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Editorial - 22 mayo, 2017

Los Besotes: ¿ilusión o realidad?

  Con la noticia que se conoció el viernes a través de las redes sociales del alcalde de Valledupar, Augusto Ramírez Uhía, y el gobernador del Cesar, Francisco Ovalle Angarita, se volvió a prender una luz de esperanza con el proyecto del embalse de Los Besotes que por décadas han anhelado los vallenatos. Es un […]

 

Con la noticia que se conoció el viernes a través de las redes sociales del alcalde de Valledupar, Augusto Ramírez Uhía, y el gobernador del Cesar, Francisco Ovalle Angarita, se volvió a prender una luz de esperanza con el proyecto del embalse de Los Besotes que por décadas han anhelado los vallenatos.

Es un ambicioso proyecto que cuesta 150 millones de dólares, que garantizaría agua a la capital del Cesar en los siguientes 50 años, irrigaría las grandes extensiones de tierra ubicadas en el norte de Valledupar y pondría a funcionar un acueducto regional. Sus bondades son indiscutibles, desde 1969 cuando una firma israelí hizo los primeros estudios se pensó en la necesidad de tener agua garantizada porque era evidente que tanta bondad de la naturaleza no sería eterna. Hoy la ciudad padece por el suministro de agua, tanto en invierno como en verano, y si no se hace algo pronto, llegará una escasez difícil de conjurar.

Por eso la noticia del embalse de Los Besotes produce tantas expectativas y de ahí la necesidad de que nuestros mandatarios tengan los pies bien puestos en la tierra y no se dejen contagiar del calor de la emoción del momento, pues es claro que hay varios obstáculos que hoy ponen al proyecto en jaque, sin siquiera tener los diseños.

Para algunos sectores el proyecto de Los Besotes es física pantalla de los gobernantes, porque sus bases están construidas en el aire: no aparece en el Plan de Ordenamiento de Valledupar (POT), ni siquiera en el Plan de Desarrollo del alcalde Ramírez Uhía, la Gobernación del Cesar no tiene la plata que le corresponde aportar, el Gobierno Nacional no ha mostrado mucho interés, y lo más crítico es que los indígenas que habitan en la zona donde se construirá el embalse han dicho incansablemente que no aprobarán la consulta previa que le daría el espaldarazo al proyecto para obtener la licencia ambiental, nada más y nada menos.

Lo que ocurrió el viernes pasado fue desempolvar los estudios que hizo la firma Integral Ingenieros. Es decir, estamos igual que hace cinco décadas, cuando el Incora contrató a los israelitas para saber qué áreas eras susceptibles de ser irrigadas, de las 500 mil hectáreas que existen en la zona. Después de la década de los 70, el tema volvió a reactivarse en el gobierno del alcalde Elías Ochoa Daza, que invirtió recursos en nuevos estudios pensando no solo en lo rural, sino en la zona urbana. Estudios que volvieron a actualizarse en la administración del gobernador Cristian Moreno.

Afortunadamente los gobernantes actuales vuelven a darle importancia al proyecto y ojalá lo aborden con mucha mesura, porque Los Besotes es un tema sensible, hay que tener cuidado cómo se transmite, teniendo en cuenta que es un anhelo que permite tener agua en los próximos 50 años. La consulta previa con los indígenas es delicada, no hay que olvidar que en este momento están paralizados los trabajos de la concesión Cesar Guajira por esa situación.

Es el momento de pensar en la comunidad en general. Los indígenas han dicho reiteradamente que inviertan en la cuenca del río Guatapurí, que piensen en alternativas diferentes al embalse, como pozos profundos o reservorios pequeños que pueden también solucionar el problema del agua. También está la propuesta de redistribución de la tierra en el norte de Valledupar para no beneficiar solo a los dueños de grandes extensiones de tierra.

Los Besotes tiene bastante tela para cortar. Ahora viene lo mejor: buscar los recursos, escuchar a los indígenas, analizar y tomar la decisión acertada para la región.

 

Editorial
22 mayo, 2017

Los Besotes: ¿ilusión o realidad?

  Con la noticia que se conoció el viernes a través de las redes sociales del alcalde de Valledupar, Augusto Ramírez Uhía, y el gobernador del Cesar, Francisco Ovalle Angarita, se volvió a prender una luz de esperanza con el proyecto del embalse de Los Besotes que por décadas han anhelado los vallenatos. Es un […]


 

Con la noticia que se conoció el viernes a través de las redes sociales del alcalde de Valledupar, Augusto Ramírez Uhía, y el gobernador del Cesar, Francisco Ovalle Angarita, se volvió a prender una luz de esperanza con el proyecto del embalse de Los Besotes que por décadas han anhelado los vallenatos.

Es un ambicioso proyecto que cuesta 150 millones de dólares, que garantizaría agua a la capital del Cesar en los siguientes 50 años, irrigaría las grandes extensiones de tierra ubicadas en el norte de Valledupar y pondría a funcionar un acueducto regional. Sus bondades son indiscutibles, desde 1969 cuando una firma israelí hizo los primeros estudios se pensó en la necesidad de tener agua garantizada porque era evidente que tanta bondad de la naturaleza no sería eterna. Hoy la ciudad padece por el suministro de agua, tanto en invierno como en verano, y si no se hace algo pronto, llegará una escasez difícil de conjurar.

Por eso la noticia del embalse de Los Besotes produce tantas expectativas y de ahí la necesidad de que nuestros mandatarios tengan los pies bien puestos en la tierra y no se dejen contagiar del calor de la emoción del momento, pues es claro que hay varios obstáculos que hoy ponen al proyecto en jaque, sin siquiera tener los diseños.

Para algunos sectores el proyecto de Los Besotes es física pantalla de los gobernantes, porque sus bases están construidas en el aire: no aparece en el Plan de Ordenamiento de Valledupar (POT), ni siquiera en el Plan de Desarrollo del alcalde Ramírez Uhía, la Gobernación del Cesar no tiene la plata que le corresponde aportar, el Gobierno Nacional no ha mostrado mucho interés, y lo más crítico es que los indígenas que habitan en la zona donde se construirá el embalse han dicho incansablemente que no aprobarán la consulta previa que le daría el espaldarazo al proyecto para obtener la licencia ambiental, nada más y nada menos.

Lo que ocurrió el viernes pasado fue desempolvar los estudios que hizo la firma Integral Ingenieros. Es decir, estamos igual que hace cinco décadas, cuando el Incora contrató a los israelitas para saber qué áreas eras susceptibles de ser irrigadas, de las 500 mil hectáreas que existen en la zona. Después de la década de los 70, el tema volvió a reactivarse en el gobierno del alcalde Elías Ochoa Daza, que invirtió recursos en nuevos estudios pensando no solo en lo rural, sino en la zona urbana. Estudios que volvieron a actualizarse en la administración del gobernador Cristian Moreno.

Afortunadamente los gobernantes actuales vuelven a darle importancia al proyecto y ojalá lo aborden con mucha mesura, porque Los Besotes es un tema sensible, hay que tener cuidado cómo se transmite, teniendo en cuenta que es un anhelo que permite tener agua en los próximos 50 años. La consulta previa con los indígenas es delicada, no hay que olvidar que en este momento están paralizados los trabajos de la concesión Cesar Guajira por esa situación.

Es el momento de pensar en la comunidad en general. Los indígenas han dicho reiteradamente que inviertan en la cuenca del río Guatapurí, que piensen en alternativas diferentes al embalse, como pozos profundos o reservorios pequeños que pueden también solucionar el problema del agua. También está la propuesta de redistribución de la tierra en el norte de Valledupar para no beneficiar solo a los dueños de grandes extensiones de tierra.

Los Besotes tiene bastante tela para cortar. Ahora viene lo mejor: buscar los recursos, escuchar a los indígenas, analizar y tomar la decisión acertada para la región.