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General - 10 junio, 2017

Los restos de Rafael Orozco deberían traerlos para Becerril

El compositor Rosendo Romero Ospino, quien recuerda aquel triste 11 de junio de 1992 cuando mataron al cantante vallenato Rafael Orozco, propone que Clara Cabello, la esposa del artista, se una con la Gobernación del Cesar para traer los restos de ‘Rafa’ al municipio de Becerril, donde nació. “Si pudiéramos preguntarle a ‘Rafa’ donde le gustaría que descansarán sus restos, seguro que el diría: En Becerril mi pueblo o en Valledupar”.

Rafael Orozco murió el 11 de junio de 1992. Mañana se cumplen 25 años de su muerte.
Rafael Orozco murió el 11 de junio de 1992. Mañana se cumplen 25 años de su muerte.

Como olvidar aquella brisa de verano en Barranquilla, el amor para mi había dejado de ser un cultivo, un abismo sin puente colgante se había abierto entre la azucena y yo, éramos agua y aceite, nada que hacer, los dos corazones 10 años flechados por cupido ya estaban rotos. Me refugié en una pieza que me alquiló la pintora de Sincé, Sucre, Regina Barrios, ella le había tomado en arriendo el primer piso a la poetisa Margarita Galindo; a Regina le sobraba en el primer piso una pieza, la cual ocupé con mucho gusto, puesto que la escribidora de verso le pareció genial que un compositor vallenato fuese su vecino, ella aún vive allí sitiada por las trinitarias, la flor del coco, heliotropos y hojaranzin (‘Lengua e ‘suegra’) con un montón de amores de crotos y otras plantas ornamentales, nada podía ser mejor bálsamo para mis pesares que compartir una lírica amistad con una mujer que en pleno verano se convertía en lluvia y una pintora que se sumergía entre la gamas de los colores en confluencia de delirios y retazos del amor puro por difuminar sus ideales y sombrear protesta contra una sociedad hipócrita y ansiosa de arte complaciente. Además Regina me servía pan integral con jugo de mandarina y miel de abeja entre bocadillos deliciosamente preparados.

El olor a trementina con aceite de linaza me mantenía atado a la fuga de colores a veces noctámbulos, a veces lúgubres, cual árbol deshojado y seco. Pero siendo cada hoja una calavera. A veces Regina era asaltada por una compasión infinita y pintaba mariposas de la noche, pálidas y colgadas de las esquinas en espera del mejor postor ¡ay! mujeres vendedoras del placer, porque nunca venden el eterno dolor de sus ojos, así viví allí complacido esclavo del arte y la poesía, confinado a una recién estrenada soltería indeseable, de vez en cuando una princesa wayúu de la comunidad Iguarán me visitaba, su hermosa cabellera y su cuerpo blondo arrasadoramente femenina adornaba las tardes del antejardín de aquella morada, alivio de mis nostalgias hogareñas, la princesa wayúu era para mí cual tisana de mejorana, nunca entró a mi residencia para no escandalizar a los vecinos asombrados con su belleza, ¡Uuff! cuanto lamenté después no haberle dicho que yo me derretía por ella, una estúpida esperanza de recuperar el amor perdido, me quitó la oportunidad de haber contado las estrellas del cielo wayúu en la negra noche de su cabellera.

El 11 de junio me levanté tarde, eran como las 10:00 de la mañana, entonces la poetisa Margarita me llamó no para leerme un nuevo poema escrito a la lluvia, si no que me gritó: ¡Rosendo, mataron a Rafael Orozco! ¡Qué estás diciendo Margarita, no puede ser, no te creo! ¡Si es verdad! Chendo, mira aquí está en El Heraldo. Tomé el periódico en mis manos y allí estaba la infausta noticia, ¡Oh! Dios era verdad, de ahí para allá todo fue como una horrible pesadilla.

Vi cerrarse ese capítulo cuando sus compañeros de la agrupación Binomio de Oro llegaron de Yopal, Casanare, allá lo estaban esperando para cumplir algunas presentaciones, se bajaron del bus y corrían como locos con los ojos desorbitados porque ya empezaban a bajar a ‘Rafa’ a la tumba, el llanto nubló los ojos de las centenares de personas que allí estaban y el requiebro de sus músicos partió el alma del más fuerte. Infeliz y doloroso un nudo en mi garanta no me dejó soltar el llanto. Dios santo ayúdame a llorar para aliviarme esta maldita cosa que me asfixia, nada, no lloré, estaba en shock, eso me dijo un médico después, por eso nunca asimilé la muerte del amigo.

El hermano bajó al sepulcro y pensé: Si pudiéramos preguntarle a ‘Rafa’ donde le gustaría que descansarán sus restos, seguro que el diría: En Becerril mi pueblo o en Valledupar.

El no pertenece al Atlántico, no nació en Barranquilla, que mejor sitio que su pueblo y no donde perdió la vida, es cierto que en Barranquilla lo quisieron mucho. Pero en Becerril podrían hacerle un gran mausoleo sembrándole un árbol de higuerón, sería su mejor imagen y su último aporte a su tierra natal.

Si la Gobernación del Cesar y la viuda en común acuerdo en un compromiso con la región hicieran eso, la gente se lo agradecería, sería algo muy bueno el traslado; porque es verdad, los restos de Rafael Orozco deberían traerlos para Becerril.

 

 

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10 junio, 2017

Los restos de Rafael Orozco deberían traerlos para Becerril

El compositor Rosendo Romero Ospino, quien recuerda aquel triste 11 de junio de 1992 cuando mataron al cantante vallenato Rafael Orozco, propone que Clara Cabello, la esposa del artista, se una con la Gobernación del Cesar para traer los restos de ‘Rafa’ al municipio de Becerril, donde nació. “Si pudiéramos preguntarle a ‘Rafa’ donde le gustaría que descansarán sus restos, seguro que el diría: En Becerril mi pueblo o en Valledupar”.


Rafael Orozco murió el 11 de junio de 1992. Mañana se cumplen 25 años de su muerte.
Rafael Orozco murió el 11 de junio de 1992. Mañana se cumplen 25 años de su muerte.

Como olvidar aquella brisa de verano en Barranquilla, el amor para mi había dejado de ser un cultivo, un abismo sin puente colgante se había abierto entre la azucena y yo, éramos agua y aceite, nada que hacer, los dos corazones 10 años flechados por cupido ya estaban rotos. Me refugié en una pieza que me alquiló la pintora de Sincé, Sucre, Regina Barrios, ella le había tomado en arriendo el primer piso a la poetisa Margarita Galindo; a Regina le sobraba en el primer piso una pieza, la cual ocupé con mucho gusto, puesto que la escribidora de verso le pareció genial que un compositor vallenato fuese su vecino, ella aún vive allí sitiada por las trinitarias, la flor del coco, heliotropos y hojaranzin (‘Lengua e ‘suegra’) con un montón de amores de crotos y otras plantas ornamentales, nada podía ser mejor bálsamo para mis pesares que compartir una lírica amistad con una mujer que en pleno verano se convertía en lluvia y una pintora que se sumergía entre la gamas de los colores en confluencia de delirios y retazos del amor puro por difuminar sus ideales y sombrear protesta contra una sociedad hipócrita y ansiosa de arte complaciente. Además Regina me servía pan integral con jugo de mandarina y miel de abeja entre bocadillos deliciosamente preparados.

El olor a trementina con aceite de linaza me mantenía atado a la fuga de colores a veces noctámbulos, a veces lúgubres, cual árbol deshojado y seco. Pero siendo cada hoja una calavera. A veces Regina era asaltada por una compasión infinita y pintaba mariposas de la noche, pálidas y colgadas de las esquinas en espera del mejor postor ¡ay! mujeres vendedoras del placer, porque nunca venden el eterno dolor de sus ojos, así viví allí complacido esclavo del arte y la poesía, confinado a una recién estrenada soltería indeseable, de vez en cuando una princesa wayúu de la comunidad Iguarán me visitaba, su hermosa cabellera y su cuerpo blondo arrasadoramente femenina adornaba las tardes del antejardín de aquella morada, alivio de mis nostalgias hogareñas, la princesa wayúu era para mí cual tisana de mejorana, nunca entró a mi residencia para no escandalizar a los vecinos asombrados con su belleza, ¡Uuff! cuanto lamenté después no haberle dicho que yo me derretía por ella, una estúpida esperanza de recuperar el amor perdido, me quitó la oportunidad de haber contado las estrellas del cielo wayúu en la negra noche de su cabellera.

El 11 de junio me levanté tarde, eran como las 10:00 de la mañana, entonces la poetisa Margarita me llamó no para leerme un nuevo poema escrito a la lluvia, si no que me gritó: ¡Rosendo, mataron a Rafael Orozco! ¡Qué estás diciendo Margarita, no puede ser, no te creo! ¡Si es verdad! Chendo, mira aquí está en El Heraldo. Tomé el periódico en mis manos y allí estaba la infausta noticia, ¡Oh! Dios era verdad, de ahí para allá todo fue como una horrible pesadilla.

Vi cerrarse ese capítulo cuando sus compañeros de la agrupación Binomio de Oro llegaron de Yopal, Casanare, allá lo estaban esperando para cumplir algunas presentaciones, se bajaron del bus y corrían como locos con los ojos desorbitados porque ya empezaban a bajar a ‘Rafa’ a la tumba, el llanto nubló los ojos de las centenares de personas que allí estaban y el requiebro de sus músicos partió el alma del más fuerte. Infeliz y doloroso un nudo en mi garanta no me dejó soltar el llanto. Dios santo ayúdame a llorar para aliviarme esta maldita cosa que me asfixia, nada, no lloré, estaba en shock, eso me dijo un médico después, por eso nunca asimilé la muerte del amigo.

El hermano bajó al sepulcro y pensé: Si pudiéramos preguntarle a ‘Rafa’ donde le gustaría que descansarán sus restos, seguro que el diría: En Becerril mi pueblo o en Valledupar.

El no pertenece al Atlántico, no nació en Barranquilla, que mejor sitio que su pueblo y no donde perdió la vida, es cierto que en Barranquilla lo quisieron mucho. Pero en Becerril podrían hacerle un gran mausoleo sembrándole un árbol de higuerón, sería su mejor imagen y su último aporte a su tierra natal.

Si la Gobernación del Cesar y la viuda en común acuerdo en un compromiso con la región hicieran eso, la gente se lo agradecería, sería algo muy bueno el traslado; porque es verdad, los restos de Rafael Orozco deberían traerlos para Becerril.