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Columnista - 3 noviembre, 2011

Nuevos Liderazgos

ESCALPELO Por: Dickson E. Quiroz Torres* La bruma que ensombrecía el futuro cesarense como por arte de magia parece disiparse a partir de los resultados de los pasados comicios electorales. Y no es solo por las elecciones nítidas de gobernador del Cesar y alcalde de Valledupar; también por la docena de incontaminados jóvenes airosos en […]

ESCALPELO

Por: Dickson E. Quiroz Torres*

La bruma que ensombrecía el futuro cesarense como por arte de magia parece disiparse a partir de los resultados de los pasados comicios electorales. Y no es solo por las elecciones nítidas de gobernador del Cesar y alcalde de Valledupar; también por la docena de incontaminados jóvenes airosos en la contienda por escaños en el Concejo Municipal de Valledupar.

El clima era de desesperanza, de ‘sálvese quien pueda’, con unas administraciones locales perdidas en la manigua de la indolencia, alimentadoras de frustraciones, y con poquísimos, escasísimos ciudadanos representativos para alzar su voz tronante en defensa y orgullo del territorio cesarense.

Peor que la Cartagena independentista cuando le pasaron por las armas sus medianos y máximos dirigentes, así daba grima el panorama de tierra arrasada vivido por el Cesar: en no más de una década la justicia nos dejó sin voceros al inhabilitar a los hoy ex parlamentarios Mauricio Pimiento, Álvaro Araujo, padre e hijo, Miguel Durán, Jorge Ramírez, Ricardo Chajín, Álvaro Morón, Jorge Castro P.; a los ex mandatarios seccionales Lucas Gnecco, Hernando Molina, Rodrigo Canossa, Rafael Bolaños, Elías Ochoa, Jhonny Pérez, Ciro Pupo, Rubén Carvajal, Luis Fabián Fernández; a los ex directores nacionales Manuel Guillermo Baute, Álvaro José Soto, Fabio Méndez, y están en salmuera 17 de los 19 concejales actuales de Valledupar, y eso para no mencionar datos de otros municipios.

Con semejante brumal, cualquier optimismo se antojaba candidez. Pero vea usted: hoy estamos agarrados, cual náufragos de un madero, de esta nueva generación que ha irrumpido con fuerza en los comicios del 30 de octubre. Luis Alberto Monsalvo y Freddy Socarras Reales tienen una grande responsabilidad no sólo para con ellos mismos, mas también con la propia y futuras generaciones. Tienen la responsabilidad de vigorizarse como prospectos, para lo cual únicamente deben ser transparentes y eficientes y eficaces para proyectar el territorio a los sitiales de honor que enantes se vivió con holgura.

Tienen como hacerlo. Si echan mano del sentido común, lo complejo se simplifica. Un buen comienzo determina un buen final: (i) Un buen gabinete, caracterizados en su área, que le de brillo al gobierno en vez de oscurecerlo. Al  gobernante no le sirve la obsecuencia, sino el carácter para disentir inclusive de la voz oficial. (ii) Una política de inclusión, que hay muchos talentos cesarenses ignorados y desperdigados por el mundo. Inclusión sin que ello signifique castrar el disenso, necesario para el buen gobierno. (iii) De la mano gobernador y alcalde, sobre todo en Valledupar para romper el maleficio ególatra: ojala se defina de una vez, y por 4 años, la participación e inversión macro del departamento en el municipio, en vez de estar mendigando obrita tras obrita.

Tienen como hacerlo, reiteramos, máxime cuando hoy, conjuntamente con los vallenatos Faruk Urrutia, gerente de Etesa, y Diana Quintero, viceministra de Defensa, se erigen en portaestandarte de una juventud deseosa de cambios positivos, y cuando ambos, con más futuro que pasado, tienen la oportunidad de proyectar una carrera política a partir de la palanca que acaba de darles la democracia y el pueblo cesarense. No se equivoquen en el juicio y en el proceder: el triunfo del 30 es la llave maestra para la gloria, pero también para el infierno. Y si no, pregúntenselos a sus antecesores.

Hay que caminar finito, pues, que ya la ciudadanía empieza a despertar y a pasar cuentas de cobro. Muchos  de los gratos resultados adversos de contiendas pasadas encuentran su explicación en esa circunstancia. Y lo contrario: también se premia la humildad, la austeridad, el valor propositivo y la perseverancia, que al decir de  Walter Elliott, ‘… no es una carrera larga; es una serie de carreras, una tras otra’.

El reto mayor, paradójicamente, es para Socarras Reales, por ser el municipio la célula madre, y porque esa célula madre se encuentra más desmigajada que el propio departamento. Valledupar es la ciudad capital, es la ciudad-región llamada a satisfacer la demanda de bienes y servicios de varios departamentos, es el vértice de la apuesta turística y folclórica y es el territorio que ofrece mayor nivel de independencia al expresarse en las urnas. Esas potencialidades dan la dimensión del reto para el nuevo alcalde, que por fortuna podrá contar con un Concejo significativamente renovado por una docena de muchachos cuya irrupción – confiemos en que no se desperdicien en el camino – avivan las esperanzas de Valledupar y del Cesar.

Aprecio y reconozco el triunfo de Monsalvo y Socarras, desde luego, y a ambos les deseo el mayor de los éxitos, por ellos mismos, pero sobre todo por el Cesar y Valledupar, que ya han pagado con creces los errores cometidos.

¡La juventud al poder!

* Director Centro de pensamiento cesarense- CPCe

[email protected]

Columnista
3 noviembre, 2011

Nuevos Liderazgos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Dickson E. Quiroz Torres

ESCALPELO Por: Dickson E. Quiroz Torres* La bruma que ensombrecía el futuro cesarense como por arte de magia parece disiparse a partir de los resultados de los pasados comicios electorales. Y no es solo por las elecciones nítidas de gobernador del Cesar y alcalde de Valledupar; también por la docena de incontaminados jóvenes airosos en […]


ESCALPELO

Por: Dickson E. Quiroz Torres*

La bruma que ensombrecía el futuro cesarense como por arte de magia parece disiparse a partir de los resultados de los pasados comicios electorales. Y no es solo por las elecciones nítidas de gobernador del Cesar y alcalde de Valledupar; también por la docena de incontaminados jóvenes airosos en la contienda por escaños en el Concejo Municipal de Valledupar.

El clima era de desesperanza, de ‘sálvese quien pueda’, con unas administraciones locales perdidas en la manigua de la indolencia, alimentadoras de frustraciones, y con poquísimos, escasísimos ciudadanos representativos para alzar su voz tronante en defensa y orgullo del territorio cesarense.

Peor que la Cartagena independentista cuando le pasaron por las armas sus medianos y máximos dirigentes, así daba grima el panorama de tierra arrasada vivido por el Cesar: en no más de una década la justicia nos dejó sin voceros al inhabilitar a los hoy ex parlamentarios Mauricio Pimiento, Álvaro Araujo, padre e hijo, Miguel Durán, Jorge Ramírez, Ricardo Chajín, Álvaro Morón, Jorge Castro P.; a los ex mandatarios seccionales Lucas Gnecco, Hernando Molina, Rodrigo Canossa, Rafael Bolaños, Elías Ochoa, Jhonny Pérez, Ciro Pupo, Rubén Carvajal, Luis Fabián Fernández; a los ex directores nacionales Manuel Guillermo Baute, Álvaro José Soto, Fabio Méndez, y están en salmuera 17 de los 19 concejales actuales de Valledupar, y eso para no mencionar datos de otros municipios.

Con semejante brumal, cualquier optimismo se antojaba candidez. Pero vea usted: hoy estamos agarrados, cual náufragos de un madero, de esta nueva generación que ha irrumpido con fuerza en los comicios del 30 de octubre. Luis Alberto Monsalvo y Freddy Socarras Reales tienen una grande responsabilidad no sólo para con ellos mismos, mas también con la propia y futuras generaciones. Tienen la responsabilidad de vigorizarse como prospectos, para lo cual únicamente deben ser transparentes y eficientes y eficaces para proyectar el territorio a los sitiales de honor que enantes se vivió con holgura.

Tienen como hacerlo. Si echan mano del sentido común, lo complejo se simplifica. Un buen comienzo determina un buen final: (i) Un buen gabinete, caracterizados en su área, que le de brillo al gobierno en vez de oscurecerlo. Al  gobernante no le sirve la obsecuencia, sino el carácter para disentir inclusive de la voz oficial. (ii) Una política de inclusión, que hay muchos talentos cesarenses ignorados y desperdigados por el mundo. Inclusión sin que ello signifique castrar el disenso, necesario para el buen gobierno. (iii) De la mano gobernador y alcalde, sobre todo en Valledupar para romper el maleficio ególatra: ojala se defina de una vez, y por 4 años, la participación e inversión macro del departamento en el municipio, en vez de estar mendigando obrita tras obrita.

Tienen como hacerlo, reiteramos, máxime cuando hoy, conjuntamente con los vallenatos Faruk Urrutia, gerente de Etesa, y Diana Quintero, viceministra de Defensa, se erigen en portaestandarte de una juventud deseosa de cambios positivos, y cuando ambos, con más futuro que pasado, tienen la oportunidad de proyectar una carrera política a partir de la palanca que acaba de darles la democracia y el pueblo cesarense. No se equivoquen en el juicio y en el proceder: el triunfo del 30 es la llave maestra para la gloria, pero también para el infierno. Y si no, pregúntenselos a sus antecesores.

Hay que caminar finito, pues, que ya la ciudadanía empieza a despertar y a pasar cuentas de cobro. Muchos  de los gratos resultados adversos de contiendas pasadas encuentran su explicación en esa circunstancia. Y lo contrario: también se premia la humildad, la austeridad, el valor propositivo y la perseverancia, que al decir de  Walter Elliott, ‘… no es una carrera larga; es una serie de carreras, una tras otra’.

El reto mayor, paradójicamente, es para Socarras Reales, por ser el municipio la célula madre, y porque esa célula madre se encuentra más desmigajada que el propio departamento. Valledupar es la ciudad capital, es la ciudad-región llamada a satisfacer la demanda de bienes y servicios de varios departamentos, es el vértice de la apuesta turística y folclórica y es el territorio que ofrece mayor nivel de independencia al expresarse en las urnas. Esas potencialidades dan la dimensión del reto para el nuevo alcalde, que por fortuna podrá contar con un Concejo significativamente renovado por una docena de muchachos cuya irrupción – confiemos en que no se desperdicien en el camino – avivan las esperanzas de Valledupar y del Cesar.

Aprecio y reconozco el triunfo de Monsalvo y Socarras, desde luego, y a ambos les deseo el mayor de los éxitos, por ellos mismos, pero sobre todo por el Cesar y Valledupar, que ya han pagado con creces los errores cometidos.

¡La juventud al poder!

* Director Centro de pensamiento cesarense- CPCe

[email protected]