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Columnista - 14 octubre, 2016

Los nuevos templarios

A comienzos del siglo XII, el francés Hugo de Payns, conocido como Payens, fundó con ocho personas más, la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón conocida después como “caballeros templarios”, un grupo de monjes-militares cuya misión inicial era la de proteger este templo y a sus visitantes. Después, esta orden […]

A comienzos del siglo XII, el francés Hugo de Payns, conocido como Payens, fundó con ocho personas más, la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón conocida después como “caballeros templarios”, un grupo de monjes-militares cuya misión inicial era la de proteger este templo y a sus visitantes. Después, esta orden religioso-militar se convirtió en punta de lanza de las cruzadas cristianas, combinando todas las formas de lucha contra herejes y contrarios, acumulando riquezas sin importar la sangre derramada.

La historia se repite, en espiral dicen; aquí ya tenemos nuestros templarios, con objetivos ampliados con los mismos métodos y estrategias aunque no tengan el mismo valor y franqueza de aquellos: los primeros morían por defender sus principios, los nuestros arman ejércitos mercenarios pero no van al combate.

Los nuevos templarios dicen defender la familia cristiana sin importar que esta sea cada vez más pobre; dicen defender a los niños aunque no se les conoce una sola acción redentora por estos; se jactan de defender la democracia y la patria pero han roto su equilibrio cuando les ha convenido; abogan por la moral pública y las instituciones pero las cárceles del país y de los EE.UU los han tenido de huéspedes por infringir elementales principios de decencia y sanidad; han hecho crueles cruzadas armadas para defender la tenencia de la tierra y fortalecer el feudalismo; han cometido grandes genocidios sin mancharse de sangre y sin pagar cárcel y ahora quieren que la paguen otros; han hecho embajadores a delincuentes convictos y ahora les niegan ese derecho a sus adversarios; dicen ser defensores de la paz pero siempre han estado inmersos en la guerra; fingen combatir el narcotráfico pero antes fomentaron la construcción de pistas secretas. Es difícil olvidarse del helicóptero de Tranquilandia. Lo que más le hace daño a un país es la doble moral de sus dirigentes porque en sus mensajes enseñan que el bien es el mal y viceversa, ahí se daña la cadena de custodia de la sociedad, los valores se invierten, el altruismo desaparece y el individuo está por encima de la Nación creando una nueva modalidad de moral pública difícil de reconstruir.

Somos un país de patricios que tienen claro su destino, y plebeyos amorfos que deambulamos por la estrecha y oscura senda que nos trazan los primeros. Padecemos la más grande hipnosis colectiva jamás vista, ya no solo somos un país de cafres sino de zombis. Por eso, quizás, somos tan felices, dicen las encuestas, nuestra postración psíquica es casi cataléctica, nos impide pensar, somos marionetas. Creo que necesitamos una terapia de choque que nos traiga a la realidad y nos saque de las puertas del infierno cuando Colombia debería ser un paraíso. El panorama de este país lo veo oscuro, huele a guerra y más muertos; el debate del martes en el Senado lo indica. No creo que valga la pena sacrificar un país por encarcelar a unos cuantos, eso no es serio y carece de nobleza. En el fondo de estas apuestas subyacen turbios intereses y lo peor del caso es que la mitad de los colombianos no se ha dado cuenta.

 

Columnista
14 octubre, 2016

Los nuevos templarios

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

A comienzos del siglo XII, el francés Hugo de Payns, conocido como Payens, fundó con ocho personas más, la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón conocida después como “caballeros templarios”, un grupo de monjes-militares cuya misión inicial era la de proteger este templo y a sus visitantes. Después, esta orden […]


A comienzos del siglo XII, el francés Hugo de Payns, conocido como Payens, fundó con ocho personas más, la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo y del Templo de Salomón conocida después como “caballeros templarios”, un grupo de monjes-militares cuya misión inicial era la de proteger este templo y a sus visitantes. Después, esta orden religioso-militar se convirtió en punta de lanza de las cruzadas cristianas, combinando todas las formas de lucha contra herejes y contrarios, acumulando riquezas sin importar la sangre derramada.

La historia se repite, en espiral dicen; aquí ya tenemos nuestros templarios, con objetivos ampliados con los mismos métodos y estrategias aunque no tengan el mismo valor y franqueza de aquellos: los primeros morían por defender sus principios, los nuestros arman ejércitos mercenarios pero no van al combate.

Los nuevos templarios dicen defender la familia cristiana sin importar que esta sea cada vez más pobre; dicen defender a los niños aunque no se les conoce una sola acción redentora por estos; se jactan de defender la democracia y la patria pero han roto su equilibrio cuando les ha convenido; abogan por la moral pública y las instituciones pero las cárceles del país y de los EE.UU los han tenido de huéspedes por infringir elementales principios de decencia y sanidad; han hecho crueles cruzadas armadas para defender la tenencia de la tierra y fortalecer el feudalismo; han cometido grandes genocidios sin mancharse de sangre y sin pagar cárcel y ahora quieren que la paguen otros; han hecho embajadores a delincuentes convictos y ahora les niegan ese derecho a sus adversarios; dicen ser defensores de la paz pero siempre han estado inmersos en la guerra; fingen combatir el narcotráfico pero antes fomentaron la construcción de pistas secretas. Es difícil olvidarse del helicóptero de Tranquilandia. Lo que más le hace daño a un país es la doble moral de sus dirigentes porque en sus mensajes enseñan que el bien es el mal y viceversa, ahí se daña la cadena de custodia de la sociedad, los valores se invierten, el altruismo desaparece y el individuo está por encima de la Nación creando una nueva modalidad de moral pública difícil de reconstruir.

Somos un país de patricios que tienen claro su destino, y plebeyos amorfos que deambulamos por la estrecha y oscura senda que nos trazan los primeros. Padecemos la más grande hipnosis colectiva jamás vista, ya no solo somos un país de cafres sino de zombis. Por eso, quizás, somos tan felices, dicen las encuestas, nuestra postración psíquica es casi cataléctica, nos impide pensar, somos marionetas. Creo que necesitamos una terapia de choque que nos traiga a la realidad y nos saque de las puertas del infierno cuando Colombia debería ser un paraíso. El panorama de este país lo veo oscuro, huele a guerra y más muertos; el debate del martes en el Senado lo indica. No creo que valga la pena sacrificar un país por encarcelar a unos cuantos, eso no es serio y carece de nobleza. En el fondo de estas apuestas subyacen turbios intereses y lo peor del caso es que la mitad de los colombianos no se ha dado cuenta.