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Crónica - 10 febrero, 2017

“Lo que fue, fue. Hay que perdonar y no repetir”

En una tierra que lleva por nombre La Paz, dos octogenarios hombres que han sido testigos del conflicto en el departamento de Cesar, narran la historia y dicen que los principales beneficiados de la paz serán los campesinos de esa tierra, donde ya reina la tranquilidad.

“Yo tengo fe en que esto va por buen camino'”, dice don Antonio Bustillo en un camino del La Paz. Foto: Omar Nieto Remolina.
“Yo tengo fe en que esto va por buen camino'”, dice don Antonio Bustillo en un camino del La Paz. Foto: Omar Nieto Remolina.

Antonio Bustillo Palacios y Claudio Cotes Costa son dos cesarenses que rondan los ochenta años de edad. De gran sabiduría, reflejan el peso de los años en su mirada cansada y el trajinar de sus manos. Son sencillos y orgullosos de su tierra. Gozan de buena salud y ofrecen una grata conversación, amenizada con un gran sentido del humor.

Bustillo Palacios viste guayabera y mochila típica de la región. Cotes Costa, por su parte, luce una camisa de manga corta y trae consigo unos documentos que sustentan lo que quiere decir. Ellos son la memoria, la historia viva de este municipio ubicado a pocos kilómetros de Valledupar, capital del departamento de Cesar, que lleva el nombre de La Paz.

Ellos encarnan las vivencias de décadas de guerra en una las regiones más azotadas por el conflicto colombiano desde la segunda mitad del siglo XX.

El primer brote de violencia en La Paz, según relata Don Antonio, se dio el 2 de febrero de 1952, en pleno enfrentamiento entre liberales y conservadores, durante el periodo conocido, precisamente como ‘La Violencia’.

“Fue una organización violenta contra el partido liberal, quemaron el pueblo”, recuerda.
No fue testigo presencial de ese hecho, pues en aquel entonces vivía en Santa Marta. No obstante, en 1959 se iría a vivir a La Paz. Ya lo había picado el bichito de la política, gracias a su cercanía con uno de los líderes de la región, ‘Nacho’ Vives.

Entretanto, desplazados por la violencia, llegaron a corregimientos como San José, El Encanto y La Laguna de los Indios, personas provenientes de los santanderes (departamentos de Santander y Norte de Santander), y del Tolima.

Las Farc y el Eln

En medio de la coyuntura, Bustillo y Cotes sostienen que las Farc se asentaron en la región entre los años de 1965 y 1966.

“Primero llegaron las Farc”, señala Bustillo.

No obstante, el primer ataque que recuerda fue perpetrado por el ELN.

“En el año 65 atacaron el puesto de policía de Media Luna. Mataron a un policía, un muy buen policía”, relata don Antonio.

Pese al paso de los años, la memoria de don Antonio está intacta y recuerda el nombre del uniformado asesinado.

“Hernán Salazar. Era manizalita. Eso fueron los ‘elenos’”, indica.

A pesar de este crimen, Bustillo asegura que la guerrilla en aquel entonces era diferente a la que hoy está dejando las armas, pues aún no había sido permeada por el narcotráfico.

“Cuando vino la guerrilla era distinta a la guerrilla de ahora (…) La gente simpatizaba más era con los ‘elenos’, porque eran los que menos atacaban a la población civil”, sostiene.

Asegura además que en ese tiempo la guerrilla se dedicaba fundamentalmente al proselitismo político, pero insiste en que el narcotráfico transformó el conflicto y recrudeció la guerra.

Así mismo, atribuye al negocio de la droga que se hayan presentado enfrentamientos incluso entre las Farc y el ELN.

Y relata que “por estar pendientes de quién ganaba más se daban plomo”.

Por si fuera poco, en los años ochenta comenzó el fenómeno paramilitar, que dejó a la población civil en la mitad de la contienda entre grupos armados ilegales.

“Si uno saludaba al guerrillero, eso no se debía hacer por temor a los paramilitares; y si uno saludaba al paramilitar, eso era problema con la guerrilla”, recuerda Claudio Cotes.
Por ello “muchos campesinos abandonaron sus predios y trabajaban con temor (…), era una”

Una nueva esperanza
La Paz y toda la región cercana a Valledupar es agrícola. Sus habitantes se dedican a la siembra y recolección de yuca, plátano, café y productos de pancoger.

Es por ello que sostienen que quienes viven en el campo serán los principales beneficiados de la implementación del Acuerdo de Paz suscrito en Bogotá entre las Farc y el Gobierno Nacional.
“Lo que fue, fue. Lo que hay que buscar es que haya sentido de pertenencia, sentido de que la persona quiera perdonar y no repetir (…). ¿Quiénes son los que se matan?”, se pregunta Bustillo y contesta enseguida: el pueblo.

Y se declara optimista respecto a la implementación de la paz.

“Yo tengo fe de que esto va por buen camino”, dice.

Incluso se aventura a imaginar cómo será La Paz en una década.

“Esto no tiene reversa. En diez años esto será distinto”, asegura con convicción.

Y es que sus 21 nietos y 11 bisnietos merecen vivir en un país en paz, con trabajo y prosperidad.

“La inversión será otra; la juventud pensará distinto, los jóvenes ya no tienen que estar con la zozobra que se los llevan para allá”, afirma esperanzado.

Una posición similar tiene Cotes.

Compositor de ‘Las Letanías’, versos en los que hace críticas constructivas a las administraciones y narra lo vivido por su región en el marco del conflicto, resalta la tranquilidad con la que ya hoy se transita por ejemplo en el corregimiento de San José.

“El campesino sale al pueblo sin ningún temor de que nada grave le vaya a suceder. Reina la tranquilidad. A San José se va tranquilo”, concluye.

Y se aleja tranquilo, cantando bajito una melodía inaudible. De seguro una nueva ‘letanía’ sobre el reinado de la paz en la tierra de olor a almojábana y legendarios juglares vallenatos.

Claudio Cotes, recuerda lo que era La Paz y habla de lo que allí se vive. Foto Omar Nieto Remolina – SIG

Por Jesús David Gómez

 

Crónica
10 febrero, 2017

“Lo que fue, fue. Hay que perdonar y no repetir”

En una tierra que lleva por nombre La Paz, dos octogenarios hombres que han sido testigos del conflicto en el departamento de Cesar, narran la historia y dicen que los principales beneficiados de la paz serán los campesinos de esa tierra, donde ya reina la tranquilidad.


“Yo tengo fe en que esto va por buen camino'”, dice don Antonio Bustillo en un camino del La Paz. Foto: Omar Nieto Remolina.
“Yo tengo fe en que esto va por buen camino'”, dice don Antonio Bustillo en un camino del La Paz. Foto: Omar Nieto Remolina.

Antonio Bustillo Palacios y Claudio Cotes Costa son dos cesarenses que rondan los ochenta años de edad. De gran sabiduría, reflejan el peso de los años en su mirada cansada y el trajinar de sus manos. Son sencillos y orgullosos de su tierra. Gozan de buena salud y ofrecen una grata conversación, amenizada con un gran sentido del humor.

Bustillo Palacios viste guayabera y mochila típica de la región. Cotes Costa, por su parte, luce una camisa de manga corta y trae consigo unos documentos que sustentan lo que quiere decir. Ellos son la memoria, la historia viva de este municipio ubicado a pocos kilómetros de Valledupar, capital del departamento de Cesar, que lleva el nombre de La Paz.

Ellos encarnan las vivencias de décadas de guerra en una las regiones más azotadas por el conflicto colombiano desde la segunda mitad del siglo XX.

El primer brote de violencia en La Paz, según relata Don Antonio, se dio el 2 de febrero de 1952, en pleno enfrentamiento entre liberales y conservadores, durante el periodo conocido, precisamente como ‘La Violencia’.

“Fue una organización violenta contra el partido liberal, quemaron el pueblo”, recuerda.
No fue testigo presencial de ese hecho, pues en aquel entonces vivía en Santa Marta. No obstante, en 1959 se iría a vivir a La Paz. Ya lo había picado el bichito de la política, gracias a su cercanía con uno de los líderes de la región, ‘Nacho’ Vives.

Entretanto, desplazados por la violencia, llegaron a corregimientos como San José, El Encanto y La Laguna de los Indios, personas provenientes de los santanderes (departamentos de Santander y Norte de Santander), y del Tolima.

Las Farc y el Eln

En medio de la coyuntura, Bustillo y Cotes sostienen que las Farc se asentaron en la región entre los años de 1965 y 1966.

“Primero llegaron las Farc”, señala Bustillo.

No obstante, el primer ataque que recuerda fue perpetrado por el ELN.

“En el año 65 atacaron el puesto de policía de Media Luna. Mataron a un policía, un muy buen policía”, relata don Antonio.

Pese al paso de los años, la memoria de don Antonio está intacta y recuerda el nombre del uniformado asesinado.

“Hernán Salazar. Era manizalita. Eso fueron los ‘elenos’”, indica.

A pesar de este crimen, Bustillo asegura que la guerrilla en aquel entonces era diferente a la que hoy está dejando las armas, pues aún no había sido permeada por el narcotráfico.

“Cuando vino la guerrilla era distinta a la guerrilla de ahora (…) La gente simpatizaba más era con los ‘elenos’, porque eran los que menos atacaban a la población civil”, sostiene.

Asegura además que en ese tiempo la guerrilla se dedicaba fundamentalmente al proselitismo político, pero insiste en que el narcotráfico transformó el conflicto y recrudeció la guerra.

Así mismo, atribuye al negocio de la droga que se hayan presentado enfrentamientos incluso entre las Farc y el ELN.

Y relata que “por estar pendientes de quién ganaba más se daban plomo”.

Por si fuera poco, en los años ochenta comenzó el fenómeno paramilitar, que dejó a la población civil en la mitad de la contienda entre grupos armados ilegales.

“Si uno saludaba al guerrillero, eso no se debía hacer por temor a los paramilitares; y si uno saludaba al paramilitar, eso era problema con la guerrilla”, recuerda Claudio Cotes.
Por ello “muchos campesinos abandonaron sus predios y trabajaban con temor (…), era una”

Una nueva esperanza
La Paz y toda la región cercana a Valledupar es agrícola. Sus habitantes se dedican a la siembra y recolección de yuca, plátano, café y productos de pancoger.

Es por ello que sostienen que quienes viven en el campo serán los principales beneficiados de la implementación del Acuerdo de Paz suscrito en Bogotá entre las Farc y el Gobierno Nacional.
“Lo que fue, fue. Lo que hay que buscar es que haya sentido de pertenencia, sentido de que la persona quiera perdonar y no repetir (…). ¿Quiénes son los que se matan?”, se pregunta Bustillo y contesta enseguida: el pueblo.

Y se declara optimista respecto a la implementación de la paz.

“Yo tengo fe de que esto va por buen camino”, dice.

Incluso se aventura a imaginar cómo será La Paz en una década.

“Esto no tiene reversa. En diez años esto será distinto”, asegura con convicción.

Y es que sus 21 nietos y 11 bisnietos merecen vivir en un país en paz, con trabajo y prosperidad.

“La inversión será otra; la juventud pensará distinto, los jóvenes ya no tienen que estar con la zozobra que se los llevan para allá”, afirma esperanzado.

Una posición similar tiene Cotes.

Compositor de ‘Las Letanías’, versos en los que hace críticas constructivas a las administraciones y narra lo vivido por su región en el marco del conflicto, resalta la tranquilidad con la que ya hoy se transita por ejemplo en el corregimiento de San José.

“El campesino sale al pueblo sin ningún temor de que nada grave le vaya a suceder. Reina la tranquilidad. A San José se va tranquilo”, concluye.

Y se aleja tranquilo, cantando bajito una melodía inaudible. De seguro una nueva ‘letanía’ sobre el reinado de la paz en la tierra de olor a almojábana y legendarios juglares vallenatos.

Claudio Cotes, recuerda lo que era La Paz y habla de lo que allí se vive. Foto Omar Nieto Remolina – SIG

Por Jesús David Gómez