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Columnista - 22 octubre, 2016

De narcobollos y otras delicias costeñas

Después de esa fatídica noche del 18 de agosto de 1989 en Soacha, cuando los colombianos vimos cómo fue vilmente asesinado Luis Carlos Galán Sarmiento, un líder como pocos, cuya trágica muerte en la plaza de esa importante localidad de Cundinamarca desencadenara cientos de operativos conjuntos a nivel nacional e internacional en contra del narcotráfico, […]

Después de esa fatídica noche del 18 de agosto de 1989 en Soacha, cuando los colombianos vimos cómo fue vilmente asesinado Luis Carlos Galán Sarmiento, un líder como pocos, cuya trágica muerte en la plaza de esa importante localidad de Cundinamarca desencadenara cientos de operativos conjuntos a nivel nacional e internacional en contra del narcotráfico, allanamientos, redadas, retenes, uno de esos operativos y ante el clamor de toda una nación por resultados en contra de los carteles de la droga, llevó a las autoridades a practicar un rápido allanamiento en la turística Cartagena, allí en una modesta casa familiar del tradicional barrio Manga, en la madrugada del 21 de agosto irrumpieron más de un centenar de agentes de la ley a buscar drogas y armas y a capturar en flagrancia a varios capos de la droga, pues dado que muy a pesar de ser un barrio tradicional y un sector residencial, se veía una gran afluencia de público, entrando y saliendo con sendos paquetes, lo cual despertó la sospecha de las autoridades.

Que gran fiasco se llevaron los organismos de seguridad, pues solo encontraron bollos limpios, de queso, batata, mazorca y con ellos, suero costeño, quesos y una que otra vianda típica del Caribe colombiano. Esta historia macondiana es una muestra de cómo Dios hasta las cosas que uno cree que están mal hechas, o que quizás no nos las merecemos tienen su propósito, tienen una finalidad, estamos acostumbrados a hacer todo según nuestros planes y se nos olvida que Dios es el verdadero artífice del universo y lo que en el ocurra. El suceso de la cafetería de los Molina, en vez de entristecerlos o quitarles el entusiasmo por el negocio de comidas típicas en el que arduamente venían trabajando, los llevo a abrir un negocio familiar más grande en donde jocosamente le colocaron el nombre de ‘Narcobollo’, el cual hoy día cuenta con varias sucursales, en Bogotá, Barranquilla y Miami e indiscutiblemente se ha convertido en una marca referente en cuanto a lo que ha comida típica costeña se refiere.

Personalmente he visitado las sedes de Bogotá y la de Barranquilla, y les digo con la sinceridad que me caracteriza, de que allí conseguimos nuestros platos típicos tradicionales pero con unos altos estándares de calidad, lo que allí te comas, tiene el típico sabor costeño casero, pero siempre está fresco, recién hecho y con un gusto exquisito, allí los fritos nunca están demasiado grasosos y cualquier menú que escojas tiene el sello personal de ‘Narcobollo’, además de que conseguimos platos típicos de nuestra culinaria Caribe que no son tan fáciles de hallar, muy a pesar de ser recetas conocidas como las paticas de cerdo, el arroz apastelao, pasteles, sopa de guandul, mote de queso, lengua y rabo guisado, etc., platos comunes pero que no todo el mundo prepara o saben preparar bien, esto es por solo mencionar algunos platos, pues la variedad en lugares como ‘Narcobollo’ es inmensa.

Este artículo lo escribo para colocarlo como ejemplo a la gente de Valledupar y de la región, mostrándoles que a base de esfuerzo y talento y de la mano de Dios se puede llegar muy lejos, solo hay que tener claro que el tiempo de Dios es perfecto y que todo se da regido por su calendario y no por el nuestro, que de las adversidades se pueden lograr cosas grandes, que para Dios no hay imposibles y que no debemos desfallecer. En Valledupar ahí talento y cosas grandes están por llegar.

Columnista
22 octubre, 2016

De narcobollos y otras delicias costeñas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Después de esa fatídica noche del 18 de agosto de 1989 en Soacha, cuando los colombianos vimos cómo fue vilmente asesinado Luis Carlos Galán Sarmiento, un líder como pocos, cuya trágica muerte en la plaza de esa importante localidad de Cundinamarca desencadenara cientos de operativos conjuntos a nivel nacional e internacional en contra del narcotráfico, […]


Después de esa fatídica noche del 18 de agosto de 1989 en Soacha, cuando los colombianos vimos cómo fue vilmente asesinado Luis Carlos Galán Sarmiento, un líder como pocos, cuya trágica muerte en la plaza de esa importante localidad de Cundinamarca desencadenara cientos de operativos conjuntos a nivel nacional e internacional en contra del narcotráfico, allanamientos, redadas, retenes, uno de esos operativos y ante el clamor de toda una nación por resultados en contra de los carteles de la droga, llevó a las autoridades a practicar un rápido allanamiento en la turística Cartagena, allí en una modesta casa familiar del tradicional barrio Manga, en la madrugada del 21 de agosto irrumpieron más de un centenar de agentes de la ley a buscar drogas y armas y a capturar en flagrancia a varios capos de la droga, pues dado que muy a pesar de ser un barrio tradicional y un sector residencial, se veía una gran afluencia de público, entrando y saliendo con sendos paquetes, lo cual despertó la sospecha de las autoridades.

Que gran fiasco se llevaron los organismos de seguridad, pues solo encontraron bollos limpios, de queso, batata, mazorca y con ellos, suero costeño, quesos y una que otra vianda típica del Caribe colombiano. Esta historia macondiana es una muestra de cómo Dios hasta las cosas que uno cree que están mal hechas, o que quizás no nos las merecemos tienen su propósito, tienen una finalidad, estamos acostumbrados a hacer todo según nuestros planes y se nos olvida que Dios es el verdadero artífice del universo y lo que en el ocurra. El suceso de la cafetería de los Molina, en vez de entristecerlos o quitarles el entusiasmo por el negocio de comidas típicas en el que arduamente venían trabajando, los llevo a abrir un negocio familiar más grande en donde jocosamente le colocaron el nombre de ‘Narcobollo’, el cual hoy día cuenta con varias sucursales, en Bogotá, Barranquilla y Miami e indiscutiblemente se ha convertido en una marca referente en cuanto a lo que ha comida típica costeña se refiere.

Personalmente he visitado las sedes de Bogotá y la de Barranquilla, y les digo con la sinceridad que me caracteriza, de que allí conseguimos nuestros platos típicos tradicionales pero con unos altos estándares de calidad, lo que allí te comas, tiene el típico sabor costeño casero, pero siempre está fresco, recién hecho y con un gusto exquisito, allí los fritos nunca están demasiado grasosos y cualquier menú que escojas tiene el sello personal de ‘Narcobollo’, además de que conseguimos platos típicos de nuestra culinaria Caribe que no son tan fáciles de hallar, muy a pesar de ser recetas conocidas como las paticas de cerdo, el arroz apastelao, pasteles, sopa de guandul, mote de queso, lengua y rabo guisado, etc., platos comunes pero que no todo el mundo prepara o saben preparar bien, esto es por solo mencionar algunos platos, pues la variedad en lugares como ‘Narcobollo’ es inmensa.

Este artículo lo escribo para colocarlo como ejemplo a la gente de Valledupar y de la región, mostrándoles que a base de esfuerzo y talento y de la mano de Dios se puede llegar muy lejos, solo hay que tener claro que el tiempo de Dios es perfecto y que todo se da regido por su calendario y no por el nuestro, que de las adversidades se pueden lograr cosas grandes, que para Dios no hay imposibles y que no debemos desfallecer. En Valledupar ahí talento y cosas grandes están por llegar.