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Columnista - 23 enero, 2018

¿Los negocios de la iglesia?

¿En qué momento comenzamos a hablar de las iglesias católicas, cristianas, evangélicas, entre otras, como si estas fueran clanes o casas políticas? ¿Desde cuándo la prensa nacional comenzó a dedicar portadas a los “respaldos políticos” otorgados por las iglesias a campañas como cual empresarios de la esfera electoral? Por ejemplo, el 23 de julio de […]

¿En qué momento comenzamos a hablar de las iglesias católicas, cristianas, evangélicas, entre otras, como si estas fueran clanes o casas políticas? ¿Desde cuándo la prensa nacional comenzó a dedicar portadas a los “respaldos políticos” otorgados por las iglesias a campañas como cual empresarios de la esfera electoral? Por ejemplo, el 23 de julio de 2017, el diario El Espectador publicó una nota titulada: “La lucha por el voto evangélico para las próximas elecciones”, allí esta casa editorial afirma que el voto de estos fieles es un codiciado botín, ya que es un fuerte atractivo que esta colectividad la caracterice un voto disciplinado.

Produce mucho inconformismo, y lo digo como creyente, el hecho de que algunos pastores y sacerdotes estén actuando en la política, no como lo que están llamados a ser, guías religiosos, sino como negociantes de votos, transgresores de libertades.

Un caso reciente de este fenómeno es el de la iglesia Misión Carismática G – 12, lideraba por los pastores César Castellanos y Claudia Rodríguez, quienes otrora estuvieron en las toldas el uribismo y hoy apuestan su patrimonio político en el vargasllerismo. Tal movimiento de ajedrez significa, entonces, que los pastores de las iglesias ponen y quitan votos como les plazca, conduciendo a la feligresía como ovejas, pero no de aquellas de las que habla la biblia, no, sino de las que son electoralmente constreñidas de manera sumisa. Qué irrespeto e irresponsabilidad.

Lo ideal sería que cada fiel opte por ir a las urnas por convicción y no por factores externos como imposiciones y afirmaciones engañosas lanzadas desde el pulpito, sea cual sea la corriente política o ideológica con la que tengan afinidad. Hay una delgada línea entre la política y la religión que nos puede llevar al abismo, tal relación debe basarse en valores y principios, eso sí, respetando la libertad de culto y pensamiento, de lo contrario, estaríamos en la vía de aquellos tiempos estériles del concordato suscrito entre el Estado colombiano y la iglesia católica, peligroso.

Hay que tener claro que el problema no está en la existencia y activismo de estas iglesias, es totalmente respetable, es esa una de las bases del Estado Social y Democrático de Derecho, el asunto está en usar un micrófono para imponer visiones electorales, no es esa su labor, que por cierto, yéndonos al deber ser, es muy noble.

Para escribir esta columna me tomé el trabajo de consultar a un sacerdote y a un pastor bastante conocidos en la ciudad de Valledupar, con ellos coincidí en que el ser humano es político por naturaleza y eso no debe desconocerse. También que la misión de la iglesia ha de ser la de orientar, no imponer, a los fieles, exhortarlos de ir a las urnas a votar de manera consciente, plena, libre, informada y con responsabilidad. Válido que las congregaciones defiendan sus principios y valores, no es usarlos como pretexto para vilipendiar la independencia social y electoral.

La iglesia no puede seguir convirtiéndose en un fortín político, eso es inmoral y antidemocrático. Las afinidades políticas hay que respetarlas. Los recintos donde funcionan las iglesias no deben ser tribunas politiqueras. Si en algo estoy de acuerdo con el profesor Salomón Kalmanovitz es que la iglesia no puede imponer sus visiones antiliberales de la vida. Aquí no debe haber una cohesión social mediante homogeneidad o adoctrinamiento, sí una diversa, respetuosa y tolerante.

Este fenómeno no debe seguir propagándose, o acaso son: ¿los negocios de la iglesia?

@camilopintom

Columnista
23 enero, 2018

¿Los negocios de la iglesia?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Camilo Pinto

¿En qué momento comenzamos a hablar de las iglesias católicas, cristianas, evangélicas, entre otras, como si estas fueran clanes o casas políticas? ¿Desde cuándo la prensa nacional comenzó a dedicar portadas a los “respaldos políticos” otorgados por las iglesias a campañas como cual empresarios de la esfera electoral? Por ejemplo, el 23 de julio de […]


¿En qué momento comenzamos a hablar de las iglesias católicas, cristianas, evangélicas, entre otras, como si estas fueran clanes o casas políticas? ¿Desde cuándo la prensa nacional comenzó a dedicar portadas a los “respaldos políticos” otorgados por las iglesias a campañas como cual empresarios de la esfera electoral? Por ejemplo, el 23 de julio de 2017, el diario El Espectador publicó una nota titulada: “La lucha por el voto evangélico para las próximas elecciones”, allí esta casa editorial afirma que el voto de estos fieles es un codiciado botín, ya que es un fuerte atractivo que esta colectividad la caracterice un voto disciplinado.

Produce mucho inconformismo, y lo digo como creyente, el hecho de que algunos pastores y sacerdotes estén actuando en la política, no como lo que están llamados a ser, guías religiosos, sino como negociantes de votos, transgresores de libertades.

Un caso reciente de este fenómeno es el de la iglesia Misión Carismática G – 12, lideraba por los pastores César Castellanos y Claudia Rodríguez, quienes otrora estuvieron en las toldas el uribismo y hoy apuestan su patrimonio político en el vargasllerismo. Tal movimiento de ajedrez significa, entonces, que los pastores de las iglesias ponen y quitan votos como les plazca, conduciendo a la feligresía como ovejas, pero no de aquellas de las que habla la biblia, no, sino de las que son electoralmente constreñidas de manera sumisa. Qué irrespeto e irresponsabilidad.

Lo ideal sería que cada fiel opte por ir a las urnas por convicción y no por factores externos como imposiciones y afirmaciones engañosas lanzadas desde el pulpito, sea cual sea la corriente política o ideológica con la que tengan afinidad. Hay una delgada línea entre la política y la religión que nos puede llevar al abismo, tal relación debe basarse en valores y principios, eso sí, respetando la libertad de culto y pensamiento, de lo contrario, estaríamos en la vía de aquellos tiempos estériles del concordato suscrito entre el Estado colombiano y la iglesia católica, peligroso.

Hay que tener claro que el problema no está en la existencia y activismo de estas iglesias, es totalmente respetable, es esa una de las bases del Estado Social y Democrático de Derecho, el asunto está en usar un micrófono para imponer visiones electorales, no es esa su labor, que por cierto, yéndonos al deber ser, es muy noble.

Para escribir esta columna me tomé el trabajo de consultar a un sacerdote y a un pastor bastante conocidos en la ciudad de Valledupar, con ellos coincidí en que el ser humano es político por naturaleza y eso no debe desconocerse. También que la misión de la iglesia ha de ser la de orientar, no imponer, a los fieles, exhortarlos de ir a las urnas a votar de manera consciente, plena, libre, informada y con responsabilidad. Válido que las congregaciones defiendan sus principios y valores, no es usarlos como pretexto para vilipendiar la independencia social y electoral.

La iglesia no puede seguir convirtiéndose en un fortín político, eso es inmoral y antidemocrático. Las afinidades políticas hay que respetarlas. Los recintos donde funcionan las iglesias no deben ser tribunas politiqueras. Si en algo estoy de acuerdo con el profesor Salomón Kalmanovitz es que la iglesia no puede imponer sus visiones antiliberales de la vida. Aquí no debe haber una cohesión social mediante homogeneidad o adoctrinamiento, sí una diversa, respetuosa y tolerante.

Este fenómeno no debe seguir propagándose, o acaso son: ¿los negocios de la iglesia?

@camilopintom