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Columnista - 27 febrero, 2017

Las dos ancianas

Las dos ancianas es el título del hermoso libro de Velma Wallis, que me vino a la memoria en una pequeña reunión de amigas contemporáneas, en donde se habló mucho de achaques, de soledad y de añoranzas. Lo más repetido fue: “nos estamos poniendo viejas”, me dije mentalmente, “estamos viejas”. Algunas mujeres toman los años […]

Las dos ancianas es el título del hermoso libro de Velma Wallis, que me vino a la memoria en una pequeña reunión de amigas contemporáneas, en donde se habló mucho de achaques, de soledad y de añoranzas. Lo más repetido fue: “nos estamos poniendo viejas”, me dije mentalmente, “estamos viejas”.

Algunas mujeres toman los años como excusa para no hacer nada, solo ver pasar la vida como una repetición de días y la justifican en que ya se hizo lo que se tenía que hacer. Y no. Hay mucho por hacer, hasta los últimos días hay energía, no solo para ir a las reuniones sociales, sino para hacer alguna labor que engrandezca al espíritu y a la comunidad. En fin, no se aprovecha lo que queda de vida por estar pensando en su terminación.

El libro que comento es aleccionador, se narra como un cuento, algunos críticos lo ven como leyenda, otros dicen que es una novela corta.

La historia se desarrolla en las heladas tierras de Alaska y comienza con el ya legendario ‘había una vez’ dos mujeres muy mayoresque fueron abandonadas por su gente y condenadas a morir de frío y de hambre, pero echaron mano de la fuerza interior que todavía las habitaba, y el espíritu de supervivencia las llevó a olvidarse de los achaques, de los lamentos y a vencer la muerte que se hacía inminente; y descubrieron que poseían cualidades que las hicieron saberse mejores frente a sí mismas y frente a los demás.

El grupo al que pertenecían, pasaba penurias con el frío, eran nómadas y se alistaron todos para ir a un lugar donde encontraran comida, pero las ancianas caminaban despacio, de suerte que hicieron una reunión y decidieron abandonar a dos, las de más años, se quedaron las dos viejitas y luego de los primeros días de lamentos y llantos se levantaron de las orillas del río Yukon y dijeron con firmeza, “Moriremos luchando”. Comenzaron a buscar protección contra el entorno helado, construyeron un refugio, almacenaron alimentos: bayas, semillas, raíces, pescaron y no se quedaron quietas, se les olvidaron los achaques y solo recordaron y pusieron en práctica los conocimientos que adquirieron en la juventud; cuando regresó la tribu vencida y hambrienta, a punto de desfallecer fue atendida por las dos ancianas que les brindaron alimentos y enseñaron a la comunidad cómo se salva la vida.

Una de las ancianas, en un rato de descanso había dicho: “Hemos aprendido mucho durante nuestras largas vidas. Sin embargo, hemos llegado a la vejez convencidas de que ya hemos hecho todo lo que teníamos que hacer y nos hemos detenido, pero nuestros cuerpos todavía tienen fuerzas” y fue cuando comenzaron su accionar que las llevó a salvar al grupo que las dejó porque estorbaban.

Esto que comento no tiene la fuerza que tiene el conmovedor libro, es apenas un sucinto comentario sobre una historia de ciento treinta páginas que recomiendo, después de leerlo se va a sentir mejor persona.Por ahora el espacio se me acabó.

+++
NOTICA: Agradezco al doctor Johan Arango, gerente de Electricaribe, la atención a mis reclamos, un vallenato que está trabajando en una de las empresas más complicadas y que él, con su empeño, estamos seguros, logrará mejorar. Mil y mil gracias.

 

Columnista
27 febrero, 2017

Las dos ancianas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Las dos ancianas es el título del hermoso libro de Velma Wallis, que me vino a la memoria en una pequeña reunión de amigas contemporáneas, en donde se habló mucho de achaques, de soledad y de añoranzas. Lo más repetido fue: “nos estamos poniendo viejas”, me dije mentalmente, “estamos viejas”. Algunas mujeres toman los años […]


Las dos ancianas es el título del hermoso libro de Velma Wallis, que me vino a la memoria en una pequeña reunión de amigas contemporáneas, en donde se habló mucho de achaques, de soledad y de añoranzas. Lo más repetido fue: “nos estamos poniendo viejas”, me dije mentalmente, “estamos viejas”.

Algunas mujeres toman los años como excusa para no hacer nada, solo ver pasar la vida como una repetición de días y la justifican en que ya se hizo lo que se tenía que hacer. Y no. Hay mucho por hacer, hasta los últimos días hay energía, no solo para ir a las reuniones sociales, sino para hacer alguna labor que engrandezca al espíritu y a la comunidad. En fin, no se aprovecha lo que queda de vida por estar pensando en su terminación.

El libro que comento es aleccionador, se narra como un cuento, algunos críticos lo ven como leyenda, otros dicen que es una novela corta.

La historia se desarrolla en las heladas tierras de Alaska y comienza con el ya legendario ‘había una vez’ dos mujeres muy mayoresque fueron abandonadas por su gente y condenadas a morir de frío y de hambre, pero echaron mano de la fuerza interior que todavía las habitaba, y el espíritu de supervivencia las llevó a olvidarse de los achaques, de los lamentos y a vencer la muerte que se hacía inminente; y descubrieron que poseían cualidades que las hicieron saberse mejores frente a sí mismas y frente a los demás.

El grupo al que pertenecían, pasaba penurias con el frío, eran nómadas y se alistaron todos para ir a un lugar donde encontraran comida, pero las ancianas caminaban despacio, de suerte que hicieron una reunión y decidieron abandonar a dos, las de más años, se quedaron las dos viejitas y luego de los primeros días de lamentos y llantos se levantaron de las orillas del río Yukon y dijeron con firmeza, “Moriremos luchando”. Comenzaron a buscar protección contra el entorno helado, construyeron un refugio, almacenaron alimentos: bayas, semillas, raíces, pescaron y no se quedaron quietas, se les olvidaron los achaques y solo recordaron y pusieron en práctica los conocimientos que adquirieron en la juventud; cuando regresó la tribu vencida y hambrienta, a punto de desfallecer fue atendida por las dos ancianas que les brindaron alimentos y enseñaron a la comunidad cómo se salva la vida.

Una de las ancianas, en un rato de descanso había dicho: “Hemos aprendido mucho durante nuestras largas vidas. Sin embargo, hemos llegado a la vejez convencidas de que ya hemos hecho todo lo que teníamos que hacer y nos hemos detenido, pero nuestros cuerpos todavía tienen fuerzas” y fue cuando comenzaron su accionar que las llevó a salvar al grupo que las dejó porque estorbaban.

Esto que comento no tiene la fuerza que tiene el conmovedor libro, es apenas un sucinto comentario sobre una historia de ciento treinta páginas que recomiendo, después de leerlo se va a sentir mejor persona.Por ahora el espacio se me acabó.

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NOTICA: Agradezco al doctor Johan Arango, gerente de Electricaribe, la atención a mis reclamos, un vallenato que está trabajando en una de las empresas más complicadas y que él, con su empeño, estamos seguros, logrará mejorar. Mil y mil gracias.