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Columnista - 27 febrero, 2018

Miedo al debate

Eran las 4:30 p.m. del jueves 22 de febrero, después de hacer un par de lecturas que tenía pendiente, me disponía a ir a un foro académico con los candidatos a la Cámara de Representantes por el Departamento del Cesar, organizado por mi casa de estudios, la Universidad de Santander. Voy con el ánimo de […]

Eran las 4:30 p.m. del jueves 22 de febrero, después de hacer un par de lecturas que tenía pendiente, me disponía a ir a un foro académico con los candidatos a la Cámara de Representantes por el Departamento del Cesar, organizado por mi casa de estudios, la Universidad de Santander. Voy con el ánimo de escuchar propuestas serias, proposiciones conectadas con la realidad cesarense y el rango de acción que le otorga la Constitución a quienes llegan a ostentar la dignidad de congresistas. Con un tanto de ingenuidad, o quizás mucha, pensé encontrarme con los candidatos más opcionados para acceder a las curules, pero no fue así, asistieron los que normalmente asisten, fallaron los que casi siempre fallan, una historia de no acabar.

Asistir a debates en víspera de elecciones debería ser un compromiso ético y moral de todos los aspirantes a cargos de elección popular, es un espacio idóneo para interactuar con estudiantes, líderes de opinión, medios de comunicación, con la ciudadanía en general. No asistir a un debate, salvo una justificación de peso, es carecer de actitud y aptitud, es falta de temple. No concibo un dirigente político que le huya a la disertación, que evite ambientes de reflexión social, ese es algo ilógico.

Ahora, no sólo es ir a sentarse frente a un público y hablar cualquier disparatada. Sea cual sea el concepto bajo el que sea citado el candidato, conversatorio, foro, debate, etc., este debe tener claro un mínimo de patrones comportamentales. En esas citas interactivas se debería ir a hablar del cómo y el porqué de las cosas, así el ciudadano podrá saber si está o no frente a lo mismo de siempre. Estos espacios merecen mucho respeto. Para las arengas están sus reuniones políticas, sencillo.

El ciudadano, en especial el cesarense que viene padeciendo de lo que conocemos como “más de lo mismo” desde hace muchos periodos constitucionales, quiere escuchar cómo se va a trabajar por temas como salud, educación, vivienda, saneamiento básico, medio ambiente, desempleo, inequidad, entre otros.

Es penoso que un candidato no asista a este tipo de eventos por miedo a que lo confronten, por temor a que un estudiante, un líder social, un académico o un periodista le hagan una pregunta y en instantes su estantería política se le venga encima, eso no tiene presentación, qué decepción.

No voy a elogiar a los candidatos que asistieron al foro de la Universidad de Santander porque pienso que es su deber como aspirantes al Congreso de la República, el cumplimiento de una obligación, no debe prestarse para armar fiestas cada vez que esta se cumpla. Algo que sí voy poner de presente es la falta de respeto con la comunidad estudiantil por parte de Alfredo ‘Ape’ Cuello, Arturo Calderón (de quien se me hace raro), Eloy Chichí Quintero, Eliécer Salazar, Gonzalo Gómez y Fawzi Muvdi. Ojalá sus excusas no sean vagas, ojalá y no sea por pánico.

Está en el elector saber identificar el mensaje que manda un candidato que le tiene pavor a tomar un micrófono y exponer sus propuestas ante distintas poblaciones: No tiene argumentos serios, no tiene capacidad política e intelectual para hacerlo, y en ocasiones, ni su misma moral se lo permite ya que sus actuaciones no han sido las más trasparentes. Pueda que esta columna de opinión la esté escribiendo desde los campos de la incredulidad, a la final esos que no van a los debates terminan elegidos, y por votaciones abrumadoras que no es lo mismo. Yo sin embargo, siempre castigaré en las urnas a los cobardes, a los que le tienen ‘Miedo al debate’.
@camilopintom

Columnista
27 febrero, 2018

Miedo al debate

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Camilo Pinto

Eran las 4:30 p.m. del jueves 22 de febrero, después de hacer un par de lecturas que tenía pendiente, me disponía a ir a un foro académico con los candidatos a la Cámara de Representantes por el Departamento del Cesar, organizado por mi casa de estudios, la Universidad de Santander. Voy con el ánimo de […]


Eran las 4:30 p.m. del jueves 22 de febrero, después de hacer un par de lecturas que tenía pendiente, me disponía a ir a un foro académico con los candidatos a la Cámara de Representantes por el Departamento del Cesar, organizado por mi casa de estudios, la Universidad de Santander. Voy con el ánimo de escuchar propuestas serias, proposiciones conectadas con la realidad cesarense y el rango de acción que le otorga la Constitución a quienes llegan a ostentar la dignidad de congresistas. Con un tanto de ingenuidad, o quizás mucha, pensé encontrarme con los candidatos más opcionados para acceder a las curules, pero no fue así, asistieron los que normalmente asisten, fallaron los que casi siempre fallan, una historia de no acabar.

Asistir a debates en víspera de elecciones debería ser un compromiso ético y moral de todos los aspirantes a cargos de elección popular, es un espacio idóneo para interactuar con estudiantes, líderes de opinión, medios de comunicación, con la ciudadanía en general. No asistir a un debate, salvo una justificación de peso, es carecer de actitud y aptitud, es falta de temple. No concibo un dirigente político que le huya a la disertación, que evite ambientes de reflexión social, ese es algo ilógico.

Ahora, no sólo es ir a sentarse frente a un público y hablar cualquier disparatada. Sea cual sea el concepto bajo el que sea citado el candidato, conversatorio, foro, debate, etc., este debe tener claro un mínimo de patrones comportamentales. En esas citas interactivas se debería ir a hablar del cómo y el porqué de las cosas, así el ciudadano podrá saber si está o no frente a lo mismo de siempre. Estos espacios merecen mucho respeto. Para las arengas están sus reuniones políticas, sencillo.

El ciudadano, en especial el cesarense que viene padeciendo de lo que conocemos como “más de lo mismo” desde hace muchos periodos constitucionales, quiere escuchar cómo se va a trabajar por temas como salud, educación, vivienda, saneamiento básico, medio ambiente, desempleo, inequidad, entre otros.

Es penoso que un candidato no asista a este tipo de eventos por miedo a que lo confronten, por temor a que un estudiante, un líder social, un académico o un periodista le hagan una pregunta y en instantes su estantería política se le venga encima, eso no tiene presentación, qué decepción.

No voy a elogiar a los candidatos que asistieron al foro de la Universidad de Santander porque pienso que es su deber como aspirantes al Congreso de la República, el cumplimiento de una obligación, no debe prestarse para armar fiestas cada vez que esta se cumpla. Algo que sí voy poner de presente es la falta de respeto con la comunidad estudiantil por parte de Alfredo ‘Ape’ Cuello, Arturo Calderón (de quien se me hace raro), Eloy Chichí Quintero, Eliécer Salazar, Gonzalo Gómez y Fawzi Muvdi. Ojalá sus excusas no sean vagas, ojalá y no sea por pánico.

Está en el elector saber identificar el mensaje que manda un candidato que le tiene pavor a tomar un micrófono y exponer sus propuestas ante distintas poblaciones: No tiene argumentos serios, no tiene capacidad política e intelectual para hacerlo, y en ocasiones, ni su misma moral se lo permite ya que sus actuaciones no han sido las más trasparentes. Pueda que esta columna de opinión la esté escribiendo desde los campos de la incredulidad, a la final esos que no van a los debates terminan elegidos, y por votaciones abrumadoras que no es lo mismo. Yo sin embargo, siempre castigaré en las urnas a los cobardes, a los que le tienen ‘Miedo al debate’.
@camilopintom