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Columnista - 24 septiembre, 2016

Parranda larga

Córdoba es un pequeño pueblo de pescadores localizado en cercanías de Tacamocha al sur de Magangué, en el departamento de Bolívar, donde siempre, ayer y hoy, la llegada de un músico es un verdadero acontecimiento social, cultural y económico. Por allá en el año 1956 Chema Martínez, rodando tierra y en físico rebusque, merodeaba el […]

Córdoba es un pequeño pueblo de pescadores localizado en cercanías de Tacamocha al sur de Magangué, en el departamento de Bolívar, donde siempre, ayer y hoy, la llegada de un músico es un verdadero acontecimiento social, cultural y económico.

Por allá en el año 1956 Chema Martínez, rodando tierra y en físico rebusque, merodeaba el entorno magangueleño con su guacharaquero Segundo Caro y su compadre David Oviedo en la caja. Segundo tenía familiares en Córdoba y para allá enrumbaron en busca de parrandas y festejos varios.

Una vez instalados donde los primos del guacharaquero, voló la noticia en el pueblo que había llegado un acordeonero hermano del ‘Pollo Vallenato’.

Casi de inmediato llegó un propio enviado por ‘El Mono’ Zambrano, personaje influyente en el poblado, famoso por sus parrandas babilónicas y de tiro largo, advirtiéndoles que si iban de afán, mejor siguieran de largo.

Chema y su gente entusiasmados presentían que una parranda larga les aseguraba un buen plante y sin preámbulos aceptaron la tentadora oferta.

La casa de Zambrano, individuo de unos sesenta y cinco años bebiendo, era de las más grandes en el pueblo con un fresco y espacioso patio y allí comenzó el episodio con cuatro bultos de ron caña, un carnero degollado y sendas botellas de menticol, el aire acondicionado de la época en aquellos sitios donde el fluido eléctrico aún no se asomaba.

La parranda sería larga según les comentaba y se irían con el bolsillo apretado ya que la gente les decía, “están bien agarrados porque ese tipo si paga bien, pero paga es al final, cuando deja de beber, antes no la suelta, así que atecen el galillo”.

La faena comenzaba a las diez de la mañana, hasta bien entrada la noche y cuatro días después de estar estirando el fuelle Chema le solicitó a Zambrano liquidar el toque hasta allí, pues estaban sin ropa limpia y sin elementos de aseo personal y este inmediatamente envió al propio a la miscelánea cordobesa por camisas, camisillas, interiores, jabones, pasta dental y más menticol y otros cuatro bultos de rentas del Magdalena y con el desplume de un par de pizcos alegremente retomaron la jarana.

Cumplida una semana de ajetreo parrandero sin ver un solo peso, Chema comenzó a preocuparse al saber que las parrandas de ‘El Mono’ habían durado hasta cuarenta días con una banda de Magangué y los lugareños seguían advirtiéndoles “el tipo paga bien, pero hasta que no termine de beber no afloja la plata”

Patos, gallinetas, ponches y más carneros continuaban peleándose un espacio en la olla del guiso y ‘El Mono’ eufórico con la música del provinciano mandó a buscar la banda como refuerzo ya que la gente del fuelle acusaba ya un poco de cansancio.

A los dieciséis días cumplidos en aquella jornada, Chema volvió a la carga insistiéndole al fulano una liquidación parcial, pues necesitaba enviar algunos recursos para e El Copey, donde tenía a Domitila y los pelaos, pero fue grande el desaliento cuando aquel le dijo muy ufano “yo pago cuando dejo de beber y ahora es que estoy comenzando”.

Después de consultar con sus compañeros resolvieron regresar con un par de panelas y un kilo de queso en la mochila y tocando algunas marañas en el camino pudieron regresar a El Copey.

Algunos días después llegó su hermano Luis Enrique, ‘El Pollo Vallenato’ y enterado que después de tocarle a ‘El Mono’ Zambrano dieciséis días seguidos, recibiendo solo la promesa que a los cuarenta días le pagaría, este le comento apesumbrado: “Ombe! Chema, yo si he sido el hombre salao’ en esta vida, pues nunca me he podido encontrar una guaca como esa, te aseguro que si hubiera sido yo todavía estaríamos cogios”.

Como todos saben su adicción al alcohol contribuyó a que ‘El Pollo Vallenato’ hubiese bajado el pico y colgado sus espuelas.

Columnista
24 septiembre, 2016

Parranda larga

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio C. Oñate M.

Córdoba es un pequeño pueblo de pescadores localizado en cercanías de Tacamocha al sur de Magangué, en el departamento de Bolívar, donde siempre, ayer y hoy, la llegada de un músico es un verdadero acontecimiento social, cultural y económico. Por allá en el año 1956 Chema Martínez, rodando tierra y en físico rebusque, merodeaba el […]


Córdoba es un pequeño pueblo de pescadores localizado en cercanías de Tacamocha al sur de Magangué, en el departamento de Bolívar, donde siempre, ayer y hoy, la llegada de un músico es un verdadero acontecimiento social, cultural y económico.

Por allá en el año 1956 Chema Martínez, rodando tierra y en físico rebusque, merodeaba el entorno magangueleño con su guacharaquero Segundo Caro y su compadre David Oviedo en la caja. Segundo tenía familiares en Córdoba y para allá enrumbaron en busca de parrandas y festejos varios.

Una vez instalados donde los primos del guacharaquero, voló la noticia en el pueblo que había llegado un acordeonero hermano del ‘Pollo Vallenato’.

Casi de inmediato llegó un propio enviado por ‘El Mono’ Zambrano, personaje influyente en el poblado, famoso por sus parrandas babilónicas y de tiro largo, advirtiéndoles que si iban de afán, mejor siguieran de largo.

Chema y su gente entusiasmados presentían que una parranda larga les aseguraba un buen plante y sin preámbulos aceptaron la tentadora oferta.

La casa de Zambrano, individuo de unos sesenta y cinco años bebiendo, era de las más grandes en el pueblo con un fresco y espacioso patio y allí comenzó el episodio con cuatro bultos de ron caña, un carnero degollado y sendas botellas de menticol, el aire acondicionado de la época en aquellos sitios donde el fluido eléctrico aún no se asomaba.

La parranda sería larga según les comentaba y se irían con el bolsillo apretado ya que la gente les decía, “están bien agarrados porque ese tipo si paga bien, pero paga es al final, cuando deja de beber, antes no la suelta, así que atecen el galillo”.

La faena comenzaba a las diez de la mañana, hasta bien entrada la noche y cuatro días después de estar estirando el fuelle Chema le solicitó a Zambrano liquidar el toque hasta allí, pues estaban sin ropa limpia y sin elementos de aseo personal y este inmediatamente envió al propio a la miscelánea cordobesa por camisas, camisillas, interiores, jabones, pasta dental y más menticol y otros cuatro bultos de rentas del Magdalena y con el desplume de un par de pizcos alegremente retomaron la jarana.

Cumplida una semana de ajetreo parrandero sin ver un solo peso, Chema comenzó a preocuparse al saber que las parrandas de ‘El Mono’ habían durado hasta cuarenta días con una banda de Magangué y los lugareños seguían advirtiéndoles “el tipo paga bien, pero hasta que no termine de beber no afloja la plata”

Patos, gallinetas, ponches y más carneros continuaban peleándose un espacio en la olla del guiso y ‘El Mono’ eufórico con la música del provinciano mandó a buscar la banda como refuerzo ya que la gente del fuelle acusaba ya un poco de cansancio.

A los dieciséis días cumplidos en aquella jornada, Chema volvió a la carga insistiéndole al fulano una liquidación parcial, pues necesitaba enviar algunos recursos para e El Copey, donde tenía a Domitila y los pelaos, pero fue grande el desaliento cuando aquel le dijo muy ufano “yo pago cuando dejo de beber y ahora es que estoy comenzando”.

Después de consultar con sus compañeros resolvieron regresar con un par de panelas y un kilo de queso en la mochila y tocando algunas marañas en el camino pudieron regresar a El Copey.

Algunos días después llegó su hermano Luis Enrique, ‘El Pollo Vallenato’ y enterado que después de tocarle a ‘El Mono’ Zambrano dieciséis días seguidos, recibiendo solo la promesa que a los cuarenta días le pagaría, este le comento apesumbrado: “Ombe! Chema, yo si he sido el hombre salao’ en esta vida, pues nunca me he podido encontrar una guaca como esa, te aseguro que si hubiera sido yo todavía estaríamos cogios”.

Como todos saben su adicción al alcohol contribuyó a que ‘El Pollo Vallenato’ hubiese bajado el pico y colgado sus espuelas.