Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 17 julio, 2018

Obras son amores… y no buenas razones

Lo más lejano que teníamos en Valledupar en materia deportiva era contar con un “complejo tenístico”. Luis Alberto Monsalvo se empeñó en construirlo cuando fue gobernador del departamento.  Se le abona el haber cumplido ese sueño, su sueño;  y aquí es donde  el aplauso para la obra queda a medias. A pesar que esto permitió, […]

Lo más lejano que teníamos en Valledupar en materia deportiva era contar con un “complejo tenístico”. Luis Alberto Monsalvo se empeñó en construirlo cuando fue gobernador del departamento.  Se le abona el haber cumplido ese sueño, su sueño;  y aquí es donde  el aplauso para la obra queda a medias.

A pesar que esto permitió, pensaría uno, el abrir espacios para practicar un deporte que no es usual en nuestro medio, el resultado no ha sido del todo satisfactorio. Seguimos pobres, por no decir nulo, en la participación e incursión deportiva de la raqueta en Valledupar.

Para algunos esta obra fue  una “pataleta de niño malcriao”  encaprichado por hacer algo diferente, para uso propio.  Para otros esta sería una buena obra que cumpliría con las expectativas  de abrir escenarios diferentes al fútbol y  otras disciplinas más usadas en la región. Confieso que lo más cercano que tenía de saber sobre el famoso “complejo tenístico” es  que afuera del escenario hay una raqueta acostada que dice Valledupar, ahora conozco un poco más, supe de unas carpas, diseño de ingeniería,  que ahora están arrumadas al interior del sitio.

Unas estructuras metálicas que colapsaron en el primer aguacero, allí están las bases llenas de varillas forradas con cinta de peligro; unas pantallas de luz sin luz  y unos huecos donde deben ir árboles plantados, que son  verdaderas trampas en donde pueden resultar seriamente golpeadas las personas que visiten las instalaciones del “complejo”, este fue mi caso. Hay siete canchas en total, una de ladrillo y seis de cemento, demasiadas a juicio de Iván Ochoa. Un diseño agradable, pero con acabados de tercera, es lo que se reclama siempre, esto lo podemos observar de manera directa. Si hay obras, bienvenidas todas las que se programen, pero por favor que se hagan bien, que sean de larga duración y de utilidad para la comunidad.

No es hacer por hacer, invertir multimillonarios recursos para hacer efectivo el CVYA,  lo que quede después de negarle materiales de calidad   y mano de obra calificada mal paga. El resultado no puede ser otro. Obras mal hechas, de poco servicio ni tan necesarias.

Obras son amores y no buenas razones. Las buenas palabras y deseos  deben ir acompañadas de hechos, porque de lo contrario se quedaría solo en promesas o en hechos de mala calidad, que resulta peor. A trabajar en serio por el pueblo, señores dirigentes que la corrupción no sea el mejor recuerdo de sus actividades administrativas por favor.

Por Eduardo Santos Ortega Vergara

Columnista
17 julio, 2018

Obras son amores… y no buenas razones

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

Lo más lejano que teníamos en Valledupar en materia deportiva era contar con un “complejo tenístico”. Luis Alberto Monsalvo se empeñó en construirlo cuando fue gobernador del departamento.  Se le abona el haber cumplido ese sueño, su sueño;  y aquí es donde  el aplauso para la obra queda a medias. A pesar que esto permitió, […]


Lo más lejano que teníamos en Valledupar en materia deportiva era contar con un “complejo tenístico”. Luis Alberto Monsalvo se empeñó en construirlo cuando fue gobernador del departamento.  Se le abona el haber cumplido ese sueño, su sueño;  y aquí es donde  el aplauso para la obra queda a medias.

A pesar que esto permitió, pensaría uno, el abrir espacios para practicar un deporte que no es usual en nuestro medio, el resultado no ha sido del todo satisfactorio. Seguimos pobres, por no decir nulo, en la participación e incursión deportiva de la raqueta en Valledupar.

Para algunos esta obra fue  una “pataleta de niño malcriao”  encaprichado por hacer algo diferente, para uso propio.  Para otros esta sería una buena obra que cumpliría con las expectativas  de abrir escenarios diferentes al fútbol y  otras disciplinas más usadas en la región. Confieso que lo más cercano que tenía de saber sobre el famoso “complejo tenístico” es  que afuera del escenario hay una raqueta acostada que dice Valledupar, ahora conozco un poco más, supe de unas carpas, diseño de ingeniería,  que ahora están arrumadas al interior del sitio.

Unas estructuras metálicas que colapsaron en el primer aguacero, allí están las bases llenas de varillas forradas con cinta de peligro; unas pantallas de luz sin luz  y unos huecos donde deben ir árboles plantados, que son  verdaderas trampas en donde pueden resultar seriamente golpeadas las personas que visiten las instalaciones del “complejo”, este fue mi caso. Hay siete canchas en total, una de ladrillo y seis de cemento, demasiadas a juicio de Iván Ochoa. Un diseño agradable, pero con acabados de tercera, es lo que se reclama siempre, esto lo podemos observar de manera directa. Si hay obras, bienvenidas todas las que se programen, pero por favor que se hagan bien, que sean de larga duración y de utilidad para la comunidad.

No es hacer por hacer, invertir multimillonarios recursos para hacer efectivo el CVYA,  lo que quede después de negarle materiales de calidad   y mano de obra calificada mal paga. El resultado no puede ser otro. Obras mal hechas, de poco servicio ni tan necesarias.

Obras son amores y no buenas razones. Las buenas palabras y deseos  deben ir acompañadas de hechos, porque de lo contrario se quedaría solo en promesas o en hechos de mala calidad, que resulta peor. A trabajar en serio por el pueblo, señores dirigentes que la corrupción no sea el mejor recuerdo de sus actividades administrativas por favor.

Por Eduardo Santos Ortega Vergara