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Columnista - 17 diciembre, 2016

La sentencia de Jacobo

Alinderado en la sentencia que lapidariamente publicó en este diario Jacobo Solano recientemente y que tituló ‘El vallenato se acabó’, yo como compositor debo hacer algunas consideraciones al respecto. Las crisis en las manifestaciones artísticas son cíclicas y un aló esperanzador me anima a pensar que posiblemente hacia el futuro tendremos una revaloración en la […]

Alinderado en la sentencia que lapidariamente publicó en este diario Jacobo Solano recientemente y que tituló ‘El vallenato se acabó’, yo como compositor debo hacer algunas consideraciones al respecto. Las crisis en las manifestaciones artísticas son cíclicas y un aló esperanzador me anima a pensar que posiblemente hacia el futuro tendremos una revaloración en la música tradicional vallenata, que con abundancia se encuentra en aquellos compositores que ya no les están grabando, pero que representan toda una verdadera mina sonora con letras, poesía y mensajes propios del auténtico folclor que actualmente es desdeñado por los jóvenes intérpretes, que en primera fila están en la película del mal llamado vallenato, es decir lo que ellos están haciendo es algo diferente pero con el mismo nombre.

Por otra parte, la música tradicional ya no tiene el mismo mercado o el gusto de la gente cambió. Es un fenómeno propio de las manifestaciones artísticas principalmente en el campo de la literatura, pues según el criterio del licenciado en lenguas hispánicas Ariel Castillo, hay escritores que han sido bet-seller de la literatura y que siguen escribiendo, pero ya con una perspectiva comercial solo con el ánimo de enriquecerse y simplemente satisfacer un gusto mediocre, mientras que los escritores serios se dedican a su trabajo noble que les ha dado prestigio.

Hay que tener en cuenta además que ya no vivimos en pueblos pequeños donde todo el mundo se conoce y el compositor consagrado es admirado y apreciado como una figura emblemática. Hoy en día lo que le interesa a los dueños del negocio es que el compositor produzca ojalá y sea en detrimento de los valores folclóricos.

El grupo de compositores cautivos en todas las producciones musicales actuales, componen con carácter comercial y esto hace que esta música pase de moda muy rápidamente, y es muy poco apreciada porque la gente siempre quiere cosas nuevas y así como llegan, siguen de largo hacia el olvido y la telaraña, porque parece que ya no les interesa apreciar y escuchar una canción que pueda enriquecerlos musical, emocional y literariamente, sino recochar, brincar y bailar a punta de un estribillo pegajoso, sin importar que no haya una buena letra.

Es quizás más sano que los que sigan componiendo aferrados a la tradición, tengan alternativas, que encajen en su ámbito y su espacio, como sería por ejemplo que los directores de los festivales vallenatos promovieran programas en la radio y la televisión como también producciones musicales, fruto del fragor de esos eventos, que después de su realización, no hacen absolutamente nada por darles vida y dimensión sino hasta trescientos sesenta y cinco días después, cuando se hace una nueva versión.

El campanazo de la Unesco es orientado a que no se vaya a perder esa esencia y ese arraigo en la realidad de los cantos juglarescos de antaño, porque si bien es cierto que los jóvenes tienen todo el derecho de hacer lo que les corresponde en su momento, si es necesario y sano que los encargados de promoverlos lo hagan con equilibrio y seriedad ya que esto es otra cosa, que los señores de los medios siguen presentando como vallenato y es allí donde radica el mayor daño que se le está haciendo a lo que debemos rescatar y proteger.
Jacobo siempre tiene la razón, pero tengo la esperanza que en esta ocasión no se cumpla su sentencia.

Columnista
17 diciembre, 2016

La sentencia de Jacobo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio C. Oñate M.

Alinderado en la sentencia que lapidariamente publicó en este diario Jacobo Solano recientemente y que tituló ‘El vallenato se acabó’, yo como compositor debo hacer algunas consideraciones al respecto. Las crisis en las manifestaciones artísticas son cíclicas y un aló esperanzador me anima a pensar que posiblemente hacia el futuro tendremos una revaloración en la […]


Alinderado en la sentencia que lapidariamente publicó en este diario Jacobo Solano recientemente y que tituló ‘El vallenato se acabó’, yo como compositor debo hacer algunas consideraciones al respecto. Las crisis en las manifestaciones artísticas son cíclicas y un aló esperanzador me anima a pensar que posiblemente hacia el futuro tendremos una revaloración en la música tradicional vallenata, que con abundancia se encuentra en aquellos compositores que ya no les están grabando, pero que representan toda una verdadera mina sonora con letras, poesía y mensajes propios del auténtico folclor que actualmente es desdeñado por los jóvenes intérpretes, que en primera fila están en la película del mal llamado vallenato, es decir lo que ellos están haciendo es algo diferente pero con el mismo nombre.

Por otra parte, la música tradicional ya no tiene el mismo mercado o el gusto de la gente cambió. Es un fenómeno propio de las manifestaciones artísticas principalmente en el campo de la literatura, pues según el criterio del licenciado en lenguas hispánicas Ariel Castillo, hay escritores que han sido bet-seller de la literatura y que siguen escribiendo, pero ya con una perspectiva comercial solo con el ánimo de enriquecerse y simplemente satisfacer un gusto mediocre, mientras que los escritores serios se dedican a su trabajo noble que les ha dado prestigio.

Hay que tener en cuenta además que ya no vivimos en pueblos pequeños donde todo el mundo se conoce y el compositor consagrado es admirado y apreciado como una figura emblemática. Hoy en día lo que le interesa a los dueños del negocio es que el compositor produzca ojalá y sea en detrimento de los valores folclóricos.

El grupo de compositores cautivos en todas las producciones musicales actuales, componen con carácter comercial y esto hace que esta música pase de moda muy rápidamente, y es muy poco apreciada porque la gente siempre quiere cosas nuevas y así como llegan, siguen de largo hacia el olvido y la telaraña, porque parece que ya no les interesa apreciar y escuchar una canción que pueda enriquecerlos musical, emocional y literariamente, sino recochar, brincar y bailar a punta de un estribillo pegajoso, sin importar que no haya una buena letra.

Es quizás más sano que los que sigan componiendo aferrados a la tradición, tengan alternativas, que encajen en su ámbito y su espacio, como sería por ejemplo que los directores de los festivales vallenatos promovieran programas en la radio y la televisión como también producciones musicales, fruto del fragor de esos eventos, que después de su realización, no hacen absolutamente nada por darles vida y dimensión sino hasta trescientos sesenta y cinco días después, cuando se hace una nueva versión.

El campanazo de la Unesco es orientado a que no se vaya a perder esa esencia y ese arraigo en la realidad de los cantos juglarescos de antaño, porque si bien es cierto que los jóvenes tienen todo el derecho de hacer lo que les corresponde en su momento, si es necesario y sano que los encargados de promoverlos lo hagan con equilibrio y seriedad ya que esto es otra cosa, que los señores de los medios siguen presentando como vallenato y es allí donde radica el mayor daño que se le está haciendo a lo que debemos rescatar y proteger.
Jacobo siempre tiene la razón, pero tengo la esperanza que en esta ocasión no se cumpla su sentencia.