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Columnista - 19 agosto, 2010

Los enemigos de la paz

Por: Luis Napoleón de Armas P. Hace algunos años, un preclaro hombre público como Otto Morales Benítez, dijo que la paz tiene enemigos por dentro y por fuera; él sabía por qué lo decía, conoce todos los intríngulis del establecimiento colombiano; fue ministro y consejero de paz y como tal le tocó radiografiar el pensamiento […]

Por: Luis Napoleón de Armas P.

Hace algunos años, un preclaro hombre público como Otto Morales Benítez, dijo que la paz tiene enemigos por dentro y por fuera; él sabía por qué lo decía, conoce todos los intríngulis del establecimiento colombiano; fue ministro y consejero de paz y como tal le tocó radiografiar el pensamiento de todos los ostentadores del poder. Y así es; hay una especie de duendes con alopatías perversas cuyo único fin es tratar de oscurecer el camino cuando el alba inicia; son una especie de ángeles de las tinieblas. Son muchos los que quisieran ver al nuevo presidente de la República haciendo acusaciones temerarias, inoportunas y fuera de contexto, acusando a diestra y siniestra, en forma categórica, a quienes no se haya comprobado que son los responsables de algo. Uno, sin ser experto en descifrar posibles autorías criminales, con el solo empleo de la razón puede inferir de donde procede un hecho delictuoso. Vasta hacerse la pregunta que hacen los penalistas: ¿a quién interesa el crimen? Esa es la mejor pista. La bomba explotada frente al edificio de Caracol Radio, como todo acto terrorista, tuvo su finalidad, más de carácter distractor que destructor. Enseguida, los cuidadores de la nidada lanzaron el consabido grito: fueron las Farc, aunque tampoco se deben descartar de plano su autoría. La afirmación pudo ser gratuita y subliminal,  buscando formular una hipótesis de trabajo para desviar la investigación. Ya se ha vuelto un axioma que cuando una investigación es desviada en sus orígenes, los crímenes quedan impunes porque después, casi que se hace imposible reconstruir los hechos. Afortunadamente, este gobierno ha sido prudente en sus declaraciones, como debe ser. Bien sabido es que ni Darío Arismendi ni Félix de Bedout eran adoradores de Álvaro Uribe, más bien sus críticos. Este solo hecho podría hacernos pensar que este hecho podría ser de interés para la escuela ortodoxa de la “seguridad democrática”. Las cosas se presentan tan evidentes que voces autorizadas como las de Armando Benedetti, actual presidente del Congreso, dijo que esto podría atribuírsele a la extrema derecha; pueden ser los enemigos de la paz, añado yo. Los anuncios y nuevos hechos del presidente JMS, parece que no fueron del agrado del recalcitrante grupo que todo lo mira en función de la fuerza. Sentarse a dialogar con Chávez es una herejía y decir, en las barbas de Uribe, que las llaves de la paz no están perdidas, puede ser un insulto a los patrioteros de la guerra y vendedores de huevitos. Por fortuna, las primeras pistas le dan cierta lógica a la investigación. Tenemos que concientizarnos que en este país, además de las Farc, pueden existir otros grupos que saben chuzar y poner bombas. Esta es una verdad monda y lironda. Creo que estamos en un punto de inflexión en el cual, o defendemos la paz de este martirizado pueblo, o nos convertimos en mercenarios de una guerra que no es la nuestra. La lucha sangrienta contra el narcotráfico hay que replantearla, una nueva filosofía ha de venir. A las Farc y demás grupos perturbadores, igual que a los corruptos que conspiran contra el bienestar de las mayorías, hay que combatirlos pero sin olvidar que en una mano debemos llevar la Constitución y en la otra la lógica de los acontecimientos. Esta es una guerra que nos concierne a todos, no es solo incumbencia del Estado. Ninguna guerra, en ningún tiempo y lugar, ha dejado buenos frutos. Las guerras resuelven los problemas a medias, generando otros tan graves como el que se quiso solucionar. Lo malo es que hay civiles que piensan como militares y los hay, por dentro y por fuera de las instituciones, como decía Otto. Esos no quieren la paz.
[email protected]

Columnista
19 agosto, 2010

Los enemigos de la paz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Por: Luis Napoleón de Armas P. Hace algunos años, un preclaro hombre público como Otto Morales Benítez, dijo que la paz tiene enemigos por dentro y por fuera; él sabía por qué lo decía, conoce todos los intríngulis del establecimiento colombiano; fue ministro y consejero de paz y como tal le tocó radiografiar el pensamiento […]


Por: Luis Napoleón de Armas P.

Hace algunos años, un preclaro hombre público como Otto Morales Benítez, dijo que la paz tiene enemigos por dentro y por fuera; él sabía por qué lo decía, conoce todos los intríngulis del establecimiento colombiano; fue ministro y consejero de paz y como tal le tocó radiografiar el pensamiento de todos los ostentadores del poder. Y así es; hay una especie de duendes con alopatías perversas cuyo único fin es tratar de oscurecer el camino cuando el alba inicia; son una especie de ángeles de las tinieblas. Son muchos los que quisieran ver al nuevo presidente de la República haciendo acusaciones temerarias, inoportunas y fuera de contexto, acusando a diestra y siniestra, en forma categórica, a quienes no se haya comprobado que son los responsables de algo. Uno, sin ser experto en descifrar posibles autorías criminales, con el solo empleo de la razón puede inferir de donde procede un hecho delictuoso. Vasta hacerse la pregunta que hacen los penalistas: ¿a quién interesa el crimen? Esa es la mejor pista. La bomba explotada frente al edificio de Caracol Radio, como todo acto terrorista, tuvo su finalidad, más de carácter distractor que destructor. Enseguida, los cuidadores de la nidada lanzaron el consabido grito: fueron las Farc, aunque tampoco se deben descartar de plano su autoría. La afirmación pudo ser gratuita y subliminal,  buscando formular una hipótesis de trabajo para desviar la investigación. Ya se ha vuelto un axioma que cuando una investigación es desviada en sus orígenes, los crímenes quedan impunes porque después, casi que se hace imposible reconstruir los hechos. Afortunadamente, este gobierno ha sido prudente en sus declaraciones, como debe ser. Bien sabido es que ni Darío Arismendi ni Félix de Bedout eran adoradores de Álvaro Uribe, más bien sus críticos. Este solo hecho podría hacernos pensar que este hecho podría ser de interés para la escuela ortodoxa de la “seguridad democrática”. Las cosas se presentan tan evidentes que voces autorizadas como las de Armando Benedetti, actual presidente del Congreso, dijo que esto podría atribuírsele a la extrema derecha; pueden ser los enemigos de la paz, añado yo. Los anuncios y nuevos hechos del presidente JMS, parece que no fueron del agrado del recalcitrante grupo que todo lo mira en función de la fuerza. Sentarse a dialogar con Chávez es una herejía y decir, en las barbas de Uribe, que las llaves de la paz no están perdidas, puede ser un insulto a los patrioteros de la guerra y vendedores de huevitos. Por fortuna, las primeras pistas le dan cierta lógica a la investigación. Tenemos que concientizarnos que en este país, además de las Farc, pueden existir otros grupos que saben chuzar y poner bombas. Esta es una verdad monda y lironda. Creo que estamos en un punto de inflexión en el cual, o defendemos la paz de este martirizado pueblo, o nos convertimos en mercenarios de una guerra que no es la nuestra. La lucha sangrienta contra el narcotráfico hay que replantearla, una nueva filosofía ha de venir. A las Farc y demás grupos perturbadores, igual que a los corruptos que conspiran contra el bienestar de las mayorías, hay que combatirlos pero sin olvidar que en una mano debemos llevar la Constitución y en la otra la lógica de los acontecimientos. Esta es una guerra que nos concierne a todos, no es solo incumbencia del Estado. Ninguna guerra, en ningún tiempo y lugar, ha dejado buenos frutos. Las guerras resuelven los problemas a medias, generando otros tan graves como el que se quiso solucionar. Lo malo es que hay civiles que piensan como militares y los hay, por dentro y por fuera de las instituciones, como decía Otto. Esos no quieren la paz.
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