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Columnista - 26 abril, 2018

Pareciera que el pueblo quiere cambio de régimen

La situación de nuestro país es terrible, para no decir inadmisible, teniendo en cuenta la enorme degradación moral, el alto índice de pobreza y la desigualdad de toda índole que se ha vuelto insoportable. Ya esta situación ha llegado al límite porque nuestros políticos no han cambiado de actitud hacia el compromiso de ser ciudadanos […]

La situación de nuestro país es terrible, para no decir inadmisible, teniendo en cuenta la enorme degradación moral, el alto índice de pobreza y la desigualdad de toda índole que se ha vuelto insoportable. Ya esta situación ha llegado al límite porque nuestros políticos no han cambiado de actitud hacia el compromiso de ser ciudadanos responsables y promotores del bienestar general y, lo más indignante, han perpetuado la politiquería oportunista, inescrupulosa y déspota en el poder gubernamental.

En todas las agrupaciones sociales hay disputas por el poder gubernamental. La importancia de la democracia radica, esencialmente, en que los miembros de la sociedad no sean gobernados por caudillos autócratas menospreciadores de la justicia social y, por ende, mecenas de la impunidad, que es el común denominador de tales personajes, de por sí políticos mercenarios a ultranza del poder económico, cuya consecuencia ha sido el enraizamiento de la corrupción en nuestra sociedad, que en el actual debate por la presidencia del país, todos los candidatos pregonan que la combatirán con ahínco; sin embargo, algunos candidatos se contradicen por el acompañamiento de sus apoyadores.

Sergio Fajardo y Gustavo Petro son los candidatos más alejados del andamiaje de la corrupción. Este último es quien habla con menos tapujo y con mayor claridad sobre sus proyectos; es decir, más acordes con la realidad del país. Por ejemplo, no son creíbles las promesas de Germán Vargas Lleras ni las de Iván Duque, tampoco las de Humberto De la Calle, teniendo en cuenta sus acompañamientos, entre los cuales sobresalen dirigentes políticos, empresarios contratistas y congresistas, reconocidos no por altruismo sino por sus enredos relacionados con la corrupción.

Por el predominio del clientelismo y el flujo financiero que disponen, lo más probable es que salgan elegidos los candidatos del partido Centro Democrático o de Cambio Radical. Pero como el pueblo ya está cansado de tanto sufrimiento e indignado por el incumplimiento de los políticos tradicionales, la gente tiende a inclinarse por Gustavo Petro, quien ha propuesto un aceptable Plan de Desarrollo.

En vista de que los políticos tradicionales no quieren cambiar la forma de gobernar, el pueblo los cambiará y este pensamiento está cogiendo fuerza, ya que el inconformismo pulula en muchas regiones del país, principalmente en Bogotá y la Costa Atlántica. Esto tiene altamente preocupados a los politiqueros, especialmente a los uribistas que en segunda vuelta se unirían a las huestes de Germán Vargas con tal de mantener la supremacía. Pero de seguir los mismos con las mismas prácticas corruptas, el pueblo, más temprano que tarde los cambiará.

Columnista
26 abril, 2018

Pareciera que el pueblo quiere cambio de régimen

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

La situación de nuestro país es terrible, para no decir inadmisible, teniendo en cuenta la enorme degradación moral, el alto índice de pobreza y la desigualdad de toda índole que se ha vuelto insoportable. Ya esta situación ha llegado al límite porque nuestros políticos no han cambiado de actitud hacia el compromiso de ser ciudadanos […]


La situación de nuestro país es terrible, para no decir inadmisible, teniendo en cuenta la enorme degradación moral, el alto índice de pobreza y la desigualdad de toda índole que se ha vuelto insoportable. Ya esta situación ha llegado al límite porque nuestros políticos no han cambiado de actitud hacia el compromiso de ser ciudadanos responsables y promotores del bienestar general y, lo más indignante, han perpetuado la politiquería oportunista, inescrupulosa y déspota en el poder gubernamental.

En todas las agrupaciones sociales hay disputas por el poder gubernamental. La importancia de la democracia radica, esencialmente, en que los miembros de la sociedad no sean gobernados por caudillos autócratas menospreciadores de la justicia social y, por ende, mecenas de la impunidad, que es el común denominador de tales personajes, de por sí políticos mercenarios a ultranza del poder económico, cuya consecuencia ha sido el enraizamiento de la corrupción en nuestra sociedad, que en el actual debate por la presidencia del país, todos los candidatos pregonan que la combatirán con ahínco; sin embargo, algunos candidatos se contradicen por el acompañamiento de sus apoyadores.

Sergio Fajardo y Gustavo Petro son los candidatos más alejados del andamiaje de la corrupción. Este último es quien habla con menos tapujo y con mayor claridad sobre sus proyectos; es decir, más acordes con la realidad del país. Por ejemplo, no son creíbles las promesas de Germán Vargas Lleras ni las de Iván Duque, tampoco las de Humberto De la Calle, teniendo en cuenta sus acompañamientos, entre los cuales sobresalen dirigentes políticos, empresarios contratistas y congresistas, reconocidos no por altruismo sino por sus enredos relacionados con la corrupción.

Por el predominio del clientelismo y el flujo financiero que disponen, lo más probable es que salgan elegidos los candidatos del partido Centro Democrático o de Cambio Radical. Pero como el pueblo ya está cansado de tanto sufrimiento e indignado por el incumplimiento de los políticos tradicionales, la gente tiende a inclinarse por Gustavo Petro, quien ha propuesto un aceptable Plan de Desarrollo.

En vista de que los políticos tradicionales no quieren cambiar la forma de gobernar, el pueblo los cambiará y este pensamiento está cogiendo fuerza, ya que el inconformismo pulula en muchas regiones del país, principalmente en Bogotá y la Costa Atlántica. Esto tiene altamente preocupados a los politiqueros, especialmente a los uribistas que en segunda vuelta se unirían a las huestes de Germán Vargas con tal de mantener la supremacía. Pero de seguir los mismos con las mismas prácticas corruptas, el pueblo, más temprano que tarde los cambiará.