Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 13 septiembre, 2016

La paz pasa por el campo

La mejor taza de café de Colombia -al menos según la última edición del concurso que se hace todos los años- salió de la finca de Astrid Medina en Gaitania, una frondosa y escarpada vereda de Planadas. En ese rincón del sur del Tolima se amontonan las grandes paradojas de nuestro campo. Por décadas sus […]

La mejor taza de café de Colombia -al menos según la última edición del concurso que se hace todos los años- salió de la finca de Astrid Medina en Gaitania, una frondosa y escarpada vereda de Planadas.

En ese rincón del sur del Tolima se amontonan las grandes paradojas de nuestro campo. Por décadas sus colinas y cañones asolados por la violencia vieron a miles de personas salir desplazados y estuvieron desconectados del resto del país, pese a que –con una buena vía- no lo separan sino cinco horas de Ibagué o Bogotá.

Al mismo tiempo, sus tierras son tan fértiles que hoy están produciendo un café y un cacao que ya están entre los más selectos del país.

El gran reto de Colombia es que millones de campesinos como Astrid, no solo en el sur del Tolima sino en todo el país, puedan convertirse en exitosos emprendedores. Que puedan vivir dignamente en el campo y del campo. Y que tengan acceso a muchas oportunidades que hoy son abrumadoramente menores que las que tienen sus compatriotas en las ciudades.

Es por esta razón que la transformación del campo es uno de los ejes centrales del proceso de paz, tanto así que hay un Acuerdo completo sobre desarrollo rural integral.

Sin embargo, el desarrollo del campo es como un gran rompecabezas, que solo se logra cuando encajan todas sus piezas.

Lograrlo implica que los campesinos tengan acceso a tierra donde cultivar. Pero también que puedan poner a producirla: que puedan consultar un veterinario o un agrónomo, que tengan una vía para sacar sus productos al mercado, que puedan pedir un préstamo para apalancar su negocio, que tengan un seguro para su cosecha. Y que sus familias tengan acceso a servicios públicos como agua potable y electricidad, que sus hijos vayan a la escuela y que -si se enferman- tengan un puesto de salud cerca.

Solo al poner a funcionar todas estas piezas juntas, podremos lograr que el campo sea un lugar productivo donde quepan empresarios y campesinos. Solo así lograremos que la Colombia rural esté integrada con las ciudades y con los mercados. Solo así lograremos erradicar la pobreza y el hambre que afectan al campo.

Solo así conseguiremos que Colombia alcance su potencial de producción de alimentos, ya que es uno de los siete países -según la FAO de Naciones Unidas- con mayores posibilidades de convertirse en despensa del mundo.

Solo así lograremos un país en paz, donde todos sus ciudadanos tengan oportunidades como las que hoy tienen Astrid Martínez y el café gourmet que ella produce en Gaitania.

 

Por Andrés Bermúdez Liévano

 

Columnista
13 septiembre, 2016

La paz pasa por el campo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.

La mejor taza de café de Colombia -al menos según la última edición del concurso que se hace todos los años- salió de la finca de Astrid Medina en Gaitania, una frondosa y escarpada vereda de Planadas. En ese rincón del sur del Tolima se amontonan las grandes paradojas de nuestro campo. Por décadas sus […]


La mejor taza de café de Colombia -al menos según la última edición del concurso que se hace todos los años- salió de la finca de Astrid Medina en Gaitania, una frondosa y escarpada vereda de Planadas.

En ese rincón del sur del Tolima se amontonan las grandes paradojas de nuestro campo. Por décadas sus colinas y cañones asolados por la violencia vieron a miles de personas salir desplazados y estuvieron desconectados del resto del país, pese a que –con una buena vía- no lo separan sino cinco horas de Ibagué o Bogotá.

Al mismo tiempo, sus tierras son tan fértiles que hoy están produciendo un café y un cacao que ya están entre los más selectos del país.

El gran reto de Colombia es que millones de campesinos como Astrid, no solo en el sur del Tolima sino en todo el país, puedan convertirse en exitosos emprendedores. Que puedan vivir dignamente en el campo y del campo. Y que tengan acceso a muchas oportunidades que hoy son abrumadoramente menores que las que tienen sus compatriotas en las ciudades.

Es por esta razón que la transformación del campo es uno de los ejes centrales del proceso de paz, tanto así que hay un Acuerdo completo sobre desarrollo rural integral.

Sin embargo, el desarrollo del campo es como un gran rompecabezas, que solo se logra cuando encajan todas sus piezas.

Lograrlo implica que los campesinos tengan acceso a tierra donde cultivar. Pero también que puedan poner a producirla: que puedan consultar un veterinario o un agrónomo, que tengan una vía para sacar sus productos al mercado, que puedan pedir un préstamo para apalancar su negocio, que tengan un seguro para su cosecha. Y que sus familias tengan acceso a servicios públicos como agua potable y electricidad, que sus hijos vayan a la escuela y que -si se enferman- tengan un puesto de salud cerca.

Solo al poner a funcionar todas estas piezas juntas, podremos lograr que el campo sea un lugar productivo donde quepan empresarios y campesinos. Solo así lograremos que la Colombia rural esté integrada con las ciudades y con los mercados. Solo así lograremos erradicar la pobreza y el hambre que afectan al campo.

Solo así conseguiremos que Colombia alcance su potencial de producción de alimentos, ya que es uno de los siete países -según la FAO de Naciones Unidas- con mayores posibilidades de convertirse en despensa del mundo.

Solo así lograremos un país en paz, donde todos sus ciudadanos tengan oportunidades como las que hoy tienen Astrid Martínez y el café gourmet que ella produce en Gaitania.

 

Por Andrés Bermúdez Liévano