No solo lo analiza, también le hace un reconocimiento a su alto nivel para componer. Canta el poeta en la segunda parte de su canción ‘Matilde Lina’: “Este paseo es de Leandro Díaz, pero parece de Emilianito, tiene los versos bien chiquiticos y bajiticos de melodía, tiene una nota bien recogida, que no parece hecho […]
No solo lo analiza, también le hace un reconocimiento a su alto nivel para componer. Canta el poeta en la segunda parte de su canción ‘Matilde Lina’: “Este paseo es de Leandro Díaz, pero parece de Emilianito, tiene los versos bien chiquiticos y bajiticos de melodía, tiene una nota bien recogida, que no parece hecho mío, era que estaba en el rio, pensando en Matilde Lina”.
Entendemos que Leandro una vez terminada la primera parte de la canción la analizó y comprendió que estaba generando algo extraordinario, se asombra de lo que estaba brotando de su interior, un bello paseo del vallenato tradicional y dudó que fuese de él. Pero, ¡claro! Con aquella duda del que festeja un logro y sabe que tiene un as de oro en las manos. “Este paseo es de Leandro Díaz pero”… Está quedando tan bueno que se compara con su referente: “…parece de Emilianito”. O sea, el diestro era Emiliano lo analiza el poeta enseguida: “Tiene los versos muy chiquiticos…”.
“El águila ciega de Alto pino”, nota que su melodía en la Dulzaina, “Tiene una nota recogida” y exclama “Que no parece hecho mío”. Y todas estas coincidencias de sentimientos y genialidades se deben a que “Era que estaba en el río, pensando en Matilde Lina”.
A partir de ese momento imagínate a Matilde Lina como tú quieras. ¡Bellísima! Por supuesto.
Lo acaecido allí era algo sin tiempo y sin espacio había una confluencia de imágenes y sentimientos atados a una musa Celestial y solo un ser intuitivo, sensibilizado por el dolor del pasado y el enamoramiento presente; sutil y liberador de sueños con la belleza de una mujer y la belleza de la música podía predisponer su estado interior como ánfora receptiva de una emoción superior capaz de capturar lo intangible y convertirlo en un sentimiento musical; de una belleza incomparable y libre del inútil razonamiento. Pero, muy fecundo para la interpretación emotiva de quienes amamos este paseo que es de Leandro Díaz pero parece de Emilianito.
Escojamos en esta ocasión los versos de Carmen Díaz, para analizar el carácter magistral al cual se refiere el hatonuevero, de Zuleta Baquero. Aquel sembrador de la finca “Las puertecitas”, allá cerquita al tigre del Perijá, el excelso y terrible “Cerro Pintao” dicen así: Me siento lo más contento// Porque resolví casarme// Si me caso en otro tiempo// me vuelvo a casar con Carmen. (Siempre quise tener una traga así). La melodía es corta y los versos son octosílabos, eneasílabos. Fin.
Aclaración: el explorador francés que registra una parranda en Riohacha en 1893 con caja guacharaca y acordeón no se llamaba Richard Chandelie si no Henry Cahandelie.
No solo lo analiza, también le hace un reconocimiento a su alto nivel para componer. Canta el poeta en la segunda parte de su canción ‘Matilde Lina’: “Este paseo es de Leandro Díaz, pero parece de Emilianito, tiene los versos bien chiquiticos y bajiticos de melodía, tiene una nota bien recogida, que no parece hecho […]
No solo lo analiza, también le hace un reconocimiento a su alto nivel para componer. Canta el poeta en la segunda parte de su canción ‘Matilde Lina’: “Este paseo es de Leandro Díaz, pero parece de Emilianito, tiene los versos bien chiquiticos y bajiticos de melodía, tiene una nota bien recogida, que no parece hecho mío, era que estaba en el rio, pensando en Matilde Lina”.
Entendemos que Leandro una vez terminada la primera parte de la canción la analizó y comprendió que estaba generando algo extraordinario, se asombra de lo que estaba brotando de su interior, un bello paseo del vallenato tradicional y dudó que fuese de él. Pero, ¡claro! Con aquella duda del que festeja un logro y sabe que tiene un as de oro en las manos. “Este paseo es de Leandro Díaz pero”… Está quedando tan bueno que se compara con su referente: “…parece de Emilianito”. O sea, el diestro era Emiliano lo analiza el poeta enseguida: “Tiene los versos muy chiquiticos…”.
“El águila ciega de Alto pino”, nota que su melodía en la Dulzaina, “Tiene una nota recogida” y exclama “Que no parece hecho mío”. Y todas estas coincidencias de sentimientos y genialidades se deben a que “Era que estaba en el río, pensando en Matilde Lina”.
A partir de ese momento imagínate a Matilde Lina como tú quieras. ¡Bellísima! Por supuesto.
Lo acaecido allí era algo sin tiempo y sin espacio había una confluencia de imágenes y sentimientos atados a una musa Celestial y solo un ser intuitivo, sensibilizado por el dolor del pasado y el enamoramiento presente; sutil y liberador de sueños con la belleza de una mujer y la belleza de la música podía predisponer su estado interior como ánfora receptiva de una emoción superior capaz de capturar lo intangible y convertirlo en un sentimiento musical; de una belleza incomparable y libre del inútil razonamiento. Pero, muy fecundo para la interpretación emotiva de quienes amamos este paseo que es de Leandro Díaz pero parece de Emilianito.
Escojamos en esta ocasión los versos de Carmen Díaz, para analizar el carácter magistral al cual se refiere el hatonuevero, de Zuleta Baquero. Aquel sembrador de la finca “Las puertecitas”, allá cerquita al tigre del Perijá, el excelso y terrible “Cerro Pintao” dicen así: Me siento lo más contento// Porque resolví casarme// Si me caso en otro tiempo// me vuelvo a casar con Carmen. (Siempre quise tener una traga así). La melodía es corta y los versos son octosílabos, eneasílabos. Fin.
Aclaración: el explorador francés que registra una parranda en Riohacha en 1893 con caja guacharaca y acordeón no se llamaba Richard Chandelie si no Henry Cahandelie.