Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 30 marzo, 2017

Marchas como protestas y como pretextos

Una marcha debe ser una expresión ciudadana con objetivos claros que suelen ser políticos, económicos, sociales, procesionales, militares, fúnebres o bien folclóricos. Las marchas no solo sirven para protestar sino también para apoyar. El concepto de marcha no es tan antiguo en Colombia, eso es lo que recuerdo. Una de las marchas famosas fue la […]

Una marcha debe ser una expresión ciudadana con objetivos claros que suelen ser políticos, económicos, sociales, procesionales, militares, fúnebres o bien folclóricos. Las marchas no solo sirven para protestar sino también para apoyar. El concepto de marcha no es tan antiguo en Colombia, eso es lo que recuerdo. Una de las marchas famosas fue la convocada por Jorge Eliécer Gaitán en 1948 en la Plaza de Bolívar en Bogotá, que tuvo un mensaje socio-político y económico.

También recuerdo la marcha contra Rojas Pinilla en 1957, que a la postre fue defenestrado del poder. La marcha campesina del oriente colombiano fue reivindicativa de derechos, pero Santos negó que hubiera tal marcha o paro. Igual las marchas permanentes que hacen las etnias por defender sus derechos. Son iterativas las marchas estudiantes en defensa de la educación pública, y las de los educadores defendiendo condiciones salariales. En los años recientes, los gremios económicos como transportistas y cafeteros han utilizado este mecanismo para presionar mejores ingresos pese a que funcionan como entes privados.

Las marchas casi siempre se hacen contra el Estado. Hasta el año pasado, las marchas con contenido religioso, con perfiles de cruzadas, no se habían organizado en el país, como la que algunas iglesias y sectores ultraderechistas hicieron contra el matrimonio gay y la equidad de género, fusionándola contra los acuerdos de paz entre el gobierno y las Farc, mezcla explosiva; esta fue una marcha oportunista por el poder.
Muchas marchas, más que protestas son pretextos que enmascaran intereses políticos. No he visto que partidos, gremios o jefes políticos organicen marchas contra la violencia de la mujer y de los niños, contra la persecución política y religiosa, y en general, por los derechos fundamentales. Nadie ha hecho marchas por la defensa de los ríos y del medio ambiente. Nadie hizo marchas por la exterminación de los miembros de la UP, ni contra los falsos positivos de la era Uribe quien, quizás, no las habría permitido. La marcha programada para el primero de abril, la de Uribe y Ordóñez, la definen sus organizadores, como contra la corrupción, pero es contra Santos; esta es abstracta, y es como marchar contra los fantasmas. Habría que hacerla contra los corruptos que sí existen, pero en este caso sería un contrasentido porque aquí desfilarán muchos de ellos y otros no podrán hacerlo por estar presos por sus actos de corrupción.

Y en la corrupción no solo está involucrado el Estado, la fomentan los particulares que, como caballos de Troya, se camuflan dentro de la hojarasca del erario. Esta marcha no es reivindicativa, ni de principios, ni económica, es electoral y politiquera para echarle al agua sucia al gobierno con la cual sus organizadores no se quieren bañar porque les urtica. Falta la marcha de los urabeños contra los rastrojos.

Ahora sí parece que entre bomberos se pueden pisar la manguera. Un mal precedente, si mañana los forajidos quieren marchar, la democracia se los permitirá.
[email protected]

Columnista
30 marzo, 2017

Marchas como protestas y como pretextos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Una marcha debe ser una expresión ciudadana con objetivos claros que suelen ser políticos, económicos, sociales, procesionales, militares, fúnebres o bien folclóricos. Las marchas no solo sirven para protestar sino también para apoyar. El concepto de marcha no es tan antiguo en Colombia, eso es lo que recuerdo. Una de las marchas famosas fue la […]


Una marcha debe ser una expresión ciudadana con objetivos claros que suelen ser políticos, económicos, sociales, procesionales, militares, fúnebres o bien folclóricos. Las marchas no solo sirven para protestar sino también para apoyar. El concepto de marcha no es tan antiguo en Colombia, eso es lo que recuerdo. Una de las marchas famosas fue la convocada por Jorge Eliécer Gaitán en 1948 en la Plaza de Bolívar en Bogotá, que tuvo un mensaje socio-político y económico.

También recuerdo la marcha contra Rojas Pinilla en 1957, que a la postre fue defenestrado del poder. La marcha campesina del oriente colombiano fue reivindicativa de derechos, pero Santos negó que hubiera tal marcha o paro. Igual las marchas permanentes que hacen las etnias por defender sus derechos. Son iterativas las marchas estudiantes en defensa de la educación pública, y las de los educadores defendiendo condiciones salariales. En los años recientes, los gremios económicos como transportistas y cafeteros han utilizado este mecanismo para presionar mejores ingresos pese a que funcionan como entes privados.

Las marchas casi siempre se hacen contra el Estado. Hasta el año pasado, las marchas con contenido religioso, con perfiles de cruzadas, no se habían organizado en el país, como la que algunas iglesias y sectores ultraderechistas hicieron contra el matrimonio gay y la equidad de género, fusionándola contra los acuerdos de paz entre el gobierno y las Farc, mezcla explosiva; esta fue una marcha oportunista por el poder.
Muchas marchas, más que protestas son pretextos que enmascaran intereses políticos. No he visto que partidos, gremios o jefes políticos organicen marchas contra la violencia de la mujer y de los niños, contra la persecución política y religiosa, y en general, por los derechos fundamentales. Nadie ha hecho marchas por la defensa de los ríos y del medio ambiente. Nadie hizo marchas por la exterminación de los miembros de la UP, ni contra los falsos positivos de la era Uribe quien, quizás, no las habría permitido. La marcha programada para el primero de abril, la de Uribe y Ordóñez, la definen sus organizadores, como contra la corrupción, pero es contra Santos; esta es abstracta, y es como marchar contra los fantasmas. Habría que hacerla contra los corruptos que sí existen, pero en este caso sería un contrasentido porque aquí desfilarán muchos de ellos y otros no podrán hacerlo por estar presos por sus actos de corrupción.

Y en la corrupción no solo está involucrado el Estado, la fomentan los particulares que, como caballos de Troya, se camuflan dentro de la hojarasca del erario. Esta marcha no es reivindicativa, ni de principios, ni económica, es electoral y politiquera para echarle al agua sucia al gobierno con la cual sus organizadores no se quieren bañar porque les urtica. Falta la marcha de los urabeños contra los rastrojos.

Ahora sí parece que entre bomberos se pueden pisar la manguera. Un mal precedente, si mañana los forajidos quieren marchar, la democracia se los permitirá.
[email protected]