Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 3 julio, 2018

Los principios en la política

Un buen amigo se dolía de no haber acompañado desde la primera vuelta presidencial al doctor Iván Duque, no porque el hoy derechista presidente electo encajara en su expectativa académica o concepción política, sino porque según él ya había perdido lo suficiente en elecciones regionales, como para seguir sin capacidad de acomodo en la repartición […]

Un buen amigo se dolía de no haber acompañado desde la primera vuelta presidencial al doctor Iván Duque, no porque el hoy derechista presidente electo encajara en su expectativa académica o concepción política, sino porque según él ya había perdido lo suficiente en elecciones regionales, como para seguir sin capacidad de acomodo en la repartición burocrática que por mecánica electoral se va a presentar a partir del siete de agosto.

Argumentaba mi amigo que los mercenarios en política son más beneficiados que quienes muestran alguna coherencia a la hora de decidirse por un candidato; que en el decálogo del buen dirigente es básico el ‘pragmatismo’, si se quiere ejercer con algún grado de éxito la actividad política. Los escrúpulos sobran.

Y de rompe se podría pensar que tiene razón el amigo. Nuestro problema es la reverencia a la ‘ley del más vivo’, porque si aspiramos a un sitio destacado dentro de ese universo, debemos decidirnos entre bailar al son de esa ausencia de principios que da al traste con cualquier manifestación democrática objetiva o luchar por un huérfano espacio político corriendo el riesgo de nunca alcanzar ese objetivo.

En estas cavilaciones encontramos nuevamente el dilema acerca del origen de la corrupción y el clientelismo. ¿Es culpa del político que se apropia del erario, ignorando las expectativas del pueblo que los elige o es culpa de ese pueblo que valora de soslayo las ideas y el talento, mientras descarta a quienes no tienen el músculo financiero para hacer del ejercicio de la política una feria de conciencias mediante la compra del voto?

Muy posiblemente fue el político quien primero engañó, pero como electores hemos cohonestado con mandatos a sabiendas que van en contra de nuestros intereses colectivos.

Duramos cuatro años quejándonos en las esquinas por la desidia y mala fe en las inversiones públicas, para al final votar por quienes silencian al pueblo con las grandes fortunas económicas que recuperan con creces a costas de nuestro bienestar.

Nos dejamos engañar por falsas fachadas, en una pasmosa inercia intelectual que nos condena a ser perennes corderos de la ignorancia. Duele ver el voraz apetito de los locales medios de comunicación descalificando a quien no tenga dinero para competir en la astronómica arena politiquera, cuando su responsabilidad social debiera ser sembrar en el informado el espíritu crítico para tomar una buena decisión política.

Iluso, romántico, estúpido, ardido y muchos calificativos más podrán decirme quienes tienen la capacidad de utilizar la necesidad de las masas para manipularlas o quienes prueban las sobras del bocado que otros comen en grandes cantidades, no me interesa, para ellos no es este mensaje, mi objetivo se mantiene al lado de los principios democráticos que inspiran las inversiones públicas en el bienestar general y no en el engorde de bolsillos particulares. Un abrazo.

Columnista
3 julio, 2018

Los principios en la política

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Un buen amigo se dolía de no haber acompañado desde la primera vuelta presidencial al doctor Iván Duque, no porque el hoy derechista presidente electo encajara en su expectativa académica o concepción política, sino porque según él ya había perdido lo suficiente en elecciones regionales, como para seguir sin capacidad de acomodo en la repartición […]


Un buen amigo se dolía de no haber acompañado desde la primera vuelta presidencial al doctor Iván Duque, no porque el hoy derechista presidente electo encajara en su expectativa académica o concepción política, sino porque según él ya había perdido lo suficiente en elecciones regionales, como para seguir sin capacidad de acomodo en la repartición burocrática que por mecánica electoral se va a presentar a partir del siete de agosto.

Argumentaba mi amigo que los mercenarios en política son más beneficiados que quienes muestran alguna coherencia a la hora de decidirse por un candidato; que en el decálogo del buen dirigente es básico el ‘pragmatismo’, si se quiere ejercer con algún grado de éxito la actividad política. Los escrúpulos sobran.

Y de rompe se podría pensar que tiene razón el amigo. Nuestro problema es la reverencia a la ‘ley del más vivo’, porque si aspiramos a un sitio destacado dentro de ese universo, debemos decidirnos entre bailar al son de esa ausencia de principios que da al traste con cualquier manifestación democrática objetiva o luchar por un huérfano espacio político corriendo el riesgo de nunca alcanzar ese objetivo.

En estas cavilaciones encontramos nuevamente el dilema acerca del origen de la corrupción y el clientelismo. ¿Es culpa del político que se apropia del erario, ignorando las expectativas del pueblo que los elige o es culpa de ese pueblo que valora de soslayo las ideas y el talento, mientras descarta a quienes no tienen el músculo financiero para hacer del ejercicio de la política una feria de conciencias mediante la compra del voto?

Muy posiblemente fue el político quien primero engañó, pero como electores hemos cohonestado con mandatos a sabiendas que van en contra de nuestros intereses colectivos.

Duramos cuatro años quejándonos en las esquinas por la desidia y mala fe en las inversiones públicas, para al final votar por quienes silencian al pueblo con las grandes fortunas económicas que recuperan con creces a costas de nuestro bienestar.

Nos dejamos engañar por falsas fachadas, en una pasmosa inercia intelectual que nos condena a ser perennes corderos de la ignorancia. Duele ver el voraz apetito de los locales medios de comunicación descalificando a quien no tenga dinero para competir en la astronómica arena politiquera, cuando su responsabilidad social debiera ser sembrar en el informado el espíritu crítico para tomar una buena decisión política.

Iluso, romántico, estúpido, ardido y muchos calificativos más podrán decirme quienes tienen la capacidad de utilizar la necesidad de las masas para manipularlas o quienes prueban las sobras del bocado que otros comen en grandes cantidades, no me interesa, para ellos no es este mensaje, mi objetivo se mantiene al lado de los principios democráticos que inspiran las inversiones públicas en el bienestar general y no en el engorde de bolsillos particulares. Un abrazo.