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Columnista - 23 enero, 2017

De la presentación de la antología de mis libros

Siempre quise tener una familia numerosa con muchos hermanos y hermanas. Solo fuimos dos, Antonio, Toño que es pedazo de mi alma y yo. Fue cortica mi familia de origen, la de mi hogar, mis padres ya se fueron para siempre. Ahora, unidos con un amor inenarrable hemos formado con mis hijos una familia, si […]

Siempre quise tener una familia numerosa con muchos hermanos y hermanas. Solo fuimos dos, Antonio, Toño que es pedazo de mi alma y yo.

Fue cortica mi familia de origen, la de mi hogar, mis padres ya se fueron para siempre. Ahora, unidos con un amor inenarrable hemos formado con mis hijos una familia, si bien cortica, se agiganta para apoyarnos en las tristezas y en las alegrías como esta.

Pero mis hijos, como es lógico, se fueron a recorrer su camino, y yo me quedé esperando sus frecuentes venidas, sí, vienen a darle calor al nido vacío.

Es en esa soledad serena, cuando veo, asomada a la ventana, aparecer la aurora de manos rosadas, así imaginada por Homero, y sé que el día va a ser una explosión de vidas nuevas; y por las tardes, cuando el horizonte es una línea violácea, brindo con una copa imaginaria de un vino que nunca me tomo, por la creación que me ha permitido hacer que crezca la familia.

Son los personajes que llegan de repente y me invaden y se meten en mis historias y me tratan como su madre o amiga. Como Ocena Cayón, de ¡los muertos no se cuentan así! La mujer valiente que se planta ante un río, semejante al Aqueronte de la mitología, por el que bajan los cadáveres de los muertos de la violencia, ella espera a Iván Grajales, su esposo y todos sus personajes esperan a alguien que se han llevado a destinos insospechados y siento que los acompaño en el dolor que viven y me cuentan sus angustias.

En cuando cante el cuervo azul: Eunice Eluard y Astetes Celedón, refugiados en un pueblo lacustre de la Ciénaga Grande, con todos los personajes, pescadores y mujeres arriesgadas y María Olvido la que espera como Penélope en la ventana, otra vez Homero, y ruega por al ausente: “Vuelve para que no se queden mis manos llenas de ausencia, para que mi boca seca tome el sabor del vino dormido”… Todos los jóvenes cuando leen esto se enamoran de esa sabia mujer que hace diferencia entre la espera y la esperanza.

Y así, En Rosas contra tu cara: Ana Luisa, con su vida joven maltratada, se aferra al amor de un sacerdote y tiene que irse del país, ella y el padre Jacob, son arquetipos del amor verdadero. En Beliza, no hay ficción, todavía estamos por aquí Giomar, Iván, Gilberto, Lilia, Toño y yo, Beliza, la del olor a naturaleza limpia, murió en los riscos de un cerro de Manaure de la Montaña.

En El hijo del Universo: Mónica Gaitero, quiere un hijo perfecto, porque se siente culpable de las malformaciones de su hermanito, y el doctor Carvajal la secunda y el resultado es grato y doloroso a la vez, si se me permite el oxímoron.

Así he formado una familia grande, que se extiende en mis otros libros y cuentos, y se agiganta cuando mis lectores hacen suyos esos personajes todos ellos con personalidades definidas, hechos de carne y huesos y del hervor de los sentimientos. Son personajes normales, demenciales, tristes, alegres, eternos, que viven en escenarios de nuestro país, son de la misma carnadura y talante que el de todos nosotros. En ellos reposa, se afinca el libro antológico publicado por la Gobernación del Cesar.

Notica: Hago esta publicación porque he resuelto escribir este año solo de literatura, comentarios sobre libros y anécdotas; a no ser que haya una noticia que requiera el comentario oportuno.

Columnista
23 enero, 2017

De la presentación de la antología de mis libros

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Siempre quise tener una familia numerosa con muchos hermanos y hermanas. Solo fuimos dos, Antonio, Toño que es pedazo de mi alma y yo. Fue cortica mi familia de origen, la de mi hogar, mis padres ya se fueron para siempre. Ahora, unidos con un amor inenarrable hemos formado con mis hijos una familia, si […]


Siempre quise tener una familia numerosa con muchos hermanos y hermanas. Solo fuimos dos, Antonio, Toño que es pedazo de mi alma y yo.

Fue cortica mi familia de origen, la de mi hogar, mis padres ya se fueron para siempre. Ahora, unidos con un amor inenarrable hemos formado con mis hijos una familia, si bien cortica, se agiganta para apoyarnos en las tristezas y en las alegrías como esta.

Pero mis hijos, como es lógico, se fueron a recorrer su camino, y yo me quedé esperando sus frecuentes venidas, sí, vienen a darle calor al nido vacío.

Es en esa soledad serena, cuando veo, asomada a la ventana, aparecer la aurora de manos rosadas, así imaginada por Homero, y sé que el día va a ser una explosión de vidas nuevas; y por las tardes, cuando el horizonte es una línea violácea, brindo con una copa imaginaria de un vino que nunca me tomo, por la creación que me ha permitido hacer que crezca la familia.

Son los personajes que llegan de repente y me invaden y se meten en mis historias y me tratan como su madre o amiga. Como Ocena Cayón, de ¡los muertos no se cuentan así! La mujer valiente que se planta ante un río, semejante al Aqueronte de la mitología, por el que bajan los cadáveres de los muertos de la violencia, ella espera a Iván Grajales, su esposo y todos sus personajes esperan a alguien que se han llevado a destinos insospechados y siento que los acompaño en el dolor que viven y me cuentan sus angustias.

En cuando cante el cuervo azul: Eunice Eluard y Astetes Celedón, refugiados en un pueblo lacustre de la Ciénaga Grande, con todos los personajes, pescadores y mujeres arriesgadas y María Olvido la que espera como Penélope en la ventana, otra vez Homero, y ruega por al ausente: “Vuelve para que no se queden mis manos llenas de ausencia, para que mi boca seca tome el sabor del vino dormido”… Todos los jóvenes cuando leen esto se enamoran de esa sabia mujer que hace diferencia entre la espera y la esperanza.

Y así, En Rosas contra tu cara: Ana Luisa, con su vida joven maltratada, se aferra al amor de un sacerdote y tiene que irse del país, ella y el padre Jacob, son arquetipos del amor verdadero. En Beliza, no hay ficción, todavía estamos por aquí Giomar, Iván, Gilberto, Lilia, Toño y yo, Beliza, la del olor a naturaleza limpia, murió en los riscos de un cerro de Manaure de la Montaña.

En El hijo del Universo: Mónica Gaitero, quiere un hijo perfecto, porque se siente culpable de las malformaciones de su hermanito, y el doctor Carvajal la secunda y el resultado es grato y doloroso a la vez, si se me permite el oxímoron.

Así he formado una familia grande, que se extiende en mis otros libros y cuentos, y se agiganta cuando mis lectores hacen suyos esos personajes todos ellos con personalidades definidas, hechos de carne y huesos y del hervor de los sentimientos. Son personajes normales, demenciales, tristes, alegres, eternos, que viven en escenarios de nuestro país, son de la misma carnadura y talante que el de todos nosotros. En ellos reposa, se afinca el libro antológico publicado por la Gobernación del Cesar.

Notica: Hago esta publicación porque he resuelto escribir este año solo de literatura, comentarios sobre libros y anécdotas; a no ser que haya una noticia que requiera el comentario oportuno.