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Columnista - 28 agosto, 2013

Los enemigos de la paz

En Colombia, la desigualdad social y la ambición desmedida han provocado un conflicto interno con consecuencias y características más complejas que la de otros países que también viven un entorno similar con protuberantes brechas entre ricos y pobres.

Por José Romero Churio 

En Colombia, la desigualdad social y la ambición desmedida han provocado un conflicto interno con  consecuencias y características más complejas que la de otros países que también viven un entorno similar con protuberantes brechas entre ricos y pobres.

Por tan atípica situación surgieron organizaciones con ideas extremas, entre las subversivas revolucionarias la facción de mayor intransigencia ha sido la Fuerza Armada Revolucionaria Colombiana, más conocida como FARC-EP, que durante más de medio siglo ha hostigado con ataques crueles a los diferentes gobiernos de la época en mención, no obstante en que de veras muchos de estos gobernantes han intentado negociar la paz para acabar la guerra fratricida que tanto deplora la comunidad nacional e internacional.

Tanto es el anhelo popular en que finalice el conflicto armado interno, que Andrés Pastrana Arango fue elegido presidente de Colombia porque la mayoría de los ciudadanos colombianos creyeron en que lograría un acuerdo de paz con ‘Tiro fijo’, el máximo jefe de la FARC-EP, pero el desplante de la silla vacía en la zona de despeje del Caguán generó enorme desencanto que se intensificó con el abuso repetitivo de las Farc.

Oportunidad aprovechada por  la extrema derecha para montar en la presidencia a Álvaro Uribe Vélez, personaje político mal visto por las organizaciones defensoras de los derechos humanos y por mandatarios de países vecinos como Hugo Chávez de la República Bolivariana de Venezuela, Rafael Correa del Ecuador, Evo Morales de Bolivia, Néstor  Kirchner de Argentina, entre otros de ideas socialistas, amén del repudio de los militantes en la extrema izquierda colombiana.

En efecto, en los dos gobiernos de Álvaro Uribe Vélez disminuyó notoriamente el dominio de la subversión guerrillera, en lo cual, Juan Manuel Santos, como Ministro de Defensa fue protagonista principal, condición que lo catapultó con amplia ventaja a la presidencia de nuestro país como prototipo reemplazo de su jefe guerrerista.

Sorpresivamente, Juan Manuel Santos como presidente, desde el comienzo de su periodo gubernamental dio un giro radical, tal vez consciente del perjuicio que genera la aniquilación de la guerrilla con el combate armado, como mal ejemplo de esto tenemos los falsos positivos de la fuerza pública que han desprestigiado aún más a nuestro país en el ámbito internacional.

El interés patrio por encima del beneficio político y de los rencores personales es una falacia que se repite cada vez cuando un gobierno acoge un proceso de paz negociada, pues gran parte de los dirigentes políticos (incluidos los de la guerrilla) con tal de no perder sus privilegios se convierten en los peores enemigos de la paz.

 

Columnista
28 agosto, 2013

Los enemigos de la paz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

En Colombia, la desigualdad social y la ambición desmedida han provocado un conflicto interno con consecuencias y características más complejas que la de otros países que también viven un entorno similar con protuberantes brechas entre ricos y pobres.


Por José Romero Churio 

En Colombia, la desigualdad social y la ambición desmedida han provocado un conflicto interno con  consecuencias y características más complejas que la de otros países que también viven un entorno similar con protuberantes brechas entre ricos y pobres.

Por tan atípica situación surgieron organizaciones con ideas extremas, entre las subversivas revolucionarias la facción de mayor intransigencia ha sido la Fuerza Armada Revolucionaria Colombiana, más conocida como FARC-EP, que durante más de medio siglo ha hostigado con ataques crueles a los diferentes gobiernos de la época en mención, no obstante en que de veras muchos de estos gobernantes han intentado negociar la paz para acabar la guerra fratricida que tanto deplora la comunidad nacional e internacional.

Tanto es el anhelo popular en que finalice el conflicto armado interno, que Andrés Pastrana Arango fue elegido presidente de Colombia porque la mayoría de los ciudadanos colombianos creyeron en que lograría un acuerdo de paz con ‘Tiro fijo’, el máximo jefe de la FARC-EP, pero el desplante de la silla vacía en la zona de despeje del Caguán generó enorme desencanto que se intensificó con el abuso repetitivo de las Farc.

Oportunidad aprovechada por  la extrema derecha para montar en la presidencia a Álvaro Uribe Vélez, personaje político mal visto por las organizaciones defensoras de los derechos humanos y por mandatarios de países vecinos como Hugo Chávez de la República Bolivariana de Venezuela, Rafael Correa del Ecuador, Evo Morales de Bolivia, Néstor  Kirchner de Argentina, entre otros de ideas socialistas, amén del repudio de los militantes en la extrema izquierda colombiana.

En efecto, en los dos gobiernos de Álvaro Uribe Vélez disminuyó notoriamente el dominio de la subversión guerrillera, en lo cual, Juan Manuel Santos, como Ministro de Defensa fue protagonista principal, condición que lo catapultó con amplia ventaja a la presidencia de nuestro país como prototipo reemplazo de su jefe guerrerista.

Sorpresivamente, Juan Manuel Santos como presidente, desde el comienzo de su periodo gubernamental dio un giro radical, tal vez consciente del perjuicio que genera la aniquilación de la guerrilla con el combate armado, como mal ejemplo de esto tenemos los falsos positivos de la fuerza pública que han desprestigiado aún más a nuestro país en el ámbito internacional.

El interés patrio por encima del beneficio político y de los rencores personales es una falacia que se repite cada vez cuando un gobierno acoge un proceso de paz negociada, pues gran parte de los dirigentes políticos (incluidos los de la guerrilla) con tal de no perder sus privilegios se convierten en los peores enemigos de la paz.