grados de radicalización, por la franja tenue podrían compartir actitudes y entonces dicen que son de centro izquierda o de centro derecha, una definición borrosa; por la franja intensa están los fundamentalistas que también se parecen. Los centros, ideológicamente, son como la mediana de un triángulo que lo divide en dos partes iguales; estadísticamente la mediana indica que encima de esa línea la mitad de la población tiene unas características diferentes a las que tiene la otra mitad que queda por debajo, pero no es ninguna de las dos partes.

Y así como entre NO y SI no caben términos intermedios, tampoco deben existir entre estas tendencias ideológicas. Hablar de partidos de centro es un eufemismo, es ayudar a mantener el statu quo, es disfrazarse, es no comprometerse con una causa determinada. Es como hablar de clase media. Los llamados partidos de centro no tienen ideas nuevas, proponen lo convencional, aquello que no altere la correlación de fuerzas y que permita mantener los privilegios a los de siempre. Abordo este tema ahora que tanto el partido liberal como la U proponen candidatos de centro para la presidencia de la república pese a que al interior de ellos predomina una dirigencia derechista. Aquí también podrían incluirse los verdes y Fajardo, igual que Robledo ya que el MOIR siempre ha sido un partido economicista. ¿Qué hacían reunidos Robledo y José Obdulio Gaviria en un restaurante en Bogotá? Extraña reunión.

La alternativa para romper el statu quo podrían ser Petro u otras candidaturas como la del partido de las Farc, con una mirada más antropocéntrica que mercantil. La otra vertiente, la derechista y contratista, la integran los uribovarguistas, algunos sectores del conservatismo, todos los oportunistas y los grupos confesionales “aleluyas” y católicos. La verdad es que el pueblo colombiano tiene que salirse de esos esquemas tradicionales maníos ya fracasados y ensayar nuevas formas de concebir la política, la economía, la educación, las relaciones internacionales y sobre todo, la decencia frente a lo público. Doscientos años de vida republicana son más que suficientes para darse cuenta de que andamos a paso de cangrejo que a veces se detiene y retrocede. Y a todo lo que permanece estático le cae moho.

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