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Columnista - 21 mayo, 2018

Mi voto

Llegó el momento de elegir un nuevo presidente, en uno de los peores momentos del país, debido al desgobierno de Santos; con un sistema de salud en crisis, alto índice de desempleo, la mayor cantidad de hectáreas de coca cultivadas en la historia y zonas, como el Catatumbo, Nariño y Cauca, con altísimos niveles de […]

Llegó el momento de elegir un nuevo presidente, en uno de los peores momentos del país, debido al desgobierno de Santos; con un sistema de salud en crisis, alto índice de desempleo, la mayor cantidad de hectáreas de coca cultivadas en la historia y zonas, como el Catatumbo, Nariño y Cauca, con altísimos niveles de violencia, una carga tributaria que tiene ahogados a los colombianos y las ciudades acorraladas por la inseguridad, etc.

En 2002, voté por Álvaro Uribe, estimé que era su momento para frenar a las Farc que se veían muy fortalecidas; repetí el voto en 2006 con la misma historia, pero todos los escándalos de corrupción y su estilo de gobernar con los mismos, me alejaron de esa corriente que no ofrecía nada nuevo, además de imponernos a Santos. En 2010, me incliné por la decencia, pero inexperiencia de Mockus. En 2014, mi voto fue protesta contra el gobierno y sin opciones, cometí el peor error democrático, votar por un badulaque como Oscar Iván Zuluaga que además de mal candidato, era el títere que Álvaro Uribe tenía para acabar el proceso de paz y perpetuarse en el poder. Hoy, después de analizar propuestas y candidatos, no voto por Vargas Lleras porque sería validar las mafias regionales que se han apoderado de la política para robarse el erario, además representa la oligarquía cachaca, el centralismo que tiene a este país acabado y de ñapa, es prepotente; tampoco voto por Duque, pienso que sería volver a lo mismo de Álvaro Uribe y porque representa esos extremos que no le convienen al país, a pesar de que su proyecto de economía naranja me seduzca. Fajardo, por quien me inclinaba inicialmente, me decepcionó con su arrogancia, sus posiciones tibias me llevaron a concluir que sería un gobernante sin firmeza para decidir y aunque este cargado de buenas intenciones, no es lo que necesita Colombia. Tampoco lo hago por Petro, aunque muchos digan que soy un petrista enmascarado, no porque piense que nos va convertir en Venezuela, ni por exguerrillero, siento que una cosa sería como candidato y otra como presidente, no me gusta su soberbia, además evalúo sus resultados en Bogotá y eso sí me indica que no sería un buen presidente, a pesar de que pregona cambios sustanciales en la sociedad tan necesarios y me identifique con su propuesta social, medio ambiental y la lucha contra la corrupción.

Mi voto no obedece a presiones, ni a resultados de encuestas, voto por un candidato que identifique lo que pienso, que nos saque de esta polarización absurda, que tenga capacidades de estadista para liderar un proceso de trasformación del Estado para volverlo más social y, a mi parecer, es Humberto de la Calle. JACOBOSOLANOC

Columnista
21 mayo, 2018

Mi voto

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jacobo Solano Cerchiaro

Llegó el momento de elegir un nuevo presidente, en uno de los peores momentos del país, debido al desgobierno de Santos; con un sistema de salud en crisis, alto índice de desempleo, la mayor cantidad de hectáreas de coca cultivadas en la historia y zonas, como el Catatumbo, Nariño y Cauca, con altísimos niveles de […]


Llegó el momento de elegir un nuevo presidente, en uno de los peores momentos del país, debido al desgobierno de Santos; con un sistema de salud en crisis, alto índice de desempleo, la mayor cantidad de hectáreas de coca cultivadas en la historia y zonas, como el Catatumbo, Nariño y Cauca, con altísimos niveles de violencia, una carga tributaria que tiene ahogados a los colombianos y las ciudades acorraladas por la inseguridad, etc.

En 2002, voté por Álvaro Uribe, estimé que era su momento para frenar a las Farc que se veían muy fortalecidas; repetí el voto en 2006 con la misma historia, pero todos los escándalos de corrupción y su estilo de gobernar con los mismos, me alejaron de esa corriente que no ofrecía nada nuevo, además de imponernos a Santos. En 2010, me incliné por la decencia, pero inexperiencia de Mockus. En 2014, mi voto fue protesta contra el gobierno y sin opciones, cometí el peor error democrático, votar por un badulaque como Oscar Iván Zuluaga que además de mal candidato, era el títere que Álvaro Uribe tenía para acabar el proceso de paz y perpetuarse en el poder. Hoy, después de analizar propuestas y candidatos, no voto por Vargas Lleras porque sería validar las mafias regionales que se han apoderado de la política para robarse el erario, además representa la oligarquía cachaca, el centralismo que tiene a este país acabado y de ñapa, es prepotente; tampoco voto por Duque, pienso que sería volver a lo mismo de Álvaro Uribe y porque representa esos extremos que no le convienen al país, a pesar de que su proyecto de economía naranja me seduzca. Fajardo, por quien me inclinaba inicialmente, me decepcionó con su arrogancia, sus posiciones tibias me llevaron a concluir que sería un gobernante sin firmeza para decidir y aunque este cargado de buenas intenciones, no es lo que necesita Colombia. Tampoco lo hago por Petro, aunque muchos digan que soy un petrista enmascarado, no porque piense que nos va convertir en Venezuela, ni por exguerrillero, siento que una cosa sería como candidato y otra como presidente, no me gusta su soberbia, además evalúo sus resultados en Bogotá y eso sí me indica que no sería un buen presidente, a pesar de que pregona cambios sustanciales en la sociedad tan necesarios y me identifique con su propuesta social, medio ambiental y la lucha contra la corrupción.

Mi voto no obedece a presiones, ni a resultados de encuestas, voto por un candidato que identifique lo que pienso, que nos saque de esta polarización absurda, que tenga capacidades de estadista para liderar un proceso de trasformación del Estado para volverlo más social y, a mi parecer, es Humberto de la Calle. JACOBOSOLANOC