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Columnista - 27 junio, 2018

Ortega y Gasset: escritor, y filosofo (III)

Continuación. Después de los acontecimientos nefastos de la guerra civil española, entre los años 1.936 a 1.939, Ortega entró en un estado de ánimo, o mejor, desánimo, que se le conoce con el nombre de El Silencio de Ortega. Posteriormente viajó a varios países europeos, a Estados Unidos, y finalmente a la Argentina. Este último […]

Continuación. Después de los acontecimientos nefastos de la guerra civil española, entre los años 1.936 a 1.939, Ortega entró en un estado de ánimo, o mejor, desánimo, que se le conoce con el nombre de El Silencio de Ortega. Posteriormente viajó a varios países europeos, a Estados Unidos, y finalmente a la Argentina.

Este último país es deudor del afecto entrañable que él le prodigó, habiéndolo visitado en tres temporadas, más o menos largas.

Inspirado por sus tierras maravillosamente fértiles y habitado por hermosas mujeres, le cobró gran cariño. En sus escritos al respecto alababa el donaire de ellas y reconoce a Victoria Ocampo como su musa, quien con otras más llegó a organizarle veladas intelectuales de gran contenido cultural.

Animaba a los argentinos a buscarse a sí mismo, a encontrar su propia identidad. La verdad es que en la Argentina, para entonces, y aún hoy, se acuña una importante tradición filosófica, superior a la de cualquier otro país americano.

Hasta este punto he querido escribir generalidades, no despreciables, acerca del extenso itinerario intelectual de éste brillante escritor.

A continuación indicaré algunas cuantas propuestas filosóficas que nos ofrece, y que la crítica agrupa en tres grandes etapas: objetivismo. Perspectivismo. Raciovitalismo.

Objetivismo, va de los años 1.902 a 1.913. Se caracteriza por su afirmación, según la cual: durante mucho tiempo se ha seguido una falsa ruta filosófica, la del idealismo, en la que se ha sobrevalorado la capacidad del ser humano y se ha puesto demasiada poca atención a las cosas, a los objetos. Dice, hay que liberarse de una enfermedad traidora: la subjetividad. Y quitarse esta concepción fue la tarea que desarrolló en esta primera etapa de reflexión filosófica.

Representante de esta filosofía idealista, situaba en primer término a Kant, respecto de quien escribió un libro. Le echaba en cara algún rebuscamiento filosófico que oscurecía el tema que deseaba tratar, ya que para Ortega la claridad es la cortesía del filósofo, pues opinaba que las ideas debían conducirnos a la vida, no a su abstracción.

Perspectivismo. Entre los años 1.914 y 1.923. Se centra en el análisis de las pequeñas realidades, que tuvo tanta influencia en la fenomenología como en el existencialismo, tan en boga por entonces. Es cuando en su obra Meditaciones del Quijote formula su célebre frase: yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo.

Por razones de espacio periodístico, el desarrollo de esta idea, continuará en la próxima columna.

rodrigolopezbarros@hotmail.com

Columnista
27 junio, 2018

Ortega y Gasset: escritor, y filosofo (III)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Continuación. Después de los acontecimientos nefastos de la guerra civil española, entre los años 1.936 a 1.939, Ortega entró en un estado de ánimo, o mejor, desánimo, que se le conoce con el nombre de El Silencio de Ortega. Posteriormente viajó a varios países europeos, a Estados Unidos, y finalmente a la Argentina. Este último […]


Continuación. Después de los acontecimientos nefastos de la guerra civil española, entre los años 1.936 a 1.939, Ortega entró en un estado de ánimo, o mejor, desánimo, que se le conoce con el nombre de El Silencio de Ortega. Posteriormente viajó a varios países europeos, a Estados Unidos, y finalmente a la Argentina.

Este último país es deudor del afecto entrañable que él le prodigó, habiéndolo visitado en tres temporadas, más o menos largas.

Inspirado por sus tierras maravillosamente fértiles y habitado por hermosas mujeres, le cobró gran cariño. En sus escritos al respecto alababa el donaire de ellas y reconoce a Victoria Ocampo como su musa, quien con otras más llegó a organizarle veladas intelectuales de gran contenido cultural.

Animaba a los argentinos a buscarse a sí mismo, a encontrar su propia identidad. La verdad es que en la Argentina, para entonces, y aún hoy, se acuña una importante tradición filosófica, superior a la de cualquier otro país americano.

Hasta este punto he querido escribir generalidades, no despreciables, acerca del extenso itinerario intelectual de éste brillante escritor.

A continuación indicaré algunas cuantas propuestas filosóficas que nos ofrece, y que la crítica agrupa en tres grandes etapas: objetivismo. Perspectivismo. Raciovitalismo.

Objetivismo, va de los años 1.902 a 1.913. Se caracteriza por su afirmación, según la cual: durante mucho tiempo se ha seguido una falsa ruta filosófica, la del idealismo, en la que se ha sobrevalorado la capacidad del ser humano y se ha puesto demasiada poca atención a las cosas, a los objetos. Dice, hay que liberarse de una enfermedad traidora: la subjetividad. Y quitarse esta concepción fue la tarea que desarrolló en esta primera etapa de reflexión filosófica.

Representante de esta filosofía idealista, situaba en primer término a Kant, respecto de quien escribió un libro. Le echaba en cara algún rebuscamiento filosófico que oscurecía el tema que deseaba tratar, ya que para Ortega la claridad es la cortesía del filósofo, pues opinaba que las ideas debían conducirnos a la vida, no a su abstracción.

Perspectivismo. Entre los años 1.914 y 1.923. Se centra en el análisis de las pequeñas realidades, que tuvo tanta influencia en la fenomenología como en el existencialismo, tan en boga por entonces. Es cuando en su obra Meditaciones del Quijote formula su célebre frase: yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo.

Por razones de espacio periodístico, el desarrollo de esta idea, continuará en la próxima columna.

rodrigolopezbarros@hotmail.com